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EL HOMBRE BALA

El campito estaba bastante oscuro, apenas iluminado por una gigantesca luna llena y el resplandor de las luces del circo, los pajonales dificultaban su desplazamiento. Aún así logró cruzarlo en poco menos de un minuto.

Se detuvo a un par de metros de su amada. Respiró hondo para recuperar el aliento. Giró. Se dobló un poco, apoyando sus manos sobre las rodillas y volvió a mirar la gran carpa. Esa en la que vivió tantos años. Esa en la que vivió sus momentos más felices. En la que también pasó las noches más tristes. Esa en la que durante más de quince años realizó todo tipo de trabajos y en la que en el último año se había convertido en la atracción principal.

Desde esa noche y para siempre cambiaria de lado. Se pasaría al lado que ocupan las mayorías. El lado en el que él nunca había estado, ni siquiera de niño, desde ahora seria espectador. Solo faltaba un acto, el gran acto final.

Infinitas sensaciones se le arremolinaban en ese momento. Esa mezcla inexplicable de angustia y alegría, de libertad y miedo. Se sentía igual que aquel niño que había sido apenas tres lustros atrás. Aquel que con solo once años desembarcó en el puerto de buenos aires con una pequeña valija y una carta para su tía Krystka.

Del puerto había salido sin problemas, nadie le prestó mayor atención. Pero no conocía el idioma, tampoco tenía dinero. Nunca encontró a su tía Krystka. Nunca entregó esa carta en la que su madre le escribía a la hermana explicando la dureza de la guerra y pidiendo que cuidara de su hijo pues ella temía por su vida.

Deambuló sin rumbo durante dos días. La alegría de pisar tierra se convirtió rápidamente en angustia, la sensación de libertad dio paso al miedo de la soledad. Intentó regresar al puerto pero no pudo encontrarlo. Lloró mucho. Extrañaba a su madre, sentía que la había defraudado.

En un tren de la estación de retiro se había dormido y el guarda lo bajó en algún lugar mucho más pequeño, mas desolado. Era de noche, tenía hambre, frio y mucho miedo. Caminó un par de cuadras atraído por las luces de una gran carpa. Consiguió algo de comida en una casilla abierta y volvió a quedarse dormido.

Cuando despertó era de día y un niño apenas más grande que él lo miraba con desconfianza mientras le tocaba la panza con una ramita. Déjalo en paz, dijo el hombre mayor aunque él no alcanzaba a comprender.

Se levantó de un salto y el niño cayo del susto. Intentó salir corriendo pero el hombre de pelo blanco se lo impidió a la vez que le ofrecía un pedazo de pan y una taza de leche caliente. Devoró todo inmediatamente y recién después vio que sobre la mesa estaban sus papeles.

Escuchó que el hombre, con mucha dificultad, decía su nombre, o por lo menos lo intentaba. Ge.....ger...ik Wojjjjjj......kiewww......wicz. ¿De polonia eh?, Gerik Wojkiewicz, deben haberlo anotado mal, eso no es un nombre le dijo al niño y lanzo una carcajada. El otro miraba con desconfianza desde el suelo.

Le extendió su mano y se presentó.
-Soy Julio Gutiérrez, dueño del circo y ese que mira con cara de opa es mi hijo Gonzalito. Y..... ¿Dónde están tus padres?.......... ¿No serás mudo no?.......... ¿No entendés lo que digo?

Parecía un buen hombre, le recordaba a su abuelo. Aunque no podía entenderlo, mientras seguía hablando, presentía que podía confiar en ese hombre.

-Ger.... wich.....Wojjj.....quich......pich. Se puede quedar todo el tiempo que quiera pibe.

Lamentó haber perdido su equipaje. Tal vez ese hombre hubiera conocido a la tía Krystka.


Los años fueron pasando. No tardo en acostumbrarse a la vida del circo. Todos lo trataban como parte de la familia. Aunque trabajaba a la par del resto tenía el privilegio de vivir en la casilla de los Gutiérrez.
Gonzalito nunca lo aceptó, pero a regañadientes, le hizo un lugar en su baúl por pedido del padre.

Gonzalito era muy haragán y el polaquito, sobrenombre tan simplificador como obvio que había recibido Gerik, le hacia sus trabajos para intentar ganar su confianza. Poco a poco empezó a comunicarse en media lengua y comenzó los estudios con el resto de los chicos de la familia circense.

