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Inicio / Cuenteros Locales / deletreando / Los Hijops de Fuego - Capítulo II

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En las cortes occidentales muchos no creyeron la noticia de la muerte del Emperador, entre ellos Fiamma. No dudaba que él cumpliría su promesa de volver; “regresará” repetía su mente con obstinación. Conservaba la habitación preparada para su descanso y se vestía con sus mejores atuendos, esperándolo en el salón donde volverían a besarse con pasión.

En París los jóvenes reunidos alrededor de la mesa de la taberna disfrutaban del vino, la música y las mujeres que no ponían reparo a sus manos alborotadas. Menos aún si el atrevido era Guillermo del que eran conocidas sus dotes de amante.
Disfrutaba de una vida divertida. Era el centro de las reuniones en salones donde su varonil figura, su desenvoltura en el baile, su elegancia, refinados modales y amena conversación cobraban evidencia a los ojos de las señoritas de aristocráticas familias. Muchos sabían que era hijo del Emperador, aunque nadie lo decía en voz alta.
Abandonó la cantina al conocer la noticia de la absurda muerte de su padre al que apenas había conocido. Sólo temía por la continuidad del dinero que recibía por orden del fallecido. Advertido por los médicos de la deteriorada salud física y mental de su anciana madre, decidió regresar al viejo castillo para ver si les había dejado algún legado que les permitiera vivir con comodidad.
Su madre desvariaba y sólo relataba escabrosos acontecimientos que siempre finalizaban con los detalles más erotizados de sus relaciones sexuales. El joven comprobó que no existía herencia alguna y que además su medio hermano, ahora Emperador, había suspendido la dieta asignada por su padre.
El castillo de la baronía estaba venido a menos por falta de mantenimiento y muchos de los campesinos que pagaban tributo a su madre habían dejado de trabajar las tierras para emigrar a las ciudades que ofrecían labores no tan pesadas como la agricultura.
La escasez de recursos no impidió que Guillermo continuara con sus parrandas, ejerciendo toda su simpatía y carisma entre sus compañeros de aventuras que pertenecían a ricas familias burguesas. Eso lo eximía de los gastos que demandaba la diversión.
Una campesina de escasos doce años y pocas luces se convirtió en la sierva de su madre a cambio de comer y vivir en el castillo. Se ocupaba de levantar a la señora en las mañanas, la aseaba, la peinaba, improvisando alimentos que resultaban al menos aceptables.
Un infernal gozo se manifestaba en sus ojos cada vez que debía matar una gallina. Le apoyaba el cuello sobre la tabla y cortaba el pescuezo con un preciso golpe utilizando el cuchillo más grande de la cocina para disfrutar al ver la sangre fluyendo a borbotones.

Guillermo regresaba una noche una de sus juergas en compañía de sus amigos. Al llegar al cruce de caminos se despidió de ellos y se internó por la senda que atravesaba el pequeño bosque. En realidad lo llevaba su caballo acostumbrado a regresar al castillo, ya que él no estaba demasiado lúcido después de la ingesta de vino.
En esa época del año los árboles lucían frondosos cubiertos de follaje que se cerraba sobre el sendero, convertido en un hilo de plata de a ratos, cuando la luna conseguía penetrar por algún claro. De vez en cuando un ave asustada por su paso levantaba vuelo batiendo sus alas o algún búho dejaba oír su chistido.
De pronto, entre la bruma, vio a su padre que venía montado en su potro negro, vistiendo armadura y perseguido por beduinos y caballeros que portaban una enorme cruz en el pecho, evidencia de la traición.
El Emperador cayó del caballo y el sarraceno que encabezaba la persecución saltó del suyo, cimitarra en mano y se precipitó sobre él. Con una mano le apartó la gola metálica que le protegía el cuello y con un preciso golpe de su corvo filo cortó la cabeza de Federico que se precipitó rodando por la ladera, pegando volteretas en el aire y echando chorros de viscoso líquido oscuro cada vez que chocaba contra algún peñasco, hasta precipitarse en el río, tiñendo sus aguas de sangre.
Incapaz de determinar si el suceso era sólo producto de su embriaguez, entró como una exhalación al castillo, murmurando plegarias ininteligibles.
Entró al salón y subió corriendo la escalera; pasó a la habitación y puso doble cerrojo. Se desvistió y acostó con el propósito de no pensar.
La penumbra de la habitación era apenas iluminada por un rayo de luna que se filtraba por el ventanal, incidiendo directamente en el gran espejo de la pared que estaba frente a la cama. Una brumosa imagen se reflejaba en él. Levantó temeroso su cabeza, sólo lo necesario para ver como la del Emperador seguía rodando.
Giró sobre si mismo y se acostó boca abajo para mitigar los dolores de sus tripas en las que parecían haberse enredado su miedo y sus gases. No quería ver lo que el espejo le mostraba.
Poco después, dificultado para respirar, volvió a ubicarse boca arriba. El cambio de posición le provocó un eructo agrio que llenó su esófago con la acidez de la mezcla del vino y los jugos gástricos. Superada la náusea advirtió que la visión había desaparecido. Comenzó a internarse paulatinamente en el sopor que confunde el sueño y la vigilia.
Su oído, en cambio, no descansaba. Extraños ruidos que provenían de la sala cesaron de pronto. El silencio parecía aún más tenebroso. Lo sobresaltó el tañido de las campanas que tocaban a muerto. ¿Qué indicaban esas campanas sonando en medio de la noche?
Abrió los ojos; una fuerte luz lo obligó a entrecerrarlos. El sol que penetraba por la ventana lo volvió a la realidad, la liberadora realidad de un nuevo día.

Bajó y al cruzar la sala advirtió que la armadura de su padre estaba instalada en un rincón, apoyada en la ancha espada que llevó a su última y fatal gesta. No había dudas, estaba allí como si nunca hubiera dejado ese sitio.
¿De dónde había llegado? ¿quién la había traído?
Preguntó a Nella recibiendo como respuesta el estupor de la niña que se alejó presurosa hacia el cuarto de Fiamma para atenderla.

Texto agregado el 20-02-2010, y leído por 110 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
22-02-2010 Es un relato muy interesante , me agrada mucho =D lo seguiré dulce-quimera
21-02-2010 Como dije. Conozco ésto. Por eso van mis 5* Catman
 
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