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La frase inicial del título, según una versión de dudosa veracidad, habría estado grabada en la chimenea principal del Titanic, luego que la pronunciara Bruce Usmay, máximo responsable de la White Star Line, armadora del buque más grande de su tiempo y que en su viaje inaugural, cuatro días después de haber zarpado por primera vez, exactamente el 14 de abril de 1912, veinte minutos antes de la medianoche, colisionó con un gigantesco iceberg y se hundió en dos horas y fracción.

La tragedia, desde un punto de vista religioso, parece claramente una advertencia divina a la soberbia del hombre, que por esa época, se hallaba enfervorizada por los adelantos de la ciencia y la tecnología, de la cual sin duda, el Titanic era uno de sus mayores exponentes. Y el castigo divino parece apuntar directamente a la estupidez humana, ya que a diferencia de otras catástrofes totalmente ajenas a la responsabilidad del hombre, ésta ocurrió por negligencia y desaprensión de su oficialidad, quizás más atenta a una actitud genuflexa ante el jefe máximo, a bordo del barco, que a la seguridad del resto del pasaje.

La hipótesis religiosa nos lleva a suponer, que el tal Bruce Usmay, debió haber sido un tipo con cuentas muy pesadas a saldar con Dios, porque más allá de haber nacido en cuna de oro y haber heredado, graciosamente, de su padre las acciones de la White Star Line, permaneciendo como Director luego de que la Banca Morgan se hiciera cargo de la compañía en 1902 y de ser el responsable de la botadura de los tres más importantes buques de principios del siglo XX, el Olympic, el Titanic y el Britannic , los tres asociados a la tragedia, convirtió el apellido de su familia en sinónimo de irresponsabilidad y cobardía.

Es sensato pensar entonces, que las bondades que otorga el dinero y una vida fastuosa, se diluyen bastante cuando la sociedad circundante aísla al acusado como a un leproso y no puede pisar la calle sin recibir un escupitajo en la cara. Porque el emprendedor Bruce, se hizo acreedor, en primer lugar, a acusaciones periodísticas, por algunos testimonios confiables, de haber acicateado al capitán Edward John Smith para que el tiempo del viaje entre Southampton y Nueva York fuera un record. Con fines publicitarios y comerciales, por supuesto.

En segundo lugar, la historia y la cinematografía, a través de varios films, se encargaron de divulgar, que entre tantos gestos heroicos como se dieron en la tragedia, él, cobardemente, se instaló por la fuerza en uno de los botes de salvamento, alguna versión asegura que disfrazado de mujer. De esta manera, lamentablemente, conservó su preciosa vida, pero perdió su dignidad. Se recluyó el resto de su vida y terminó muriendo en la pobreza.

Según algunas fotos de época, Edward John Smith, era el prototipo del marino inglés de carrera, capitán de un barco importante. Alto, bien plantado a pesar de sus sesenta y cuatro años en el momento de la catástrofe, barba canosa y mirada severa, enfundado en su impecable uniforme azul con botones dorados.

De este buen señor, lo mejor que se puede decir es, que su última decisión, la de hundirse con su barco y morir como un caballero fue, cuando menos, excelente. De esta manera sorteó, con bastante elegancia, la directa responsabilidad que le cupo en el desastre. Porque convengamos, que la figura del capitán en su puente de mando, desapareciendo bajos las aguas heladas con gesto sereno, es romántica, lava culpas y hasta promueve palabras admirativas. Claro, nunca faltan los molestos historiadores memoriosos, que cual nubarrón en tarde primaveral, opacan la figura del héroe.

Porque ocurrieron algunas cosillas. Anteriormente dijimos que la White Star Line, con Bruce Usmay a la cabeza, había lanzado sucesivamente tres grandes barcos al mercado: El Olympic, El Titanic y el Brittannic. Bien, Edward, había sido el capitán del Olympic, cuando éste, el año anterior, 1911, protagonizó una formidable colisión, de la que se lo responsabilizó, aunque no claramente, contra el crucero HMS Hawke, resultando seriamente dañados ambos barcos aunque, milagrosamente, lograron llegar a puerto. Casualmente, una de las tripulantes del Olimpyc, era Violet, pero de ella hablaremos más adelante.

