Era una pequeña semilla empaqueta sin esmero, viajaba hasta Perú junto con un lote de flores que exportaban de Ecuador. El viaje era una experiencia nueva, las no nacidas como les decían a las semillas, iban escuchando la conversación de las mayores, las flores más expertas hablaban de sus nacimientos, de sus primeros pétalos, de la noche bajo la luna y las estrellas, de sus primeras orugas molestosas y que lo único bueno es que, cuando estás crecían, podían convertirse en hermosas mariposas.

Largo rato se escucharon las risas y hasta los llantos, algunas rosas extrañaban su hogar, otras mas aventureras se sentían a gusto, ya que, aunque este fuera el único viaje en toda la vida, pensaban que sería mas emocionante terminar sus días sobre la mesa de una linda casa y ser el centro de atención que vivir sin conocer el mundo como sus congéneres salvajes, se escuchó un grito, una flor algo despeinada se quejaba, ella prefería la vida larga y apacible así terminara devorada por alguna plaga, luego, unas y otras alzaron la voz, se armó una tremenda discusión, hasta que el cansancio las venció a todas y se quedaron dormidas. Misky, nuestra pequeña semilla, no puedo dormir, era muy pequeña aun para saber si quería vivir toda su vida en el patio trasero de una casa, en un huerto ó en un centro de mesa, aquella conversación que al principió escuchó con suma atención terminó por aterrarla.

Llegó otro día y todas despertaron de sobresalto, se abrieron las puertas del conteiener y sin que pudieran despedirse unas de otras, fueron trasladadas por unos hombres pequeños y mal vestidos, debido al forcejeo del trabajo, de la bolsa en que iba misky se cayeron algunas por el trayecto.

No se sabe cuanto tiempo pasó, ya que, cuando uno está en manos de la naturaleza, ésta se toma el tiempo necesario para preparar a cada criatura, para darle toda la forma y energía necesaria con la cual pueda hacerle frente al mundo, así fue que Misky abrió los pétalos una tarde de abril, cerca de un pequeño charco de agua donde pudo verse en el reflejo cristalino, tenía unos carnosos pétalos rojos, era una joven y hermosa tulipán, estaba feliz, el sol la acompañaba toda la mañana hasta caer la tarde y una fila de hormigas se subía por su tallo para hacerla reir de tantas cosquillas, pero sobre todo, adoraba las noches en que se quedaba despierta hablándole a la luna, aunque esta nunca le respondiera, ella le hablaba y le hablaba.

No tardó mucho tiempo para que misky fuera reportada por uno de los operarios, sin ningún cuidado la arrancaron de raíz y a pesar de haber escuchado que las flores tenían una vida muy glamorosa en las casas de algunos millonarios, ella no tuvo tiempo de entender aquello, sus pétalos se fueron secando en aquel florero de fina porcelana, al final, cuando todos pensaron que ya estaba muy vieja para la casa, la cambiaron por flores más fresca, pero ella, ella, hace mucho que se había dormido a un costado de la Luna.