Marina tenía 4 años. Aquella se estaba convirtiendo en una de las épocas más importantes de su vida. No sabía muy bien por qué pero lo sentía constantemente, en la yema de los dedos, en la lluvia que rozaba las ventanas, en los ojos de su hermano. Se dirijían en coche hacía la casa de campo, como cada domingo, ambos hermanos sentados en el asiento de atrás, en silencio. Pero Marina ya comenzaba a sospechar que el mundo era misterioso y extraño. Se volvió hacia su hermano.

- Carlos, ¿tu puedes hablar sin mover la boca? - preguntó en un arranque de valentía – Mira, así.

Luego se quedó mirándole en silencio, presionando fuertemente los labios uno contra otro, como si quisiera que su hermanito verificara que tenía la boca completamente sellada. Mientras lo hacía pensó “Hola, hola, ¿me oyes? Dime algo”.

-No. - dijo él, y volvió su mirada hacia la ventana.

Y así fue como Marina descubrió que siempre estaría sola.