La mina de oro (continuación)
La noticia nos caló hondo. Parecía que la historia era cierta.....
El relato que recibimos fue el siguiente:
Brian que no claudicaba nunca en la búsqueda, en una de sus aventuras por la cuesta, decidió incursionar en lugares donde no había caminos y quedó empantanado con su vehículo en un lugar.
Trataron de sacar el vehículo infructuosamente y ya al llegar el término de la tarde, se les apareció un hombre montando un caballo negro muy corpulento, vestía una manta negra y también un sombrero negro.
Le contaron lo que hacían allí. El hombre les sonrió y les ayudó con su caballo a sacar el vehículo de ese lugar.
Después conversando con el hombre de negro, le contaron la historia de la mina de oro de los Jesuitas y explicaron que ellos estaban buscándola.
El hombre de negro era viejo y se acordaba de unas personas que habían venido de Valparaíso, a lomo de mulas, a esta cuesta hace muchos años en busca de la mina, pero que habían tenido que regresar por el accidente de uno de ellos, que se había fracturado una pierna.
Luego les dijo--- ¡Yo los voy a llevar donde está el respiradero de la mina!
Y los condujo cerca de ese lugar, donde había un gran hoyo que se angostaba a medida que se hacía mas profundo.
El olor a corderos que había en el lugar les indicó que ese hoyo, que ahora era muy ancho, de unos 15 metros de diámetro, daba abrigo en las noches a los corderos, por lo tanto lo usaban quizás de hace cuanto tiempo, como albergue o corral nocturno.
Probablemente los campesinos pernoctaban con sus animales en ese lugar, ya que muy cerca de allí emanaba desde la montaña un pequeño manantial, que ellos llamaban vertiente.
En el exterior se encontraron restos de un crisol de piedra en los que se fundía el oro y otro crisol estaba entero, únicos testigos de que alguna vez se realizó allí la actividad de fundir el material....
Los que escuchábamos estábamos absortos y también muy entusiasmados, con ganas de ir a verificar el lugar, ver esos crisoles, teorizar más en base a lo que ya se había encontrado.
En cuanto pudimos con nuestro grupo fuimos a la cuesta de Chacabuco y con las señales dadas por nuestros amigos, encontramos rápidamente el lugar.
Había una gran muralla de contención del cerro cerca de allí, protección que hicieron para el camino que conducía al pueblo de Los Andes.
Un gran árbol marcaba la entrada, que era dificultosa ya que había que subir el cerro por allí.
Dejamos los vehículos al costado del camino y emprendimos la caminata hacia el lugar.
El camino de la cuesta era muy poco transitado y lo más probable que en horas no pasara nadie por allí.
Mientras subíamos, cavilaba sobre las experiencias vividas para llegar a este momento.
Recuerdo cuando buscando la entrada de la mina, dimos con un lugar donde encontramos un fuerte un olor a felino.
Seguramente la guarida de un león o puma.
Por suerte no nos encontramos con él o con ella. ¡No sabemos!.....
Tursol
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