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…pues mira, creo que ayer hicimos un buen show. Francamente no entiendo tu malestar. Algo te tiene inquieto y es hora que desembuches. Soy de confiar.
- Es muy cierto lo que dice usted. Me ha dado por pensar a fondo pues me angustian algunas cosas. Digamos…una espiral de nebulosa, sensaciones turbias, un sinfín enmarañado. Quiero decir que siento una cosa aquí ¿entiende usted?
- Pues que no…que no entiendo nada de nada y menos de tus motivos, excepto cierto infortunio solapado, como el aria fallida de un barítono talentoso e inoperante. Salvo esa leve indisposición propia de un nieto mayor que su abuelo, no percibo el menor soporte en relación a esto último que has expresado. Trata de ser más preciso, o de posible, conciso.
- Vea usted el amor de la mujer, pongamos por caso.
- ¡Cáspita¡ No me digas que te has enamorado… Ten presente que hoy gozamos de reconocido prestigio y hay que aprovechar el tiempo en mejorar y no perdernos en callejones ciegos... concédeme la franqueza. La oportunidad para el artista pasa a su lado una sola vez y es de estricto sentido común asirla fuertemente para que no se le escape y le rinda dividendos… Vaya contrariedad.
- No, no es eso. No me he enamorado precisamente. No entran en mis cálculos, por ahora, sueños inofensivos. Apenas que, en mis ratos de ocio acostumbro, vea usted, reflexionar con relativa profundidad sobre algunos temas que me corroen por dentro. Tal por ejemplo el amor que dicen, se profesan los sexos… y perdón por la fatuidad que encierra la proposición.
- No tienes que disculparte y sí lo consideras del caso, revélame con tacto, prudencia y ejemplar brevedad, tus extemporáneas “reflexiones”.
- Gracias. Hace un par de noches mientras usted desarrollaba su parlamento inicial y transcurría para mí, el preestablecido y circunstancial segundo plano de atención, observé detenidamente una pareja en tercera fila. Escuche usted esto. El asunto es que mientras el muchacho hallábase concentrado poniendo atención al parlamento de usted, ella jugaba distraídamente con la corbata del muchacho y sensualmente le bajaba la mano inquieta en pos de las zonas más o menos tórridas o lúbricas según se vea. El miraba hacia ambos lados como sorprendido o turbado por la incómoda situación. Me pareció evidente que ella estaba ahí por imperio de circunstancias no deseadas y tiraba “líneas” de acción inmediata. Algo así como “No me vengas con cultura pepinito mío y llévame de una buena vez para los yuyos”, con la debida gracia de usted.
- En fin…ejemm…y bueno: ¿Qué? (qué se traerá éste bajo la manga)…
- Que me dio por pensar que el amor de la mujer es posesivo, conservador, hasta si se quiere furtivo. Véase qué asunto.
- ¿Debo interpretar que por un hecho trivial o insignificantemente pasional tú arribas a la tal ligera conclusión? Es grave.
- Temo que sí, aunque usted en el ejercicio de un derecho inalienable minimice la anécdota. Esa parejita no improbablemente estaría conformada – hago un simil- por el tipo de mujer y varón promedio, el de los lunes a viernes, el que deambula un circuito abombado como el de las mariposas en torno a la luz. Sábado a la noche, una modesta cena fuera de casa con albóndigas como plato principal, la consabida función de teatro burlesco para chismear en la oficina y vuelta a casa con una tableta de chocolate. Los hábitos dictarían los pasos siguientes.
- ¿Mira tú?... Fecunda imaginación la tuya. Vaya, vaya…Ahora me has tentado y no puedo menos que hacerte una peligrosa pregunta. Una arriesgada pregunta diría.
- Hágala usted: Soy todo oídos y mente alerta.
- Pues ahí va: Dime que opinas del amor varonil, ya que te hallas predispuesto a internarte en aguas tan procelosas.
- Hummm…tengo creo, una respuesta. Diría…bueno…diría que el amor del hombre es evasivo, vaporoso, siempre con el hambre insatisfecha como un lactante respecto a la leche materna.
- Muy interesante, pero opinable, como todas las cosas menos la muerte. Diría más: Tus deducciones generalizan peligrosamente y en algún caso agravian la razón.
- Según usted entonces ¿he cortado grueso?
- Pues como para cañón. Olvidas la conciencia, involuntariamente la menosprecias con tus dichos. Desestimarías incluso, a mi juicio, los preceptos cristianos aunque en este campo no desearía adentrarme. Creo en la heterogeneidad del ser, en el abismo existencial que se abre frente a uno y en función del cual reaccionamos de manera diversa. Para ser más claro te plantearé la siguiente metáfora popular: "Sólo triunfa en la vida quien pone la vela donde sopla el viento". Es una cuestión de buena estrategia pero jamás de determinismos.
- Me siento miserable. Usted revuelve en mi llaga, pero qué me dice del destino – tal vez escrito - que nos acompaña como nuestra sombra.
- Te respondo con algo que he visto rasguñado en una pared o pintado arbitrariamente en un camión deshecho…no recuerdo con precisión una u otra cosa: “El destino y los chistes malos incrementan las arrugas”. La sentencia no es graciosa ni petulante. Es mínimamente adecuada. Pero deseo seguir con el hilo conductor de mi parte en este singular coloquio. Hay también el problema de la libertad, pariente melancólico de la soledad. La vida libertaria a la que apelamos todos sin saber muy bien para qué y por qué, es pelea en esencia y los perfeccionistas se la dan a los auténticos todo lo cual conduce al concepto de diversidad según he referido antes… y a los diez minutos de un pastel. Sin embargo hay un denominador común: El que no trabaja no come. Ahora ten a bien analizar, a la luz de estos humildes conceptos la conducta de la chica en cuestión, ostensiblemente agresiva pero con las ideas claras y prácticas a mi modo de ver.
- ¿Ideas claras dice usted? ¿Prácticas? Tenga a bien ser más explícito.
- Bueno hombre…creo que el carozo asoma de la pulpa. La chica prueba la resistencia de su hombre. Es un dato útil, analiza sus reacciones que bien pueden ser amaneradas. Su “pieza” está en reposo y con la guardia baja. Ella piensa en los réditos de su inversión. Desatiende lo que considera superfluo, tomemos por caso, y se precave de las ironías de la vida. No es un acto de posesión. Es meramente una actividad que practican los interesados en ellos mismos. Y así camina el mundo, de otro modo saltaría la liebre en un baile. No sé si he sido claro.
- Usted me ilumina tanto como me asombra.
- La malevolencia, el odio, la falsedad del hombre han afinado el olfato de la mujer. Su lucha es permanente y en estado de vigilia. Convendrás conmigo en su absolución.
- Visto de ese ángulo no tengo más remedio. Y…digo…más bien… ¿Qué, respecto al muchacho? sometido evidentemente a la tortura del deseo cautivo o al tironeo de la infinitud de la obra artística.
- Poca cosa. Hijo de su madre apetece la diversión barata como el cachorro del león juega con piedrecillas. Busca frecuentemente la verdad pero en cuanto la halla la demuele. Tengo para mí que es parte de su juego. Está de vuelta de todas las cosas y nunca ha ido a ninguna parte, como afirmaba con suficiencia el maestro Mairena. Soy conciente que generalizo en este punto pues reconozco al noble por su peinado y al santo cuando sube la guardia. El varón es el único animal biológico capaz de aconsejar lo siguiente: “Poneos en guardia contra mi mismo”. Toma partido, lo cual no es poco. Se atribula y levanta iglesias, se entusiasma y cocina en la pira a los curas.
- Me place.
- ¿Qué te place? …¿esto último? ¡¡Vive Dios¡¡
- No, no. Me place su escolasticismo. He de pararme en los pedales para refutarle.
- Te escucho con mucha atención.
- El hombre se desconsuela ante la primer contrariedad no lo dudo; pero la reflexión metafísica lo encolumna. Ese sentido de la muerte, el gusto por los buñuelos lo torna conservador, pero viril ante el escepticismo.
- Vea usted los poetas. Su fe racional en el ser poético es tan conmovedora como contradictoria no obstante, para su felicidad queda a salvo del ser político. Pero "ni aquí" contribuye en nada a la sociedad. Es un Ente, un ejemplar zoológico, el poeta. No decide; apenas si sobrevive. Inevitablemente.
- Puede ser… en fin. Este sabroso coloquio sería algo de nunca acabar. La conversación se ha tornado fascinante pero es hora de trabajar. Tráeme la valija.

