Érase una vez el cuerpo humano
Hace muchos muchos años
En un país de un cielo
Muy muy lejano.
Iris apagó la luz, llamando a la puerta
Sin esperar respuesta
Alguna.

El trapecista circense
Sonreía desde el umbral
De un laberinto de coral
Sin que en una palabra mintiese.

“Allá donde encuentres la nube
Que ha de mantenerte erguido
Habrás de encontrar el suelo
Que te mantenga vivo.
Que en aqueste lugar que te encuentras
Ni falso ni verdadero se considera
Amigo, no estás ni muerto ni vivo
Y no encontrarás tus vendas”

Camino adelante la estrella
Se encontró un buen día en el mar
“Dónde he ido a parar.
Al mar, que no es cosa bella
Para quien en el cielo se encontró
Vislumbrando la noche.”
Hoy la noche es coraza
Que a la estrella esconde
Quien sabe donde
Aparecen los hombres
Haciendo corazas
Haciendo la noche.

El búho de ojos abiertos
Seguía sin comprenderlo
Y por un momento
Dejó su aposento.
Marchó a otro lugar
Allende fronteras
Con suma tranquilidad
Púsose a romper barreras.

Empezó con un martillo
Pico, pala y rastrillo
Sacando la bilis afuera
Sufriendo doquiera que fuera.
Comprendió que en aqueste lugar
Donde se encontraba
Ni falso ni verdadero se consideraba.
Tan solo de puertas afuera
Cuando la bombilla se encendiera
Se podría mirar a los ojos
Ausente de despojos.


Iris tiró la mesita de noche rompiendo la bombilla y no pudo volver a encenderla. Y aquel lugar, se quedó encerrado en sí mismo.