ENCUENTROS CASUALES
Mirándote desnuda sobre la cama, atigrada por los rayos de sol que se cuelan por la persiana, vuelvo a recordar la primera vez que te vi: lucías hermosa, apoyada en la puerta de la cocina conversabas con Jimena, sonrisa perfecta, piel morena, y un deseo irrefrenable de besarte, un impulso tan fuerte que logró asustarme. A partir de ese momento, ocupé todo mi tiempo en inventar excusas para estar contigo, podía sentir tu aroma a metros de distancia y propiciaba encuentros para, “accidentalmente”, rozar tus manos y sentir el agradable contacto con tu piel. Literalmente enloquecí, enamorándome de una forma extraña y profunda.
Nuestra relación fue excepcional, no merecía ese final, el fantasma de tu pasado empañaba todo. Esos encuentros casuales en el metro, los años posteriores a nuestro distanciamiento, fueron argucias del destino para evitar que te olvidara, sin embargo, no podía confiar en ti, te odiaba y te amaba.
Ahora, no puedo creer, que después de todo el tiempo transcurrido, nos hayamos reencontrado fortuitamente, en este hotel, tan lejos de casa. Es maravilloso, que hayamos estado juntos y te durmieras en mis brazos como antes, pero eso, es insuficiente para perdonar los años que fuiste feliz sin mi, por eso, me alegro al ver como se escapa tu belleza, con cada gota de sangre que se descuelga de la cama…
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