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Para cocinar hay que poseer cierta paciencia, diferente a cuando se manduca, que puede realizarse a lo bestia. Hicimos una salsa que sabe a jarabe y que suelta un vapor como el éter. Y en un horno a fuego fuerte, asamos una carne como de dinosaurio, a la que luego le aderezamos la salsa que terminó por estropear lo mejor que teníamos. Como resultado, con Nancy decidimos divorciarnos, ya que nuestra economía está quebrada no pudiendo seguir la costumbre comer en los restoranes. Pasado un tiempo, no me hago ningún problema pues mi ex mujer fue una araña venenosa que suelta espuma por la boca.
Ahora teniendo una nueva pareja le hice la proposición de contraer nupcias, petición que fue aceptada sin dudar un instante. Aun conservo la cresta fruncida por el susto que arrastro del anterior matrimonio, pero confío que con esta nueva mujer las cosas han de salir mejor.
Ella hace de esta noble profesión de cocinar un verdadero arte, ama todo ello y quedarnos en casa, más luego con la panza llena pretende ir a la cama con la intención de tener relaciones sexuales.
Hoy día Lunes de principio de Febrero del dos mil diez, en la cena a preparado una anguila al escabeche, que vistas de lejos hace recordar a una víbora cobra hecha rebanadas, más alquiló una película condicionada habiendo prometido lo peor. A mi me encanta la sobremesa pero ella no pierde tiempo para comenzar con lo sexual.
Yo le tengo que indicar cuando hemos finalizado de comer, y no precisamente para levantar la mesa, puesto que pensando en lo que vendrá suele perder la armonía en mitad del banquete. Pero siempre lo solicito con ternura pues no desearía que pierda la dicha interesante costumbre.
En casa el que manda soy yo, aunque a fuerza de superación fue ganado terreno en el sentido de aplicar el reglamento, de hacerme gozar intimidando mi antigua condición de caudillo.
Me encuentro dedicado a la venta de libros, y de a poco el trabajo va mejorando, por lo tanto nuestra finanza aumenta con el transcurrir del tiempo.
Tengo amurada en la pared una biblioteca donde guardo revistas que quedan de yapa, se leer pero ni por dinero soy capas de hacerlo. Fui criado en un vagón de tren para lo cual nunca aprendí más de la primario. Eso si conozco un poco de mecánica de automotores, pero odio la grasa, por lo tanto da lo mismo que sea un ignorante. Tampoco me encuentro interesado en la transformación de la realidad, me encantan como son las cosas y nada deseo que sea distinto, solamente que quisiera un poco más en lo referido al dinero; con tan solo lo necesario soy el tipo más feliz de la tierra.
Veinte años es mucho tiempo como para aprehender a vivir correctamente, nadie me ha podido cambiar, ya no creo que vaya a ser otro. Cuando muera tengo pensado en un cajón ir a para a la bóveda donde descansan los restos de mi madre.
Marcela esta haciendo mayonesa, de tanto batir está colorada como si hubiera tomado sol en el Sahara. Por mi parte solo exhibo una importante costra de mugre, pues anduve jugando a la pelota en una cancha de tierra.
Esta será una velada de amasijo, la petisa esta por demás mimosa y la anguila de rio sabe a alimento afrodisíaco. Son las costumbres lo que hacen al humano ser reticente, nunca el cuerpo dice basta cuando hay placer de por medio, es la mente enferma la que impide el correcto funcionamiento de la persona.
Hoy tengo el miembro macizo como para asignarle un vendaje, o un apósito para elefantes, voy a sudar sangre de tantísimo bombear la canilla; hoy mi mente es una chimenea de pensamientos libidinosos.
Carezco de celos, no existiendo un opositor que se me compare, duermo tranquilo de toda duda existencial. Noches pasadas, después de una suculenta raviolada casera, con estofado de cuadril, pude llenar un condón entero en una sola deposición, y todavía rebalsaba un poco, tranquilo espero que esta noche salga lo mismo.
La petisa es maleable, pero aguanta cualquier asonada, las piernas son verdaderas tijeras a las cual no hay manera de ofrecer resistencia. Con todo lo fuerte que soy me siento una rata en la trampera, un pajarito pegado en el alambre. Miro la cosa parada y me parece estar frete a un faro.
Por momentos me considero un ser superior, porque la naturaleza me responde con vehemencia. Es decir, percibo que puedo manejar el tiempo, andar de la mano del sol amistosamente, como una parte sustancial del engranaje, igual que con los astros, y los seres vivientes que están conectados con mi mente de una manera patente.
Al día siguiente de aquella cena donde comimos ensalada de mejillones y calamares en su tinta. En la que luego hicimos el amor la noche entera, amanecí con el semblante muy amarillo.
Entonces preocupados, previa autorización de la obra social, llamamos al médico de cabecera, quien me diagnostico insuficiencia renal, problemas en el hígado y arritmia cardíaca.
Demás esta decir que ese día de considerarme una supernova, estrella sobrenatural, pase a sentirme un roedor de alcantarilla.
En poco tiempo, a pesar de sentirme fenómeno, amanecí en una camilla perteneciente a la ambulancia, ya que dicho pigmento, cual tintura uniforme, se afianzo aun más en todo el cuerpo.
Para enseguidita enterarme de que necesito un trasplante de riñones e hígado. Un desastre dramático que tira las ilusiones por la borda.
Aunque gracias al gremio puedo estar primero en la lista de espera para conseguir donante.
De todas maneras continuo con la idea de que soy un semidios, solamente que ahora de regreso al hogar.
La cuestión es que nuevamente quede sin esposa, pues Marcela me abandono en plena recuperación. Pero en su lugar ahora estoy de novio con una enfermera.
Se llama Lucila, es por demás suave y solo piensa en formar un hogar y tener muchos hijos, en fomentar una familia que viva en una nube de algodón.
Para nada estoy enfadado con la vida, solamente que ahora me siento un hombre común.
Por fortuna solamente me trasplantaron parte del hígado, ya que el resto de los problemas mejoraron rápidamente.
Estoy atado con alambres pero tengo la potencia anterior, soy sutil y alusivo, un rápido apostador del amor en estado de pureza.
Clavados mis brazos a la cama del nosocomio, cohesionado con la manguera del suero, maleable juguete esperanzado, muy a pesar de todo cero agresividad, con todo favorable para mi recuperación y nueva inserción a la temible realidad de todos los días.
Juro que nunca más le daré la espalda al cielo, seré una gota cristalina, la estampa de un patriota que lucha por mejorar la acuciante realidad. Hoy mi ego hiso parir humildad, estoy deshecho pero en vez de considerarme un ser superior a todos los voy a bendecir, los voy a proveer de sabiduría sin embarcarme en ideas excéntricas. Aun hay oro debajo de la almohada.
Con Lucila hacemos el amor tres veces por semana, y aunque me cueste un poco trato de que sea breve. Solamente buscamos que ella quede embarazada, sin curvas vamos directo al objetivo primario. De todos modos la cama es un incendio que se propaga. Quizá por primera vez realmente me siento muy enamorado.

Texto agregado el 11-02-2010, y leído por 151 visitantes. (0 votos)


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