escribes muy bien, dijo el teléfono, mejor dicho, el hombre al otro lado del teléfono... gracias, le dije y callé, esperando que el sujeto colgara, me dejara tranquilo con mi aburrida existencia... pero, sentía que deseaba algo más de mí, pues, su voz nerviosa y ansiosa por decir palabras que, primero, salieran por mis labios, lo delataban... dije una que otra cosa y parece que dije lo correcto... tienes que comprar un libro llamado: "El vendedor de sueños". le dije que lo buscaría, él dijo que sí, que ese libro es maravilloso. colgué y me despedí de él. todos están locos, pensaba, echado en mi cama, sobando mis testículos y algo mas... ¿que estoy haciendo con mi vida? ¿a mis más de cincuenta años aún sueño con mujeres imposibles? ¿ser rico? ¿un santo de viejo? ¿un genio de las letras?... tantas locuras arañaban mi alma que sentí que mi mente era como el hogar de miles de ratas, buscando lo podrido o lo muerto de este mundo... me levanté y decidí escribir cosas y más cosas, mientras lo hacía escuchaba a Saint Saens. es hermoso escucharle, sobre todo sus conciertos de violonchelo y piano.. dejé de escribir y me puse a mirar a la gente por la ventana de mi cuarto. vivía en el último piso y a mi lado nadie más vivía. era el rey del último piso. no recordaba cómo estaban mis progenitores, seguramente mal, o peor que mal, o simplemente bien... estoy solo, muy solo, pensé. de pronto vi a una mujer caminando por las calles. era bella y alta, muy alta y muy bien vestida. sus pasos eran metálicos y su garbo era el de una ramera refinada.. la llamé y ella me miró en lo alto del cielo. bajó la mirada y siguió caminando, mas y mas rápido hasta llegar a una de las esquinas de la ciudad, la enorme ciudad, tan oscura como mis pensamientos... regresé a mi mesa y decidí escribir algo nuevo, jamás escrito... sí, me dije y escribí algo acerca de mi propia vida... pero, era tan aburrida mi vida... crecí como todos, lloré por mujeres y por amigos desleales. amé tantas veces que un día supe que jamás sería amado de a verdad... cierto, mi vida era igual a la muchos de ustedes, con las diferencias naturales de un mundo bello y terrible como este instante en que siento que los brazos de la soledad me acogen y me arrullan hasta dejarme dormido, y me entran tan bellos sueños que apenas despierto, olvido todo, como cuando vine y empecé a respirar, por la primera vez, y fue todo como un sueño que aún no sé cuándo despertaré... |