Hay muchos que dicen que la salvación a través de Jesucristo es muy simple y por consecuencias no creen en tal salvación.

Yo en algún tiempo de mi vida pensaba igual, pero Dios me hizo entender que tan fácil como el espíritu de la muerte respetó la sangre de los corderos sacrificados en el día de la pascua cuando el pueblo de Israel estaba esclavo en Egipto, mucho más el espíritu de la muerte debe respetar la sangre del hijo de Dios el cual la derramó para que todos podamos ser salvos y a la vez obtener la vida eterna.

Cuando Israel vivía oprimido en Egipto Dios escuchó su clamor de dolor e hizo muchísimos milagros en el terreno donde reino José el hijo mimado de Jacob, pero el último milagro en aquel terreno idolatra fue extraordinario, tanto que el corazón del faraón se afligió de tal forma que permitió el éxodo del pueblo esclavo.

¿Cual fue ese milagro que consterno al faron? fue cuando Dios le dijo a Moisés que cada familia creyente en Dios debía matar un cordero y con la sangre pintar los dinteles de las puertas para que el espíritu de la muerte no entrara en ese hogar.

El espíritu de la muerte respetó fielmente la sangre derramada del cordero sacrificado para esos fines en los tiempos de Moisés, aquella sangre era un anticipo de lo que sería el sacrificio universal para salvación del mundo, el simple hecho de creer que la sangre preciosa de Jesús derramada en la cruz del calvario nos limpia del pecado, es suficiente para restablecer nuestra relación con Dios la cual se rompió en génesis cuando Adán desobedeció.

Imagínese usted, si el temido espíritu de la muerte respetó la sangre de un cordero, cuanto más no ha de respetar la sangre del mismísimo hijo de Dios, el cual dejó su trono celestial para venir a la tierra a morir por los pecadores.