Fíjate y prueba.
Si quieres poder juzgar a alguien con un poco más de justicia, antes de absolverle o condenarle esta bien vivir lo que vive su cuerpo.
Fíjate en su gestos, sus posturas habituales, sus andares, como respira, que músculos tiene habitualmente tensos, cuales relajados y luego, imita ese estar. Como si fueses un mimo, imítalo fielmente.
Acabo de imitar tu manera de llevar los hombros, la base de tu nuca, la tensión de los músculos de tu nariz, tu boca, tu mentón. He mantenido la posición, lo suficiente, en mi caso no es mucho tiempo, unos dos minutos, y he empezado a sentir a borbotones lo que sientes tú.
“Un temor desmesurado a que te golpeen esa parte del espíritu, que los poetas llaman corazón.
Un no acabar de reconocer con el cerebro que la tremenda fuerza que tiene el instinto es benéfica, buena para ti y buena para el mundo, si no la corrompes, olvidando que, al fecundar los instintos humanos, el aliento rey, tiene cuerpo de espíritu”.
Esas cosas me cuenta tu cuerpo con solo mirarte.
Y tu cara, tan bonita y querida para mí, que: siempre has conservado salvo momentos débiles, una gran esperanza.
Un beso, muchos besos.
Y ya me pongo a trabajar, contra la inclinación del momento, pero con dos cojones. Que tengo que dominarme, para dejar a un lado, cuando no queda más remedio que hacerlo, estas enormes ganas que tengo de respirarte.
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