Estuve esperando por horas y horas y no vino. Me sentí segundo a segundo en un gusano, un tonto entre todos los tontos. Miré mi reloj y pensé que podría esperar un poco más, una hora más, un día, una vida, muchas vidas, pero era inútil, jamás vendría… ¿Quién?... Mi sueño, la mujer de mis sueños, aquella a la que escribí durante años y años a través de la web… Una mano a mis espaldas me hizo reaccionar. Era un hombre, bastante mayor. ¿Es usted?, preguntó. Le dije que sí, que era yo… Sígame por favor, dijo. Le seguí, total, no sabía adónde ir, estaba sin una gota de ilusión… Caminamos hasta llegar a una casa. Entramos y el tipo me dijo que me sentara. Me senté y cerré los ojos, tenía tanto sueño y deseaba descansar. Quedé dormido por horas, días, años, vidas, no sé, pero olvidé el por qué estaba allí. Cuando abrí los ojos una señora me miraba. Hola, me dijo. Hola, respondí. Ella se me acercó y me mostró muchas cartas, todas de mi autoría. La miré y supe que ella era la mujer. Iba a salir, pero, ¿para qué?... Decidí vivir con ella, el resto de mi vida. No me importaba nada, nada de nada. Uno se acostumbra a todo, siempre y cuando siga soñando. El tiempo siguió adelante y la vieja se fue de este mundo. Quedé solo. El hombre que era un amigo de la vieja se fue así como apareció en mi vida. Tenía todo, todo, mis sueños y tiempo, mucho tiempo, el suficiente como para vivir y no volver a esperar nunca más… |