Hizo todo tipo de trabajos. Conocía todos los secretos del circo. Don Julio sabía que su hijo era algo atolondrado y mantenía la esperanza de que el polaquito lo ayudara el día que él se fuera. Armó las carpas, alimentó y curó a los animales, fue ayudante del mago y del adiestrador de perros, acomodador y hasta atendió la boletería.

Cuando apenas había cumplido los diecisiete llegó un nuevo trapecista y, aunque odiaba las alturas, se convirtió en su ayudante de muy buena gana. Le gustaba estar sobre el escenario más que el resto de las cosas. Los aplausos lo llenaban de orgullo. No podía evitar emocionarse cada vez que sentía el reconocimiento del público. Sabía que su madre estaría orgullosa de él. Odiaba las alturas, pero desafiaba el miedo cada noche. Malena, la hija del trapecista era un motivo más fuerte que cualquier temor.

Juntos formaron un trío que noche a noche volaba sin red por las alturas infinitas de la gran carpa. Allá donde solo llegaba la luz de los reflectores.
Fueron años muy felices. El amor con Malena se hizo incondicional pero lo mantuvieron en secreto para no alimentar el rencor de Gonzalito con quien ya prácticamente no se hablaban. Tenía casilla propia. Era un verdadero artista.

Una noche, durante una nueva rutina, un accidente fatal termino con la vida del trapecista. Fueron siete años perfectos, solo un error, solo un resbalón, pero fue fatal. Malena cayó en una gran depresión, apenas el amor del polaquito la mantenía con vida. Ya no lo ocultaban. Ya no trabajaban sobre el escenario, tampoco lo deseaban.

En menos de un año falleció don Julio y el circo quedó en manos de Gonzalo Gutiérrez. La cosa que venía mal empeoró. El trato con los trabajadores era malo y con el polaquito peor. Muchos se fueron, entre ellos el hombre bala, lugar que debió ocupar el polaquito. Este se había negado rotundamente pero ante la amenaza de ser expulsados aceptó el desafío con la esperanza de juntar algo de dinero para luego huir con Malena.

El trabajo era riesgoso y denigrante. Enfundado en un traje de hule blanco con estrellitas azules caminaba hacia el cañón junto a un monton de enanos saltarines que revoloteaban a su alrededor mientras simulaban ser sus verdugos. Varias noches fantaseó con acomodarle una buena patada a alguno y colgarlo de la baranda del pulman.

Pero la cosa no funcionó. Don Julio tenía razón. El circo en manos de Gonzalito no tenía futuro. Al cabo de un año estaba en banca rota. Unos pocos animales pulguientos, algunos payazos aburridos, un mago improvisado y unos cuantos enanos sin ningún tipo de talento aparente.

El único atractivo por el cual todavía algunas personas pagaban la entrada era el hombre bala. ".......el único, el autentico, el inimitable, el temerario hombre bala...." chillaban los altoparlantes estirando exageradamente la última letra de cada palabra. El polaquito hacia unos meses que planeaba la huida. No lograba ahorrar plata y el trabajo era demasiado riesgoso. Malena tenía tres meses de embarazo y le había pedido que ya no se arriesgara.


Aquella noche del debut en Vicente López el marco de público era bastante aceptable. Gonzalito estaba eufórico en su casilla contando la recaudación cuándo entró el polaquito y le dio la noticia.
-El enano tronquito no aparece.....
-¿Cómo?...... ¿Estás seguro?....... ¿No será una joda no?
- No aparece y es el único que sabe manejar el cañón
-Pero que enano de mierda....... busca alguien que te reemplace y manejàlo vos.....¿vos sabes no?
-Si. Pero...... Todos están ocupados
- Tira un enano...... hay muchos
-No se puede, son gordos, no entran
-Si no hacemos el número final nos matan
-Lo matan a Usted.....Es el dueño
- ¿Estás seguro que sabes manejar el cañón no?........... Tiràme a mí.
- Bueno póngase el traje que voy a preparar todo. Concluyó, disimulando la alegría por la respuesta de Gonzalito.

Al salir de la casilla de Gutiérrez le aviso a Malena que fuera marchando, que lo esperara del otro lado del campito pero que antes pasara por la casilla de los enanos a ver como estaba tronquito. Tal vez se le había ido la mano con la ginebra pero debía asegurarse que no apareciera por la carpa. La borrachera le duraría hasta el otro día.

