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Todo había resultado mal, después de ser despedido y para colmo, el haber encontrado a su novia en brazos de otro, decidió, regresar a casa, derrotado, sin ánimo de seguir luchando, por su mente solo cruzaba un sentimiento de destrucción.

Al llegar a su departamento, comenzó a llorar de desesperación, de impotencia, quería encontrar una solución, una respuesta, lo que mas le dolía, era el sentirse traicionado, pues nunca pensó en perder a su único amor. Desesperado, se tumbo en la cama, trataba de dormir, pero los remordimientos y las malas ideas no se lo permitían, rodaba de un lado a otro, Se levanto a buscar un casete, pero todos le recordaban algo triste, así que volvió A acostarse y a volver a rodar… De pronto, su cara se topó contra un estuche. Se preguntó quién lo habría puesto ahí, en fin. Lo tomó, sacó el casete y lo puso en su pequeño reproductor, apago la luz, cerró los ojos, comenzó a escuchar la primera melodía de tipo “pastoral”. Mientras transcurría la música, los recuerdos de su infancia y de su pueblo, comenzaban a surgir en su mente, de inmediato abrió los ojos y frente a él, miró a sus padres y a sus amigos en una de las paredes; quiso levantarse, pero no pudo, sus piernas no le respondían… Seguía llorando, ahora más que nunca. Al concluir la música, las imágenes se diluyeron como si nunca las hubiese visto.

Así transcurrió una tras otra de las melodías, cada una evocaba algo distante, triste, que lo hundía cada vez más en la desesperación, en fin, ya no quería sufrir, así que se levantó nuevamente en busca de algo que lo hiciera olvidar por algunos minutos, buscó hasta el último rincón; una cerveza, vino o algún otro estimulante… Este último lo encontró en el botiquín, se trataba de unas píldoras para dormir… Las tomó y las llevó hasta su cama. Comenzó a ingerir una por una.

Seguía escuchando el casete, trataba de ya no llorar, se sentía solo, defraudado, pensaba (tal vez) en tirarse por la cornisa, pero sus principios no se lo permitían…

Por fin sus ojos comenzaron a cerrarse lentamente mientras escuchaba la última canción; la cual le recordaba a su amada, su fiel promesa de no separarse nunca y sus desgracias. De pronto… Ya no lloró más, su corazón, había dejado de latir… Las imágenes que aparecían mientras escuchaba las melodías, tomaron nuevamente forma para despedirlo.

Al día siguiente, la persona encargada del aseo, lo encontró tirado frente a su pequeño reproductor de melodías.

Algunas personas pensaron que se trataba de una sobredosis, llegaron por él, revisaron su cuarto, pero no encontraron nada, el casete que escuchaba, nunca fue encontrado, solo distinguieron en la pared un grupo de siluetas enmarcadas.

Texto agregado el 21-02-2010, y leído por 163 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
22-02-2010 dulce muerte... muy bueno godalhi
 
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