La anestesia fue general y la cirugía era de alto riesgo, pero era cuestión de vida o muerte.
En si se trataba de un transplante, el primero y el único de ese tipo, con certeza no sé cuantas horas duró el proceso quirúrgico, pero fue algo sumamente delicado, el medico sabia muy bien lo que hacía y no dudo en ningún momento.
De un costado le extrajeron lo que era necesario extirpar, lo extraído se veía sano en perfectas condiciones, se lo enseñaron al paciente y le atrajo la apariencia de la carne de su carne.
El donante era de barro, poco delicado y sumamente rustico, mientras más envejecía más endurecido se ponía su barro, pareciendo a veces de piedra. La beneficiada era extremadamente delicada, frágil y tierna, de profundos sentimientos, eran muy diferentes.
La carne de su carne se hizo cuerpo, siendo más atractiva para él y los dos se hicieron uno nuevamente. Seguían siendo diferentes pero unidos se complementaban.
A la carne de su carne le atraía lo prohibido y un día entró a terrenos censurados y escuchó la voz menos indicada (una voz engañosa) y estando en el centro de aquel terreno peligroso la carne puso sus ojos en el árbol de los frutos que hacía daño al alma, el cirujano recomendó después del transplante que podían comer de todo excepto ese fruto.
A pesar de la dieta que le indicó el sabio medico, los que se hicieron uno comieron del fruto y tal como dijo el cirujano adquirieron conocimiento del bien y el mal pero también la muerte de sus almas.
Hubo graves consecuencias para todos, a quien se prestó para llevar el mensaje engañoso le tocó arrastrase para siempre y con la amenaza de que le pisarían la cabeza, a la carne de su carne le tocó procrear con dolor y a quien deseaba la carne le tocó trabajar hasta sudar para poder comer.
Lo que hace daño no es lo que entra en nuestra boca, sino lo que sale de ella, entonces el problema no fue comer del fruto que entró por la boca de los que se hicieron uno, sino lo que salió de la boca engañosa diciendo que el cirujano estaba equivocado.
|