CUASIMODO
Llevaba años mendigando en la misma esquina, los transeúntes ya lo conocían; de su espalda brotaba una joroba, asemejándose a un caparazón de tortuga que exhibía, con lluvia, nieve y sol tratando de inspirar lastima. Los primeros años, despues de la muerte de su madre, contrajo feroces resfríos con las bajas temperaturas invernales, sin embargo, siempre estuvo en el mismo lugar implorando, con tono plañidero, alguna limosna.
En su barrio lo conocían como “El Cuasimodo”, con el dinero que recaudaba diariamente, había arreglado la modesta casa heredada de su madre; en las fiestas de la población, era el último en retirarse de la pista de baile; le gustaba la vida fácil, prestaba plata a los vecinos con interés y siempre un escocés de doce años coronaba su mesa de noche.
Su madre, ya lo había predicho: con la voluntad y constancia, que lo caracterizaba, su hijo, llegaría muy lejos.
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