El desplome de la economía de la empresa fue súbito y cruel; además de los numerosos empleados, más de seis gerentes fuimos puestos en la calle. Solo fue posible llevarnos la indemnización pactada sin bonos extras.
Nada ya podíamos hacer, al menos no estábamos detenidos como los directores generales, acusados de fraude al fisco, alteración de información y presentar estados de cuentas adulterados.
Yo estuve dos meses entre que entretenido con viejas películas digitalizadas, páginas de internet, salidas al campo, bocadillos diversos y cuando el aburrimiento se apoderó del escenario, se me ocurrió pintar.
Compré dos caballetes medianos, dos docenas de marcos y lienzos preparados, más de nueve botes de pintura italiana, tres docenas de pinceles surtidos, dos paletas, solvente, un overall de color gris, una caja de herramientas de artesanía y elegí una pieza iluminada para mi precario taller.
Confieso que solo dos veces en mi vida pasada tuve pincel, pintura y deseos de pintar: la primera vez solo usé pintura blanca y negra, la segunda pequeños botes de malos óleos y demasiados críticos oficiosos para mi gusto. Nunca pude declarar concluido un cuadro hasta entonces.
Un jueves semi nublado estrené mi overall y me puse manos a la obra, no sabía ni remotamente lo que deseaba pintar, solo quería empezar.
Cinco meses después, animado por una prima dueña de unas galerías de arte, decidí montar mi primera exposición; expuse quince de los veintiocho cuadros que logré realizar en dicho tiempo.
Desde entonces no dejo de pintar, no sé muy bien lo que pasa, pero cuadro que concluyo, es cuadro que se vende a precio ridículamente alto.
El dinero que últimamente entra por concepto de venta de cuadros es sorprendente, yo para ser sincero, me cansé hace varios meses, pero creo que de todos modos lo que gano justifica que mi diversión se haya constituido en casi una obligación (y es que se les ha dado por pagar lo que se les pida por adelantado, con tal de poseer uno de mis cuadros).
Injusto sería no reconocer que mi mujer es tan autora como yo, del éxito de mis ventas: siendo hija única del Primer ministro y acaudalado dueño de cadenas de medios de comunicación, no le ha sido muy difícil vender mis pinturas con extraordinario éxito, bastó una llamada de su respetado padre para que la asociación de críticos de arte bautice mi estilo “Elementiel” y justifique mis infaltables arañitas multicolores con frases como “el retorno a lo primordial del ser humano…”
Estoy casi decidido a empezar a escribir…
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