¡Sereno!... ¡Va…!
¡Sereno!... ¡Voy…!
¿Dónde estás… que no te veo…?
Yo… no conozco tu voz…
Pienso… lo que voy a decir…
¡Perdona… soy forastero…!
¡No conocemos a nadie…!
Y esta es la razón de llamarte…
¡Si supieras… las circunstancias… en que estamos…!
Me han dicho que tú… eres capaz
de solucionarme los problemas…
las dificultades…
que de noche… surjan… a la gente… de este pueblo…
¡Sereno!
¡Voy…!
¡Ya estoy aquí…!
Buenas noches… ¿qué pasa?
¡Mi mujer está de parto…!
Veníamos a empadronarnos…
Hemos buscado posadas… casas…
Lugar donde parir…
La afluencia… de la gente… es
que no encontrando lugar…
y… viendo… este establo vacío…
antes… hemos llamado…
nadie… contesta…
y las ganas de salir el Niño… es tal…
que aquí… nos quedamos….
Yo, José… mi esposa María
Tú… sereno de noche…
¿Nos puedes ayudar?
¡Somos gente… de bien… somos gente… de paz!
Venimos a cumplir… con la ley…
Mi nombre es… José…
de la casa y de la familia de David…
y María… estaba en cinta…
Sería al amanecer… el Sereno…
hombre honrado… cansado de ayudar…
hizo los trámites… para que aquella familia…
estuviera… y usara el establo…
el tiempo que fuera preciso…
¡Con personas así… con personas honradas…!
¿Cuándo va a nacer…?
Estando allí… se Le cumplió el tiempo…
Dio a luz… un Niño… precioso…
lo envolvió en pañales… y lo reclinó en un pesebre…
Pronto… muy pronto
Antes de irse a su casa…
Pasó por el establo…
Vio al Niño… recién nacido…
¡Que besos… que abrazos… que arrumacos…!
De un pobre… honrado Sereno…
Ayudando… a unos pobres… forasteros…
¡No os preocupéis… familia…!
El reloj de sol… marcaba las doce del mediodía…
¿Os traigo algo de comer…?
No… gracias… de comer tenemos…
El Sereno… extendió la vista… por toda la cueva…
Hasta los rincones… allá había un nido…
Fue a su casa… preparó su jumento…
¿Dónde vas…? la preguntó su esposa…
al monte…
Tengo que desbrozar… algo de leña…
Corté ramas… las partí… haciéndolas pequeñas…
corté unos troncos… y me dije… ¡ya tienen leña para calentar!
Y leña… de la que sirve para cocinar…
Tomó un poco de tomillo… de romero…
Y para el Niño… unas flores del campo…
Amapolas… malvas… margaritas…
Les llevé, que me lo dio mi mujer…
unas hogazas de pan… unos litros de leche…
unos higos y unas pasas…
Cuando venga esta noche… a trabajar… me buscas, y me dices…
¿en que más os puedo ayudar…?
Sois de fuera… sois forasteros…
Pregunto ¿No haríais vosotros lo mismo…?
Gracias… gracias… Sereno… hay mucha gente…
Sencilla por los mundos… que les gusta ayudar… querer…
Gracias… Sereno… ¡Ayúdame… enséñame de noche los caminos…!
A veces… perdidos… que conducen al cielo…
Salamanca. Siete de la tarde… del domingo… diez y siete del año dos mil diez
Firmado: Julián López Santolino
Texto agregado el 19-02-2010, y leído por 112
visitantes. (2 votos)
Lectores Opinan
19-02-2010
Me gusta la historia. Sí, es linda. Lo único es que (como verás en varios comentarios míos) el abuso de los puntos suspensivos da sensación de discontinuidad. Vaya, si le quitaras los puntos suspensivos y lo dejaras todo en versos aislados, sería más fácil leerlo. Lyl
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