Ella una vez me dijo
que tus ojos eran agua
de un río ilimitado,

que tus manos la extensión
del universo ataban a la vida
y las rosas florecían de
tus labios sosegados,

mencionó un no se qué
de verdades irrespirables
que nacían de tus entrañas
recamadas de perlas, oro,
creo que plata y papel
de cocina,

dijo que salías de noche
a respirar el llanto de otros
para que la tristeza volase
de las manos apaciguadas
de los guerreros,

me contó historias
que mi mente blandita
nunca había oído antes,

se hizo amiga de mis
párpados oscuros por
el agua de manantial apagado
que lamía mis venas como
un cántico angular.

Y nunca dejé de soñar
con sus manos blancas,

en las tardes mi recuerdo
se bañaba en sus ojos de mar.