Saltando en una patita
llegó la vieja Yolita
excarcelada por la vida,
o por la inescrupulosa muerte,
sobrevivió de milagro,
transitó hogares ajenos,
mustia y endemoniada,
como una doña gata en celo.

Añoraba su cubil,
sus remiendos y cobijas,
se moría por los ecos
de su casita vacía,
pero la encerraron una noche
en una jaula dorada.

Día tras día, mes tras mes
cumplió la pena la anciana,
se tragó la furia, lloró,
despotricó y luego clamó,
por esa libertad robada
que ella tanto añoraba.

Sus males y las medicinas
fueron sus mudos carceleros,
nunca perdió la esperanza
de romper todas las cadenas,
por loca, fue sentenciada
a triturar sus más caros sueños.

¡Mi casa! ¡Quiero mi casa!
ya no rogaba, exigía,
y más le dolían las sogas
que le apretaban su pecho,
la libertad no asomaba
en sus sueños y desvaríos.

Pero, pronto sucedió
que carceleros y reo
fueron cambiando papeles,
tan presos eran los guardianes,
como desatado estaba el reo,
se intercambiaron los sueños,
el reo soñaba en las calles
y los carceleros en la celda.

Yolita, la terca Yolita,
demandó a todos los demonios,
quiso huir, quiso volar,
la jaula permanecía entornada,
y más corría su espíritu
que su par de piernas cansadas,
¡cuan lejos huye la mente!
¡cuan corto se hace el aliento!

Hasta que un buen día surgió
un manantial milagroso,
una buena nueva aguardaba,
en el dintel de la puerta,
-¡Regresarás a tu casa Yolita!
¡Ya no podemos contigo!

Y soltáronse las cadenas
los perros ladraron felices
y hasta los zorzales sonrieron,
se abrieron todas las compuertas,
y un camino largo y florido,
su casa tan anhelada
le franqueaba todas sus puertas
y el corazón de la Yolita
entonó un acorde de dicha.

Recibida fue como heroína
luciendo sus tercas medallas,
ancianas más viejas que ella
se llenaron de primaveras
y la Yolita, cojeando,
subió por fin los peldaños
e ingresó a su casa adorada
y hasta los hombres lloraron,
ha regresado la Yolita,
nunca más la sacarán viva
de esa casa que es tan de ella…