- Fue húmedo…
- Pero que tan húmedo – pregunte con ansiedad.
- Húmedo… al punto de angustiarme…
- Yaaa…. ¿y tu que hiciste?
- Nada… me deje llevar – respondiste con soltura.
- ¿Pero como?... ¡cuenta mas!... quiero los detalles turbios del encuentro.
- Pero no te escandalices ¿bueno? En un momento me pasó la lengua por el cuello.
- ¡Qué! – exclamé – pero que asco…
- Si – dijiste acompañando la afirmación con una risita misteriosa -. También lo hizo por mi cara y por mis brazos.
- ¿Y te dejaste?.. ¿en la primera cita?... pero que suelta eres – exclame entre carcajadas - ¿Qué sentiste cuando hacía todo eso?
- Es que no me entiendes. El beso fue demasiado intenso. Fue un beso cálido, tierno. Yo sentía en cada célula de mi cuerpo su amor- de pronto callaste y en tono muy serio añadiste -. Al verlo tras las rejas, se me apretó el corazón. No sabes lo que es eso. Lo miraba a sus ojos claros y veía alegría y necesidad de mí.
- Yaaa!... pero son todos iguales. Con o sin rejas de por medio. Todos te causan el mismo efecto, el mismo interés. Porque todos hacen lo mismo. Ya lo deberías saber, amiga.
- Lo sé, lo sé, pero él es distinto. Lo siento aquí – dijiste golpeándote el pecho- . Ví lo miserable que sería su vida como un reo del sistema. Amiga, te habrías rendido ante él, como yo lo hice. Su pelo rubio, su cuerpo joven y atlético, su rostro infantil… - entonces lanzaste un suspiro que me calo el alma - Fue un beso realmente maravilloso. Con solo su primer e intenso beso, me enamoré. Me flecho el corazón y ahora sin él lo siento partido en dos – exclamaste casi al borde del llanto.
- ¿Qué harás? - pregunté al cabo de un rato de tu silencio, al ver lo abatida que te sentías.
- Iré por él – respondiste con una seguridad que me sorprendió -. Siento que necesito su cuerpo junto a mí, su calidez, su ternura, su pasión, sus ansias de amor. Esta preso, tras esas rejas. El me ama, amiga, y yo enloquezco por él. Lo iré a buscar y será todo, todo mío.
- Ok. Entiendo, entiendo. ¿Mañana irás?
- No. Hoy.
- Pero podrías hacerlo mañana, y pensar todo esto con más calma. Es un gran paso el que pretendes dar. Una responsabilidad tremenda llevarlo hasta tu casa y compartir los mismos espacios.
- No. Tiene que ser hoy. No lo abandonaré en eses sitio un día mas – dijiste con resolución.
- Bueno… ¿preguntaste hasta que hora reciben las visitas? ¿hasta que hora tienen abierto al público?
- Si, hasta las 16:00 horas. Pero el empleado de la perrera me dijo que podría esperarme. Se lo pedí como un favor muy especial. Le suplique que me diera tiempo. Me dijo que “Momo” (así se llama mi amado), lo quería otra familia para sus hijos, ya que se enamoraron de él. Pero amiga… ese perro será mío – exclamaste con coraje. Y lanzando una cruz al cielo añadiste -. Te lo juro por mi vida.
A Momo, mi loco guardián.
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