Compadre
Compadre quería contarte tantas cosas. El mundo parece loco y cada vez que salgo de casa el cielo me anuncia que este día será tan igual como el de ayer. En mi vida nada ha cambiado desde la última vez en que nos vimos. Sigo escribiendo a puerta cerrada y con mis manos largas estiradas a lo largo de la hoja. Aún no tengo claro el porqué de mis problemas, pero me acongojan y me hacen sentir culpable de algo que nunca he hecho.
El día de ayer vi a una hermosa mujer y quise hablarle, pero me acordé de ti y de tu incesante búsqueda intranquila y preferí callar, seguir caminando y mirar el suelo. Si
ha de aparecer mi mujer en mi vida no seré yo quien hable. Pero tal vez ella piensa lo mismo y en este momento preciso está esperando que yo le hable. Así nunca nos conoceremos. Pero ¿cómo saberlo, compadre, cómo saberlo? Estos son los problemas de los que te hablo.
Cuando nuestros amigos – si te acuerdas de ellos – me cuentan sus problemas realmente me duelen. Lamento tanto no poder con todos ellos y solucionarlos de la manera más sencilla y más eficiente para cada uno de los que aún son mis amigos. Pero no tengo la solución. ¿Cómo saberla, compadre, cómo saberla? Estos son los problemas de los que te hablo.
Hay veces en que mi actitud se muestra indiferente y antipática frente a algunas personas. Pero yo no quiero eso, siempre trato de dar lo mejor que tengo y no caer en el enojo de los demás, por muy irracionales que me parezcan. Siento que no soy de este mundo y que son pocos los que me acompañan. Que no tengo un camino claro, sino que uno lleno de piedras filosas que dañas mis pies. Me gustaría estar sólo con quienes le importo y quienes me importan a mí, pero sé que aquí es imposible. Quiero conocer el camino limpio y sin piedras, pero cómo. ¿Cómo saberlo, compadre, cómo saberlo? Estos son los problemas de los que te hablo.
Sin embargo mi vida no es del todo problema, pero no te preocupes que mejorará. Esa fue una broma como las de antaño, ¿recuerdas? También tengo mis buenos momentos como éste. No entiendo porque la gente no se toma la molestia de conversar tan tranquilamente junto a sus amigos. Es una sensación tan conmovedora, tan relajante que te da todo el ánimo suficiente para seguir adelante enfrentando al mundo con la cara más impetuosa y valiente que hemos de tener. Será porque la gente es sólo eso: gente. Pero como hago yo para vivir con esa gente, espero que tú lo sepas. ¿Y cómo saberlo, compadre, cómo saberlo?
Lamento no haber traído flores con mi visita, pero sé que no te gustan mucho, así que eso en algo me reconforta. Para la próxima vez que te visite, mi amigo, será con flores, las que tú quieras. Pero ¿cómo saber cuales, compadre, cómo saberlo?.... si estás muerto. Lamentablemente estás muerto y no vendrás. Sólo vienes cuando aquí estoy, parado junto a tu tumba que se gasta por los años y que te va dejando atrás. Sin embargo, los años se hacen cada vez más cálidos pensando en ti. Quiero pensar que siempre estás aquí y que cuando quiera puedo verte. Y aunque cuesta trabajo, lo logro. Es una de las cosas buenas de esta vida. Que después de morir puedes seguir con los vivos. Pero una vez muerto ¿podré estar contigo? ¿Cómo saberlo, compadre, cómo saberlo?
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