Desde que te vi, ya no puedo dejar de pensar en ti. Es que eres tan sensual, tan dulce y con esas pestañas tan largas que parecieran acariciar todo lo que miran. Quisiera besar tus labios carnosos, contemplar de cerca el precioso dibujo de tu nariz. Aunque no lo creas, te he visto dormida y me he extasiado con tus formas armoniosas y tu pecho airoso que se hunde y levanta como un oleaje de sensualidad pura.
Me enamoré de ti, ya sé que es un amor inalcanzable, platónico, idílico, algo irracional y que no tiene sentido. Tú eres la diva, yo sólo un anónimo y enamorado pelafustán, todos te vitorean cuando saludas amable y luego te contorsionas en un bailecillo erótico. Yo te contemplo a la distancia, sintiéndote mía en mi afiebrado delirio.
Pero, aunque no entiendas mis palabras, aunque pienses que sólo soy un loco, me acercaré a ti, juro que lo haré, y mirándote a los ojos, te gritaré mi amor. Ya sé que no obtendré respuesta alguna, acaso sólo una sonrisa de conmiseración, lo sé. Pero nada me detendrá, absolutamente nada.
-Papá, levántame más, que quiero tirarle un beso a la Pequeña Gigante…
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