La seda atraviesa la humedad
tocando el alba,
el termómetro inmoral funciona
porfiado, silba,
a la mujer la estremece el sonido.
El bulevar
en silencio gime su ráfaga de olvido,
ella espera el agua,
el polvo entre sus pliegues quema,
le desgarra el alma,
la seda se pega a su esqueleto
de cristal liquido,
no quiere lágrimas de piedra,
espera al hombre.
La alondra solitaria sacude su plumaje,
ella, espera agua
de la mano del tiempo a su cuerpo,
su sonrisa una mueca de sal,
las tinieblas del bulevar ahogan su grito,
golpeada por la sed muere,
sin ver como el polvo avanza llevándose
su piel, su lenguaje, su arte.
MARÍA DEL ROSARIO ALESSANDRINI.
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