Esta embriaguez de la esperanza

cansa;

este esperar al menos un mensaje

que rebaje

la ansiosa densidad

de la necesidad

de tu brebaje,

cansa.



Este andar revisando cada hora

la caja de Pandora

del celular,

del mail que sí es deseado

para recuperar

el aliento anhelado,

cansa.





Y avanza

así

aleve contra mí

la hora del olvido,

en la que se decantan los anhelos,

sobre la cual se yerguen nuevos cielos

que obligan a olvidar lo ayer vivido.



Y qué más da si son los celos

o el sano recordar de un libro las palabras

si al fin estoy seguro que tú abras

o no tu corazón

a mi alabanza,

sé que tengo razón:

la espera cansa.



No es que no esté a tu lado,

no es que no, pájaro helado,

no es que no reconozca tu latido,

es que sí, desesperado,

para cuando me mires

después de tantos devenires

entenderás porqué yo ya me he ido.