El corazón se le salía del pecho mientras se acercaba al cañón. Comenzaría una nueva vida, formaría una familia. Que orgullosa hubiera estado la vieja y de rebote iba a hacer trabajar al infeliz de Gonzalito. No pudo evitar que le cayeran algunas lágrimas cuando recordó a don Julio. Puso manos a la obra......

Cualquiera conocía la manera apropiada de manejar el cañón sin riesgo. Bah! cualquiera menos el inútil de Gutiérrez que para lo único que servía era para juntar la plata de la recaudación y maltratar a los laburantes. Aunque a veces el enano tronquito, eterno encargado de maniobrar el arma, fallaba en los cálculos, tal vez a propósito, tal vez por negligencia, pero la realidad es que varias veces pasaba cinco metros por encima de la cama elástica, cayendo sobre la lona del fondo de la carpa, otras veces, el tiro se quedaba corto y aterrizaba debajo de la cama elástica.

Pero era muy fácil, cualquiera lo sabía. Dos partes de pólvora, una pizca de Peróxido de Dibenzoilo y talco con colorante para lograr un buen efecto, inclinar el cañón a cuarenta y siete grados y el aterrizaje sería perfecto, justo en el centro de la gran cama elástica.

Cuando vio venir a Gonzalito enfundado en ese ridículo traje blanco con estrellitas azules cayó en la cuenta que estaba más gordo de lo que pensaba. Rogó que entrara en el tubo del cañón. Supo que tendría que re calcular las proporciones para hacer un buen tiro.

Gonzalito saludaba al público con suficiencia mientras se ponía el casco. Los enanos no se le acercaban mucho, mas por miedo que por respeto. Antes de entrar completamente en el tubo miró fijamente al polaco que mantenía la antorcha encendida en su mano derecha.
- Mas te vale que sepas lo que haces polaco inservible - dijo entre dientes
- Hace quince años que dedico cada hora de mi vida a este circo. Se perfectamente lo que hago.
- Si no hubiera sido por nosotros te hubieran comido los gusanos ¿Lo sabes no?
- Le debo mi vida a Julio Gutiérrez. Siempre le estaré agradecido
- Infeliz.....¿no te das cuenta que si no fuera por mi vos y la loquita de tu mujer ya estarían pidiendo limosna?, yo los puedo echar cuando quiera.
- Eso no va a ser necesario. Póngase las antiparras y disfrute el vuelo. Le vamos a dar a esta gente lo que vino a ver.....

Catorce partes de pólvora, una generosa cantidad de Peróxido de Dibenzoilo, no puso talco, supo que no haría falta, inclinó el cañón a setenta y siete grados, luego volvió a re ajustarlo a ochenta y dos, encendió la mecha más larga que de costumbre y cuando los redoblantes captaron la atención del público salió corriendo por atrás de la carpa.

Los pajonales y las espinas del campito le dificultaron la carrera pero llegó sin problemas. La noche era perfecta, la luna brillaba más que nunca. Por primera vez era espectador del gran número del final. Por primera vez se sentía verdaderamente libre. Sintió la respiración de Malena a sus espaldas. Los redoblantes cesaron. Un segundo de silencio que pareció eterno y por fin la gran explosión.

Cuando el hombre bala atravesó el techo de la carpa surcando los cielos como un cometa blanco y humeante el polaquito se llevó las dos manos a la boca formando una espacie de circulo y gritó con todas sus fuerzas ......Gutieeeeerrrreeeeezzzzz anda a la puta que te pariooooooo!!!!!!!.

Texto agregado el 09-02-2010, y leído por 206 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
12-11-2010 Muy bueno. No entiendo demasiado la necesidad de contar cómo llega el niño al circo y todo eso, pero el final es, aunque previsible, gracioso y tierno. Muy bueno. Egon
12-07-2010 Las sonrisas nunca vienen mal. Ayudan a sobrellevar los malos ratos, pero sobre todo, devuelven las ganas de leer y seguir sonriendo. Saludos cromatica
12-04-2010 lo recreé en ese cine argentino divertido y me ha parecido entrañable, esas cosas tiene el circo y sus letras supieron reflejar ambas cosas. Saludos iolanthe
26-03-2010 Me encantó tu relato, muy bien narrado =D mis cariños dulce-quimera
25-03-2010 jajajajajaaaaaaaa, me gustó mucho, muy entretenido y bien logrado texto, felicitaciones****** JAGOMEZ
 
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