Libertad, la más pequeñita de la casa, tenía 5 años, se despertó esa noche muy preocupada, acababa de tener una pesadilla, en la cual ella veía como era vendida por sus padres. Claro todo no era más que un mal sueño, pero, parecía tan real, que la pequeña Libertad se despertó muy, pero muy asustada. Así que fue donde estaba su padre todavía durmiendo: “Papi, papi, acabo de soñar cosas malas”. Pero papá no contestaba nada, estaba profundamente dormido; claro, había trabajado todo el día y terminó su día muy cansado.
Entonces, Libertad, la más pequeñita de la casa, corrió donde su madre: “Mami, mami, acabo de soñar cosas malas”. Mamá tampoco respondió; claro, era lógico, había estado haciendo los quehaceres del hogar desde muy temprano y cuando se acostó, cayó como una piedra.
Fue entonces cuando Libertad fue a despertar a su hermano mayor: “Manito, manito, acabo de soñar cosas malas”. Pero manito tampoco despertó; es que todo un día de escuela y además jugar fútbol por la tarde, lo dejan a uno rendido.
Libertad, la más pequeñita de la familia, fue a buscar entonces a la más grande de la familia, la abuela que afortunadamente vivía con ellos. Subió las escaleras y llegó a donde dormía la abuela: “Abue, abue, acabo de soñar cosas malas”. Pero claro, la abuela, pues ya era abuela y los abuelos duermen profundísimo, ya casi acostumbrándose al sueño de la muerte; así que tampoco despertó.
La más pequeñita de la familia, Libertad, entonces decidió ir a su cuarto. Y allí en su cuarto se encontró a ella misma ante un espejo: “Libi, Libi, acabo de soñar cosas malas”. Esta vez Libi si le contesto a Libertad diciéndole: “No fue más que un simple sueño, vuelve a dormir, y cuando sueñes eso otra vez, piensa que estoy a tu lado”. “Gracias, que pases buena noche”. Y Libertad, la más pequeñita de la casa, se durmió rápido, y se soñó jugando a la pelota con su reflejo. |