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Inicio / Cuenteros Locales / d-kun / Las ideas de la vitrina

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Tengo un hobby muy entretenido, mi propio cultivo. Pero no uno convencional.

Yo cultivo ideas. Y hasta hace unos días no lo hacia, sino que tomaba las que tuviera a la mano, con ellas preparaba platillos de ideas (otro de mis hobbies). Los resultados eran buenos o malos de forma aleatoria y eso no me gustaba (pues quiero ser famoso y que mis platillos de ideas siempre sean buenos).

Un día, empujado por mí “lado maligno” y “ansias de fama”, decidí buscar unas ideas, las mejores. Pensé (de puro idiota y perezoso) no dar vueltas e ir donde siempre se consiguen unas ya echas. Una vez allí en el mercado negro pregunte al primer grupo de traficantes que vi. Un hombre salto como si hubiera estado esperando siglos en ese lugar y le doliera el culo por ello, y enseguida me bombardeo con ofertas, después de examinarlas las esquive como pude, pues supe de que se trataba, ideas tratadas químicamente para que no se notara que eran viejas. pensé mientras el hombre seguía su discurso, el cual yo ya no atendía. susurro la voz de mi lado maligno para completar mi pensamiento.


Un tiempo después de dar vueltas y vueltas por el mercado negro, y escuchar a cientos de personas que me ofrecían ideas de lo mas variopintas, me di cuenta que ninguna idea me gustaba. Llegue a desesperarme a tal punto que empecé a pelear con “ansias de fama”, hasta que “lado maligno” nos detuvo y nos hizo señas para que volteáramos a mirar.
Y allí estaban las ideas más grandes y apetitosas que había visto hasta el momento.
Estaban en una vitrina, muy sencillas (no como las sofisticadas y complejas que me ofrecían en el mercado negro), colocadas en la parte frontal de un pequeño local. Rápidamente me acerque (no sin antes decirle a “lado maligno” y “ansias de fama” que se ocultaran) y me quede babeando la vitrina. En ese momento un anciano con cara de bonachón se acerco y me enseño las ideas, de las cuales era dueño.

Después de su discurso el cual no atendí para variar (y de babear otro rato), le dije que necesitaba esas ideas, y le explique que eran para preparar una receta. En ese momento frunció el seño como si lo hubiera ofendido recordándole a su madre. Me dijo de manera tajante que jamás las vendería, eso me irrito. Empecé a discutirle, incluso los tarados de “lado maligno” y “ansias de fama” salieron a renegarle al anciano. El al ver de qué se trataba puso su cara de bonachón y me dijo:

-Calma muchacho, con esos dos nunca vas a llegar a ningún lado.

Nunca lo olvidare, el ridículo que me hicieron pasar mi lado maligno y mis ansias de fama (a los cuales mande al diablo desde ese momento) y lo que me dijo luego el anciano, al entregarme una bolsa:

-Esto- dijo señalando la bolsa, como reprendiéndome -Es mi secreto, y con ello estoy seguro de que obtendrás buenas ideas, pero… ¿sabes como usarla?

Yo respondí que si, con una seguridad, que el anciano supo que la aprendí de otro amigote llamado “ignorancia”, probablemente el también le conoció.

-Es muy fácil, primero limpio el campo en mi cabeza, luego hago un arado y allí planto el contenido de su estupida bolsa.
-¡Tarado!- grito, mientras me golpeaba en la cabeza -¡No es de esa manera!-
-¡En ese caso dígame como, en lugar de golpearme! ¡No ve que duele!- Respondí mientras sostenía mi cabeza.

El anciano empezó a caminar por el local probablemente para calmarse, y luego continúo hablando, de nuevo puso su cara de bonachón:

-Te lo buscas muchacho, eres muy testarudo y apuesto a que pondrías de malas incluso al más sereno. Es mas debería quedarme callado y dejar que continuaras buscando algo que jamás has necesitado.
-¿A que se refiere?- Pregunte con cara de menso.
-Tú no necesitas las ideas de otros. Ya tienes en tu cabeza las tuyas, solo necesitas abonarlas. Para eso es la bolsa.

Se preguntaran que encontré en la bolsa que me dio el anciano, del cual me despedí dándole las gracias. Justo al llegar a mi casa, mire las instrucciones en el empaque, las cuales eran muy sencillas:

1. Abra la bolsa con cuidado. (Ohhhh)
2. No vierta el contenido directamente en su cultivo, sin antes pasarlo por un colador y quitar lo que no le guste. Recuerde: El consumidor siempre tiene la razón.
3. Cuide su cultivo. (Recomendado)

Después abrí la bolsa y de ella salio una arena color plata muy brillante llena de guijarros (probablemente las impurezas de las que hablaba la bolsa) y un pequeño papel. Una nota del anciano que decía:

“Estos granos de arena muchacho, son mis consejos espero te sean de utilidad”.


Han pasado unos meses desde mi encuentro con el anciano, y como les decía al comienzo ahora tengo mi propio cultivo y de el e sacado unas ideas increíbles. Pero el no las a podido ver, porque se fue de viaje, el muy sabiondo.
Un largo viaje.
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A mis compañeros que siempre me dan sus consejos.
Arena plateada en presentación económica.

Texto agregado el 21-06-2004, y leído por 510 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
14-05-2007 Muy bien!! Me gustó atari
21-06-2004 Es una especie de fábula, bien contada, aunque con alguna faltilla ortográfica, pero muy grata de leer. un saludo. sergioremed
21-06-2004 Este cuento es uno de los mejores que he leido en mucho tiempo. La idea es bastante buena. Me parece que encierra una moraleja mágica y muy sencilla, pero que nos puede servir a todos!!! Buena esa, muchacho. Lartaror
 
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