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El enfermo
Salí de casa, como todos los días. La misma gente, las mismas sonrisas, total, soy el dueño, su dios mediático… Una señora estaba preñada, y así con su bola seguía laborando. Pensé en mi madre y mis hermanas, mis hijos e hijas… Recordé el Edén… Pecados, pecados de otros… pero, eso del pecado me huele a mentira piadosa, como eso de la religión para la gente que no busca la libertad, la de a de veras… Entré en mi oficina y sonó el teléfono. Iba a levantarlo cuando mis manos pesaban toneladas. Mi cabeza se enfriaba. Sentí temor. Me muero, me dije. Quería pararme, gritar, pero nada, mis fuerzas no estaban a mi lado. Mi cuerpo, maldito engaño, caía como títere sin hilos… No sentía dolor, más bien frío, mucho frío… Caí al suelo y mis ojos se apagaron. Negro, todo negro como el color de la noche. Fue extraño, pues, tuve visiones con globos de todos los tamaños y todos los colores sobre un fondo hermosamente negro… Y cuando se fueron los globos, rostros como nubes blanquecinas aparecieron sobre mi conciencia… Eran terribles, demoníacos. Sentí que ingresaba al infierno. Pensé, aún pensaba, que, esto del infierno no es tan malo como lo pintaban… Tan solo rostros y dolores en alguna parte de la existencia, y, nada mas… Llegué a un lugar mas oscuro que el anterior y los rostros no estaban. Escuché una voz lejana, como el eco. Quise entender, pero, no podía… De pronto, mis ojos se abrieron y allí estaba, echado sobre una cama, rodeado de una parte de mi inmensa familia. Todos ellos con los ojos llorosos y con la sonrisa mordida por la fatalidad… Hablé y les pregunté en dónde estaba. Todos hablaron al mismos tiempo, si algo entendí fue que hacía dos días que estaba inconsciente… Dos días, pensé, dos días y sentí que había pasado una pestañeada. El doctor entró y les pidió a todos que salieran porque estaba delicado… Amé y temí. Este hombre era el dueño del futuro, de mí futuro… Todos salieron y cuando estuve con el tipo ese, me dijo que fue un infarto, que pronto estaría mejor… Me alegré y cerré los ojos. Todo volvía a lo mismo. Recuerdos, temores, deseos, anhelos, sueños, etc.… Todos esperaban mi atención, como si fueran niños a punto de irnos a jugar por toda la tarde, como toda la vida… Algo dentro de mí dijo que no, que no, que no lo deseaba… Sentí que no tenía tiempo, que en el fondo de todas las cosas quería ser feliz, solo eso, solo eso… Me puse a llorar y llorar, como nunca antes… Quizá porque estaba enfermo y entendía que aquel mundo vivido por mí, jamás volvería a ser igual… Quedé dormido y cuando desperté estaba solo, era de noche y quería levantarme… No pude. Le pertenecía al dolor y afines. El tiempo, pensaba, el tiempo es como un reloj sin agujas… Todo es una mentira, todo menos yo… Cerré los ojos y desde el fondo de todas las cosas internas, apareció una forma neblinosa, amorosa y hermosa… Quizá fuera la belleza en bruto porque me hubiese quedado contemplándola por el resto de mi vida… Cuando empezó a esfumarse, le rogué que no lo hiciera, y ella me dijo que nunca se ha ido, y que nunca la hará, porque, soy yo quien siempre me voy, y que si no me puede ver, no es importante porque puedo sentirla, siempre puedo sentirla… así como cuando sientes que el sol está tras las nubes, y brilla como siempre… Ella siguió en su encanto, como una tenue canción, y yo seguí así hasta que el día llegó… Abrí los ojos y allí estaban, toda mi familia… No les dije nada, ¿para qué?, tan solo sonreí y les dije que estaba bien, muy bien… Ellos soltaron un fuerte suspiro, y luego, volvieron a hablar, como siempre, olvidando que estaba enfermo o que fui un enfermo…

Texto agregado el 17-02-2010, y leído por 190 visitantes. (1 voto)


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