Se destiñe el lienzo de tristeza que ilustra esta ciudad y escapa de su marco de simplicidad, la venganza de los combativos, la desesperanza de los que buscamos sin ver llegar. Se alargan las calles desde San Miguel al Arroyo con su mágico sonar de palmas de la Semana Santa que vendrá, entre molías, copas y alguna hermandad.
Pasearán sus ilustrísimas por las calles de un Jerez dieciochesco ante los golpes de pecho de quienes no se acuerdan de la misa ni para rezar y saltarán las lágrimas peregrinas de plañideras y beatos, de plañideros y beatas, de cofrades y vendedores de pipas, algodón dulce y garrapiñada, formando un conjunto lúgubre del lúgubre consumo del amor a Dios y unos cuantos amores al cielo.

Y citando a otro maestro:

"No eres tu mi cantar,
no puedo cantar ni quiero
a ese Jesús del madero
sino al que anduvo en la mar"


Jerez, 23 de Febrero de 2010