Hace algún tiempo vivía en un jardín una amable iguana de color verde esmeralda. Siempre estaba al servicio de los demás hasta incluso de los bachacos mas malhumorados que dejaban rastro de sus picadas a los pobres niños que se acercaban a su casa.
A pesar de su gran amabilidad y solidaridad a los demás animales y de compartir muchos momentos lindos con las ranas y los sapos. Carla se sentía muy sola y triste.
- ¿Que te pasa Carla? Le pregunto el coquito del jardín.
- Me siento muy sola. Ya toda mi familia se ha ido, y solo quedan mis hijitos que pronto han de nacer. Pero si lo descubren esos humanos, estoy segura que querrán mis huevos. No se conforman con comer otros alimentos. Tienen que comer cualquier ser viviente que viva por el jardín.
- Es verdad, son muy egoístas dijo el sapito.
- Ya quedamos muy pocas. Por eso dicen ahora que somos un animal exótico. Pensar que éramos muchas y podíamos vivir tranquilamente, asomarnos a tomar sol en las ramas de los árboles, pero ahora nada es seguro.
- No te preocupes, ya inventaremos algo. Nosotros somos tus amigas. No te dejaremos sola. Puedes quedarte en mi casa le dijo amablemente una ardillita.
- Pero yo soy muy grande, y estoy un poco gorda.
- Si no fueras tan grande te quedaras con nosotros, y te defenderíamos con unas buenas picadas dijo el bachaco mas colorado de la madriguera.
- Ya sé. Que tal si te quedas cerca del panal de doña Cristina. Es una abeja muy quisquillosa y celosa de su panal y además tiene una buena ponzoña. Y las picadas son súper potentes dijo una mariposa de color rosa.
Carla se sintió mejor, y se fue a vivir en una rama alta de un Apamate cerca del Panal de Doña Cristina. Pasó el tiempo y ya era la época mas caliente del año, y Carla quiso bajar a tomar un poquito de sol. En ese momento los descubrieron varios muchachos.
- Mira esa iguana, que gorda esta. dijo uno de ellos.
- Debe tener unos huevos muy sabrosos dijo el otro.
- Pobrecita, es tan bonita para que le vamos hacer daño dijo el más pequeño
- No seas tonto. Dicen que las Iguanas saben a pollo. Y yo tengo tiempo que no me como una dijo el mas grande.
- No te metas con ella, oí que las iguanas salvajes como esta se alimentan de los insectos voladores, y si se extinguen estaremos llenos de bichos.
- Pero no ha ocurrido todavía, así que me voy a dar un festín tomando una piedra para matar a la pobre.
Sin embargo el niño se abalanzo hacia el otro, y el más pequeño quedo derribado en el tronco del árbol. Sangraba mucho por la nariz, y tenia las rodillas llenas de sangre.
- Viste lo que te paso, ahora tengo que salir corriendo a la medicatura.
El niño le dolía toda el alma, pero estaba satisfecho. Por lo menos no se la iba a comer ese día.
Cuando Carla se dio cuenta de la situación se fue corriendo hacia el árbol y se escondió en la rama más alta.
Sin embargo, Pedro vino el otro día. Todavía tenia la idea de cazar la iguana. Lo que no se había dado cuenta que doña Cristina estaba cerca, y cuando vió que se le acerco a su querido panal le dijo a las otras abejas.
-Enemigo al asecho.
Y de repente salieron en bandada y picaron al muchacho por todos lados. El pobre estuvo muy mal. Lo tuvieron que internar en la medicatura. Las picadas eran tan fuertes que casi pierde la consciencia.
Un viejo al oír toda la historia dijo a todos: “Eso es un buen ejemplo de las consecuencias de la crueldad del genero humano”. Yo he vivido mas y se que la naturaleza siempre pasa factura, y en este caso esa iguana y sus amigos le pasaron factura a ese muchacho.
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