Otro suceso, al que nunca se le dio demasiada importancia, es que el día de su partida de Southampton, es decir el 10 de abril de 1912, a las 12 horas, el Titanic, al separase del muelle, provocó que se soltaran las amarras de otro barco, el New York, el cual se le vino encima. La rápida reacción de un remolcador, el Vulcan, impidió la colisión inminente. Por supuesto, en el puente de mando estaba Edward posando para la posteridad.

También dijimos antes, que pesaba sobre Bruce Usmay la sospecha de haber presionado a Edward Smith para que no quitara el pie del acelerador. La investigación posterior determinó lo siguiente: durante la mañana del día del naufragio, el Titanic recibió una advertencia de hielo por parte del Caronia, seguido por otra del buque holandés Noordam en el mismo sentido. Por la tarde, el Baltic, informó que adelante se movían grandes bloques de hielo. A la tarde el barco alemán Amerika informa sobre un gran iceberg en la ruta del Titanic. En esos momentos el Titanic avanzaba a gran velocidad con 24 de sus 29 motores a toda potencia. Edward no dio ninguna orden de disminuir.

Al atardecer, el Californian, envía tres avisos sobre grandes bloques de hielo, 50 millas adelante. Alrededor de las 9,30 PM, Edward se retira a dormir, y un rato más tarde se recibe un informe del Mesaba, advirtiendo gran cantidad de hielo. Todos los mensajes, considerando la posición de los informantes, dejaban claro que el campo de hielo era de unos ochenta kilómetros de largo. Edward, dormía. A las 11,55 PM, el Californian, desde diecinueve millas al norte, informa que se halla detenido, por precaución, debido al hielo. La respuesta del telegrafista del Titanic, un tal Bride, pasó a la historia de la estupidez humana: ¡Cállate, estoy trabajando e interfieres mi banda! La conclusión de todo esto, es que Dios debe haber pensado: Con semejantes imbéciles al mando, para que me voy a molestar en hundirlo yo.

Y aquí entra Violet Constance Jessop, para demostrar, a mi juicio, que la realidad es mucho más interesante y a menudo menos creíble, que las edulcoradas historias inventadas por Hollywood para satisfacción de los estándares medios del público norteamericano, que es para quien, no nos engañemos, se hacen las superproducciones. Para Hollywood cualquier hecho de la historia de la humanidad, no tiene el menor valor si no se ajusta al gusto de los que pagarán la entrada al cine en USA. Lo que opinen en otras latitudes no cuenta para nada. En otras palabras podríamos decir, que al público norteamericano le importa tres rábanos que mil quinientos veintidós personas se hayan ido cuatro kilómetros bajo la superficie del Atlántico. Lo que lamenta, es que Rose, (Kate Winslet), se haya perdido a un carilindo como Jack, (Leonardo Di Caprio).

Violet C. Jessop, era argentina por nacimiento y no lo digo con orgullo porque en esa época, y tal vez ahora tampoco, para las familias anglosajonas el tener hijos fuera de su país no les cambiaba la nacionalidad. De manera tal que Violet, realmente, era irlandesa. Vio la luz en las pampas argentinas cerca de Bahía Blanca, donde su padre criaba ovejas, primogénita de nueve hermanos/as y de pequeña contrajo tuberculosis, diagnosticándosele pocos meses de vida. Pero ella demostró que era una especialista en sobrevivir.

Cuando muere su padre, la madre regresa a Gran Bretaña, donde para ganarse la vida cursa la carrera de azafata para barcos de línea, en tanto Violet estudiaba en un convento. Al morir la madre, Violet toma la posta y estudia la misma carrera y comienza a trabajar en el Olympic de la White Star Line, gemelo del Titanic comandado por el prestigiado capitán Edward John Smith. Y cuando se produce la colisión de este buque contra el crucero HMS Hawke, ella está a bordo. Como consecuencia del accidente. El Olympic sale temporalmente de circulación y ella es tentada para integrar la tribulación del Titanic, recientemente botado.

