LA VULNERABILIDAD DE LA CARNE.
(Narrativa breve)
Por: DANIEL O. JOBBEL
Oeste de Rosario. Plaza La Esperanza, que ocupa la manzana conformada por Superí, Manuel García, Pizzurno y Herrera, es el centro de reunión para los pibes del barrio y también los que llegan desde Parque Field II. Es un lugar apacible a la vista. Con pérgolas, un playón polideportivo y el Centro Crecer 16.
Unos pibitos pasan de a tres o de a cuatro, con la piel de la tierra revisan la basura, uno después del otro. De mayor a menor. Ojos sorprendidos. Cada bolsa de plástico es revisada por sus manitos bien al fondo. Entre metida y metida se rascan la cabeza y el ombligo al aire. Les doy algunas monedas. Mientras con una mano se rascan el orgullo, a la otra la abren para ver si hay algún centavo. No dicen gracias, no tienen por qué decirlo. No muy lejos los campean, los vigilan otros ojos atentos. Los miro y digo: ¿ellos ni siquiera la ilusión de ser? Son el ombligo del mundo. Sucio y miserable. Son el cultivo para la delincuencia y la droga. Me pregunto: ¿hacemos algo ante esto? La argamasa se funde. El hombre mira a cualquier parte mientras no nos toque.
Todo este recuerdo impávido está intacto en la memoria que el arte preserva: la idea de escribir una crónica. Ahí, donde ahora mismo estas letras se unen para guardar sentido. Entonces algo nace, fluye. Y después… el que escribe no sabe. Quizá lo lancen por la ventana, hecho un bollo o lo utilicen para limpiar un vidrio. Qué importa. Ya antes se ha cumplido con la función: escribir. Comunicar. Todos sabemos que son miles las razones que tenemos para hacerlo. Basta un ápice de muestra: Como ciudadanos comunes que somos tenemos la obligación de hacerles notar, tanto a la clase política como judicial, que no estamos en nada de acuerdo con la manera que tienen de tratarnos y de accionar. Por estar hartos de tanta impunidad en sus manejos discrecionales de los fondos públicos (nuestros fondos).
La inseguridad, la sobreprotección al delincuente y no a las víctimas, que ahora hay que pagarles e indemnizar a las viudas e hijos de los abatidos en enfrentamientos con la policía, ya que el proveedor de la familia cayó por su “trabajo”; sí leíste bien, entre comillas. ¿Qué carajo están haciendo por nosotros? Digo. Pregunto. Reformulo. Ya estamos en una “joda total”, la cual debemos “pagar nosotros”, por no cumplir con las leyes, que sí nos obligan a nosotros; por avasallar nuestros derechos más elementales en forma permanente. Cansados de pedir Justicia. Que nos escuchen. ¿Quiénes? Autoridades, Señores Jueces, Señores funcionales a la política, Señores policías, etcétera ¿Qué carajo están haciendo ante esto?
Las mezquindades y sus exilios no necesita de un tal o cuál gobierno, la inseguridad invade y la incultura del famoso ‘underground’ nos corrompe. Ya viene de hace rato. Son ciertos los mensajes de violencia que se han hecho cultura. No he escrito esto ni por ser un agitador obrero, ni por un miembro de algún partido de los trabajadores, ni siquiera por algún discípulo de Kant o de Osho. Escribo para vislumbrar una palabra decente que no tenemos, además de la fábula de risa pura y el corazón realmente libre. Se busca con esto el respeto hacia la vida de los demás.
Salir a "laburar" es para otros salir a "robar". En esta cultura, se trata de vivir el momento. Ellos no trabajan. Hacen a lo sumo "changas", para "tirar" un par de días más, máximo de previsibilidad en que pueden pensarse. No hay nada que se planifique de aquí a una semana. Ni un paseo, ni un encuentro, ni un estudio, ni una pareja, ni un hijo. Juan De Los Palotes se fue poniendo la remera agujereada en algún entrevero y el vaquero deshilachado, metió el revolver en la campera y se ató uno de los cordones de la vieja zapatilla. Prendió quizás una vela a la Virgen de los Sicarios, le hizo la señal de la cruz a la patroncita de los fuera de la ley. En silencio esperaban los muchachos, la muerte olía a porro, a sangre y a alcohol. El golpe estaba más o menos bien planeado. El objetivo alguien en alguna esquina. Un parabrisas agujereado. El botín: un magro monedero…
La historia tiene la síntesis de un cómic, evita toda moraleja y funciona como un telón que se abre a ese fascinante mundillo de soledades-fernet con coca-cuarenta pesos para llegar a fin de mes. Parecería en ello no estar el "deseo", como aquello que motoriza nuestra vida, que nos lleva a levantarnos cada mañana. Ese es el otro exilio de Gardel. Son de acá. No se pueden ir. Nacieron así. Hay quienes lo reclutan. Y son los dueños de tu vida. Sí, leíste bien. Dueños de la impunidad. Tienen su exilio interno. Llámese mafia alterna. ¿Porque preguntará ud.? Es que tienen sus códigos, sus palabras, su música y su forma de subsistir. Formaron una especie de Ghetto y lleva un signo: presagio de muerte. Están jugados. Les importa un bledo. Aunque nosotros los comunes no aceptemos sus códigos. La justicia no existe. ¿Y los derechos humanos para los comunes (o sea nosotros), dónde están? A uno de esos otros Juan De Los Palotes, que osaba decir que hacía changas en un viejo frigorífico, en una oportunidad lo invité a pedir algún deseo. Quedó estupefacto. No sabía de qué le estaba hablando. Otro joven, reaccionó jocosamente cuando le pregunté cómo se veía a los cuarenta años. "Cuarentaa! no, no quiero llegar a los cuarenta...". "Cuarenta ", era sinónimo de vejez, algo impensable.
Ellos no aspiran vivir muchos años. Vivir es una circunstancia. Un hecho que ellos no eligieron. Nacieron. Se tutean con La Señora Muerte. Se los llama ‘marginados’. Estar afuera de… Y punto. Sólo aspiran poxirán. O fuman marihuana, toman cocaína, psicofármacos y alcohol desde niños, mientras los de "adentro" toman chocolatada. Jugarse la vida propia en un robo, obtener un par de zapatillas nuevas, es totalmente concebible. Es el juego del miedo. Jugar quién es el más Capo. O quién la tiene más larga. Y es cierto lo que dicen, el centro está tomado, la ciudad está tomada y no hay respuestas gubernamentales de raíz. Mientras la Rata terrible escapa por los escaparates. Asesino por el rabo de la mirilla y el dedo inquieto en el gatillo. El te está espíando. No es antojo lo que cuento mis amigos, es lo que se palpa, se degusta y a algunos se apañan con metrallas de leyes que sólo dictó el azar. La verdad dá asco y miedo. En la madrugada de un domingo un Juan De Los Palotes salió con su remera agujereada y disparo su revólver, por que se le dió la gana, y reventó el parabrisas de un BMW. El botín: una cartera y una muerte por llegar. Justicia se pide. Nos están matando. ¿Qué carajo hacen? Algunos prefieren debatir, consensuar leyes, regímenes. Yo a esos, no los perdono, ni ahí.-
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