La invisible saeta surcó el aire y traspaso la chemisse blanca incrustándose en su pecho. De inmediato el mortal veneno comenzó a extenderse a lo largo de su cuerpo, pudo sentirlo galopando por cada una de sus venas y agolparse al paso de cada uno de sus órganos, pudo sentir el preciso momento en que inundo su cerebro aislando sus neuronas, haciéndole imposible llevar un pensamiento mas allá de la intuición provocando de inmediato movimientos torpes y sutilmente involuntarios. Sus ojos adquirieron un color inusual y más brillante. Tras un breve escalofrío, un torrente de sangre se agolpo en su rostro y un par de gotas invisibles amenazaron sus sienes. Finalmente quedo paralizado, incapaz de unir más de dos palabras en una sola frase. Se concreto a dibujar una imperceptible sonrisa que lo hizo sentir entupido.

Ella contesto, sin entender. La extraña mirada del desconocido, con una sonrisa y siguió su paso a lo largo de la pasarela, dio media vuelta y regreso por donde había venido marcando graciosamente cada uno de sus pasos lo que hacia de sus caderas el inevitable blanco de todas las miradas. Un nutrido aplauso marco la conclusión del desfile y el lugar fue quedando desierto. El continuó sentado mirando la cortinilla del fondo aun sin comprender que esta vez, cupido no había errado.