La gente del pequeño pueblo espera en la puerta de la pensión la salida de quienes harán las delicias según consta en la pancarta colgada en los cuatro lados de la plaza pública. “- Hoy – El muñeco Chispita y su partenaire Julián – Hoy – 20 horas. Los esperamos a todos para pasar un buen rato de alegría para grandes y chicos”.
No pueden dar crédito a sus ojos. Asombro y estupefacción. Un pequeño muñeco, de levita y moña pintados en el cuerpecito de cartón y engrudo, ojos de vidrio y mandíbula oscilante, arrastra penosamente una maleta. Algunos aplauden, otros se persignan. Enfila naturalmente hacia la plaza dando pequeños saltitos de rana conducido por un hilo invisible. Un corajudo se presta a cargar con la maleta. Suda el prejuicio de Satanás.
Satisfecho saluda al público que no puede creer lo que ve.
¿Qué es esto Jeremías? ¿Acaso el día del Juicio Final? ¡¡ Es asombroso¡¡
Oye mujer… toma las cosas como vienen que bastante tenemos ya con las que hay que ir a buscar. En lo que me es atinente te diré que luego de verte en camisón no me asombro de nada.



LUIS ALBERTO GONTADE ORSINI
Derechos reservados

Texto agregado el 16-02-2010, y leído por 128 visitantes. (0 votos)


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