Esta es la historia de un chico que conocí una vez. Este chico era algo raro, o más bien misterioso, él nunca conoció el amor, hasta que descubrió Alicia.
Alicia era la mujer perfecta, creo, morena, estatura media, el pelo rizado en ondas, los ojos más bellos que quizás había mirado jamás.... Pero el caso es que un día, él la descubrió allí en aquel bar, cegado por la gente; de música de fondo sonaba aquella canción de Ismael Serrano, Cien días, ¿La conocéis? Os la recomiendo, ella estaba triste, sola y radiante en la mesa del fondo. Cada noche ella iba aquel bar a observar a la gente que pasaba. El caso es que mi amigo se enamoró.
Él no se atrevía acercarse a ella, pero cada noche iba y pensaba en miles declaraciones de amor, declaraciones imposibles, declaraciones que quizás el viento se lleve al país del nunca jamás, o quizás no. Pero lo importante es que no se atrevía a declararse, así que se tiraba largas horas mirándola pero que va, ella no se percataba, algunas veces él creía que se daba cuenta de que la estaba mirando, pero no era así, porque ella seguía mirando por aquella ventana.
Y llegó un momento en el que él creía que la veía por las calles, en el supermercado, en la facultad... la veía en todos los sitios, incluso en la cara de la gente que se encontraba... y tomó una decisión que le cambió la vida, decidió acercarse aquella noche y declararse.
Aquella noche, él se puso más guapo de lo normal, cambió los vaqueros por un pantalón de pinza, y la camiseta negra de Extremoduro por una camisa de rayas. Se fue aquel bar, la misma canción de siempre y ella en la misma mesa de siempre; se acercó, y el corazón le sonaba más fuerte que nunca, parecía que le iba a salir del pecho, él se puso más torpe de lo normal y no fue capaz de articular una palabra. Ella se quedó mirandolo sonrió levemente y le propuso que se sentara, él hizo casó y se sentó y bueno, creo que él se tranquilizó y empezó hablar de pequeñas cosas que poco a poco como si de una bola de nieve se tratara se fue convirtiendo en grandes cosas, y él le contaba como era su vida y anécdotas graciosas de su adolescencia y .... era curioso, porque ella aquella noche no miró a la ventana para descubrir que hacía la gente, y quedaron, para la otra noche porque la noche pasó tan deprisa que la luz del alba los descubrió sentado en la mesa, él la acompaño a casa y antes de despedirse ella le preguntó por qué había cambiado su forma de vestir para aquella noche, que de la otra forma le gustaba más, y mi amigo la moral se le subió por las nubes porque había descubierto que ella también lo miraba a él y eso le enterneció. Se despidieron y quedaron a la noche siguiente.
Noche tras noche ahora se encuentran en aquel bar, en la misma mesa de siempre.
Él ha aprendido gracias a ella a sonreir, y ahora ella no se dedica a mirar por la ventana para descubrir la vida de los demás, ahora mira los ojos de mi amigo para descubrir su propia vida.
|