- ¡Te digo que he sido abducido!
- Ya podrías inventarte una excusa mejor por volver a estas horas…
- ¡Pero es que es cierto! Estaba en el bosque, buscando plantas medicinales. Todo estaba oscuro y tranquilo, pero de repente noté que estaba demasiado tranquilo. No se oía nada, ningún ser vivo, ni el susurro del viento, ¡nada! Y entonces apareció.
- Te he dicho miles de veces que no te fumes esas hojas…
- ¿Me dejas continuar? Una luz potentísima apareció de la nada sobre mí. Y de repente, noté que flotaba en el aire, y que esa luz tiraba de mí.
- Si que sería potente para levantarte a ti del suelo…
- Bueno, el caso es que cuando quise darme cuenta ya estaba dentro de su nave. Había luces extrañas por todas partes, y me vi rodeado por unos seres espantosos. Aun así, no sentía ningún temor, era como si oyese una voz en mi interior que me transmitía amor y tranquilidad. Estaba claro que eran seres muy avanzados, no necesitaban el lenguaje para comunicarse. Me pusieron a hacer unos tests, preguntas de todo tipo. Me temo que no les parecí muy inteligente.
- Ves, eso sí que me lo creo.
- Al final, quisieron examinar mi cuerpo. Me sentí ultrajado, por muy buenas que fueran sus intenciones. Se quedaron muy sorprendidos por nuestra forma de reproducción. Entonces perdí la consciencia. Y cuando volví en mí, estaba de nuevo en el bosque, era tardísimo, y volví a casa lo más rápido que pude. Ahora ya sabes toda la historia.
- Y tus amigos espaciales, ¿te dijeron de donde venían?
- Algo de un tercer planeta que gira alrededor de un sol amarillo. A saber cómo se reproducirán allá.
- Pues hablando de eso, a ver si me haces un poquito de caso a mí, que tengo las esporas a punto de estallar...
(Este cuento va para petzenko, con todo mi humor, porque una visita a sus textos torna cualquier tristeza en sonoras carcajadas. Amigo petzenko, si no existieras, ¡habría que inventarte!)
|