Tenazmente sostienes que hay un otro lado, y que es el lugar donde iremos a parar todos. Alguna vez, por única vez, por siempre. Que ese misterio dibujará sus formas según queramos verlo cuando hayamos llegado. Que escrito está que iremos todos a ese misterioso lugar, algunos viajando, otros cayendo, y los más, muriendo. Además dices que todo esto debe acabar para que empiece ese otro lado que ha estado ahí por siempre, y que partiendo de la nada arribaremos a ese todo.
Yo que te escucho desde el fondo de mí, y maravillado con las fantasías de tu esperanza, te digo que ese otro lado no está al final de tu vida, no está en el futuro de un tiempo que no calculas.
Ese otro lado simplemente es el rincón de los olvidos. Es el rostro que no recuerdas, el beso que no sellaste, la caricia que no llegó, el tiempo en que flotaron tus ilusiones, el dolor que felizmente pasó, el hambre que murió de hambre.
Ese otro lado no es un sitio para después de la muerte, simplemente es el olvido de éste que se olvidó del otro. Es el lugar de lo que no tiene memoria, ni historia, y que ha debido morir para asumir lo poco que somos.
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