Medio ciento de delgaduchos seres encerrados en un gran sarcófago, casi cincuenta cabezas incapaces de idear algún plan de fuga. Uno a uno su carcelero los iba liberando para luego sumergirlos en un holocausto azufrado. La muerte, premisa ineludible para aquellos perfectos retratos de la satisfecha sumisión, acabó uno a uno con ellos y luego el ataúd se fue al tacho de la basura vacío y espeluznante.
-Otra caja de fósforos por favor.
Texto agregado el 21-06-2004, y leído por 387
visitantes. (6 votos)