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Inicio / Cuenteros Locales / malinate / Un día como ninguno, un día como siempre...

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Amaneció otra vez... es una fría mañana que me invita a continuar bajo estas poco cálidas sábanas. Apenas si puedo abrir los ojos, apenas si quiero hacerlo, los deseos casi nulos de lidiar con lo cotidiano, con lo acostumbradamente aburrida que es la vida en esta ciudad pueden más que yo. "Oh Dios!! aquí vamos de nuevo..." el primer pensamiento del día, de todos los días. Me perderé por unos minutos en esta ducha fría, relajante, que me conecta con todo y con la nada, que golpea mi rostro y de alguna forma mi alma mientras trato de no pensar, de no sentir, de no empezar la mañana. Pero debo seguir, tratando de mantenerme cuerdo y no sucumbir a la locura de la rutina. Las mismas calles húmedas y vacías, la misma gente yendo por las mismas calles a la misma hora... que soledad, que desaliento. En fin, quiera o no quiera soy parte de ellos, de todos y aún así un gran vacío me acompaña. Los rostros de siempre, grises y difusos, con la mirada fija en el vacío mientras sus labios se mueven intentando articular una frase, un saludo, una orden. Se perdió el contacto con el ser humano, se perdió el significado de estas dos últimas palabras y su uso conjunto como verbo. Intentan convertirnos en lo que nunca pensamos ser ni en el peor de los sueños, ni siquiera en nuestros propios sueños. Intento traer a mi memoria los recuerdos de brillo y calidez que solían acompañarme, que solían alejarme de esta burbuja gris que nos rodea, pero el recuerdo se vuelve vidrio quebradizo golpeado por el mazo de lo pendiente en este nuevo día, aunque de "nuevo" no tiene un ápice, parece siempre el mismo. Un cigarrillo intenta alejarme un poco de ello, me disipa e intenta conectarme conmigo mismo, con mi respiración (aún sabiendo que así la voy consumiendo de a pocos), con el espectro de un horizonte que no tiene inicio, que no tiene fin, al menos no el fin que yo espero. El viaje dura poco y el destino es el mismo, llegué a tierra firme haber despegado... en fin.
El día pasa, la vida también, cayendo ambos en el juego del tiempo, bendito tiempo que no es mas que un largo sendero marcado por las huellas de lo que hicimos, a la espera de lo que nos queda por hacer. Llegó la noche, el cielo y la esperanza de un verdadero nuevo día comparten el mismo color, la misma penumbra, a veces con destellos, muchas veces sin ellos. Intento no pensar mientras me aferro a mi almohada, bajo la luz tenue de una pequeña bombilla... mi compañera en las noches que preceden a los días en los que no quiero estar, que preceden a los días de los que no puedo escapar.

Texto agregado el 08-02-2010, y leído por 83 visitantes. (1 voto)


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