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EL HOMBRE SIN DESTINO
La obsesión de Eduardo era la predicción del futuro, después de ese infausto suceso que lo marcó en su niñez, conocer el porvenir era para él, un severo objeto de estudio.

Era un experto en el tema: leía líneas de la mano, con la rapidez y el gozo, con que habría leído las obras de Chejov (sus favoritas), conocía las imágenes del tarot, de la misma manera que un pintor conoce sus cuadros, recitaba de memoria, como si de Neruda se tratara, los versos de Nostradamus y había sufrido enuresis tanto tomar café, para ver su destino en la borra.

Sin embargo, nada resultaba. Las predicciones obtenidas eran inexactas, al parecer no había forma de predecir su destino con relativa certeza, esto lo llenaba de angustia y cada vez que estudiaba una nuevo método o conocía un nuevo Maestro, la decepción lo invadía, casi de inmediato, comprobando que eran supercherías y charlatanes.

Eduardo, tenía una inteligencia superior al promedio y ahora la empleaba a toda maquina, con el fin de desentrañar los misterios de una ciencia tan oculta y extraña como su objeto de estudio: “la anomancia”.

Había escuchado hablar de ella en un café, donde solía reunirse con algunos místicos o seudo-misticos, Eduardo no les tenía fe, pero mantenía la esperanza de tropezarse con alguien que entregará pistas sobre el verdadero arte de la adivinación. Ese día, compartía mesa con dos oscuros personajes, cuyos nombres no es bueno mencionar, bastara decir que uno de ellos era o decía serlo, experto en el arte de la seducción y persuasión, usando habilidades mentales y sexuales podía obtener cualquier cosa de cualquier persona, al otro, le imputaban una amistad, más que un pacto, con el Rey de las Moscas.

Allí, se enteró que toda la vida de una persona estaba inscrita en su cuerpo, escrita en un lenguaje desconocido, en un lugar oculto y recóndito de la anatomía humana: “el hoyo”.

Esto hizo sentido en Eduardo, él sabía que el futuro se podía predecir, creía en el destino, era lógico que las claves para descubrirlo estuvieran ocultas y nada mejor que el orificio que comunica el exterior con el interior, algo así como una puerta, para tallar el destino de una persona. En vano, buscó bibliografía y sólo obtuvo una vaga referencia al tema de su descubridor, el psicomago más famoso del mundo.

A partir de ese momento, Eduardo, so pretexto de trabajar horas extraordinarias, se quedaba, cuando todos habían dejado la oficina, sentado en la fotocopiadora sin pantalones, captando imágenes de su orificio trasero, en blanco y negro, a color y con relieves, una y otra vez. Creó, además, un blog donde recibió fotografías de huecos del culo de todo el mundo. Descubrió que había un sinnúmero de formas, tamaños, colores, líneas, pliegues, arrugas, verrugas, montículos, lesiones y cicatrices, dándose a la tarea de clasificarlas con la misma prolijidad con la que obtuvo “summa cum lauda” en su tesis de titulación en una Universidad Norteamericana.

Exactamente, dos años le ocuparon a Eduardo descifrar esta escritura, contactándose con sus colaboradores de internet, pudo establecer relaciones bastante certeras entre algunas marcas y hechos de la vida, de este modo se dio cuenta que había un lenguaje y lo sistematizó.

Este hallazgo, trajo infortunio para su descubridor, presa de una euforia descomunal al poder predecir el futuro, Eduardo, comunicó a todo el mundo el resultado de su investigación, encontrándose con las carcajadas y la incredulidad de la audiencia. Recorrió universidades, centros de estudios y todos los cafés, puntos de reunión de intelectuales y místicos, quienes varias veces le ofrecieron golpes por reírse de las mancias y de las ciencias y artes ocultas que tanto progreso traían a la humanidad, excluyéndolo de su circulo y tertulias.

Tratado como un paria, Eduardo, terminó contando su descubrimiento a quién quisiera escuchar, así llegó una noche a un sórdido bar, donde los parroquianos eran ex convictos, marinos contrabandistas, sindicalistas mafiosos, tipos duros y toda una caterva de personajes con los que no nos gustaría encontrarnos en una calle oscura. Trabó conversación con un gigantón de dos metros, de mandíbula pronunciada y cuerpo de gladiador, famoso entre las prostitutas del lugar por el tamaño de su herramienta.

Eduardo le contó detalle a detalle como había podido resolver el enigma del destino de las personas, sin embargo su interlocutor mal entendió sus palabras y después de una larga platica, bañada abundantemente con licor de mala calidad, salió con Eduardo por la puerta que daba a la calle de atrás.

Allí fue donde ocurrió: el gigante, no habiendo interpretado bien el motivo de la conversación, poseyó a Eduardo, con la misma fuerza que el diablo emplearía para arrebatar la virtud de una doncella, provocando serías injurias en su parte posterior debiendo los médicos someterlo a una cirugía reconstructiva donde todo su destino fue borrado, al igual que la ciencia de la anomancia, cuyo psicomago creador, nunca imaginó el vuelo que alcanzaría su broma.

Texto agregado el 16-02-2010, y leído por 206 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
20-03-2010 Una historia bien elaborada y un final totalmente inesperado. Muy buen trabajo y muy bien narrado. 5* Catman
09-03-2010 Aqui no tiene importancia si es autobiogtrafico, lo importante es la originalidad y genialidad de su pluma, lo felicito. Maneja de buen modo el lenguaje y nos hace disfrutar el arrojo de su narrativa. clepsidra
19-02-2010 Siempre sera muy "profundo" el lidiar con el destino, pero nunca me imagine q alguien lo llevara a ese nivel de "profundidad"... muy bueno, pase un buen rato. Y cerca de Poe, no lo he leido, pero empezare a hacerlo. Sldos. airm
18-02-2010 Pensé que la cosa iba muy en serio. Hasta un cafe fui a buscar. Y con una mirada flematica deguste los primero párrafos. Pero debo coincidir con maria_leonor, que el humor negro que le inyecto me ha hecho reir de muy buena gana. Lo felicito, ya que debe ser complicado escribir ironías. Un verdadero arte. D.R. Ricaldi. drricaldi
16-02-2010 Jajaja, Ud tiene una mente muy especial, retorcida y me encanta, me gusta la ironía y la irreverencia, domina muy acertadamente el flujo de la narrativa, debe combatir un poco los gerundios, muy bueno. Pd. Me avisa cuando de sus manos se expanda otro asunto, suelo olvidar los nicks....5 maria_eleonor
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