No muy convencida, quizás por el efecto del susto, acepta. La noche del 14 de abril de 1912, mientras el barco de los sueños, se va a pique, está en cubierta. Un oficial la introduce en un bote salvavidas y le entrega un bebé para que cuide de él. Rescatada por el Carpathia, aun con el bebé apretado contra su pecho, una mujer con aspecto desesperado, se lo arrebata y se aleja de ella sin agradecimiento ni saludo.

Declarada la primera guerra mundial, el tercer gran barco de la White Star Line, el Britannic, copia fiel del Olympic y el Titanic, es confiscado por la Armada, pintado de blanco con grandes cruces rojas y transformado en buque hospital. Como buena británica, allí está Violet, trabajando de enfermera. El 21 de noviembre de 1916, el Britannic, golpea una mina, o es torpedeado, nunca se supo, se hunde muriendo treinta personas. Violet cae al agua y es arrastrada por la succión del barco, la quilla golpea su cabeza, pero logra salir a flote.

Años más tarde, debido a fuertes dolores de cabeza, los médicos descubren que tenía una fractura craneana. Ella escribiría en sus memorias que la salvó su densa cabellera castaña. Murió, ya viejita, en una hermosa casita de la campiña inglesa.

Existe una versión que cuenta que al ingresar al cielo, Dios, sonriendo, le dijo: Violet fuiste una buena mujer, por eso te salvé tantas veces, pero lo más importante, es que te excluí de ser recordada en las películas de Hollywood.



Texto agregado el 08-02-2010, y leído por 306 visitantes. (10 votos)


Lectores Opinan
24-09-2010 Excelente tarea narrativa, un trabajo que vale. Mi afecto y admiración desde la Patagonia. CalideJacobacci
09-02-2010 Una estupenda crónica que demuestra que cualquier vida es digna de ser contada, sólo hay que detenerse en ella. Me considero una privilegiada que no ha visto Titanic por elección. Me quedo pues con la historia de Violet. Saludos. justine
09-02-2010 ¡¡¡Muy buena elección semanal!!! Muy entretenida y con enseñanzas que invitan a replantearse tantas situaciones trágicas que el cine americano lleva a la pantalla con meros fines taquilleros. ******** almalen2005
09-02-2010 ¡¡¡Muy buena elección semanal!!! Muy entretenida y con enseñanzas que invitan a replantearse tantas situaciones trágicas que el cine americano lleva a la pantalla con meros fines taquilleros. ******** almalen2005
09-02-2010 Muy buen trabajo y una justa elección. rigoberto
09-02-2010 Una magnífica crónica de lo sucedido. ¿Se te ha ocurrido escribir un guión cinematográfico y enviarlo a la Warner? Felicidades Poirot
09-02-2010 Que mufa esa Violet, no la subo ni en pedo a dar una vueltita en bote en Palermo. Jajajajaja! No. Fuera de joda. Tu texto es excelente. De primera línea. Capo! ElnegroHinojo
09-02-2010 Me gusto la historia contada así mis5* y felicitaciones besitos NILDA yo_nilda
08-02-2010 Muy buen trabajo y el final con ese toque de ironia es un broche de oro,gracias muy interesante******* shosha
08-02-2010 me agradó el final ácido de una historia contada dramatizada y hasta ridiculizada mil veces, mejor olvidada que recordada banalmente, muy cierto DIVINALUNA
08-02-2010 Magnifico texto. juanfran
08-02-2010 Un texto muy trabajado, con una documentación detalladísima. Una crítica a la trivialización que a veces se hace de las tragedias, y los héroes que quedan anónimos. Y después de tanto dolor, un poco de buen humor, que deja un refrescante regusto final. walas
08-02-2010 Una lectura muy entretenida y que deja enseñanzas. Buen trabajo.***** susana-del-rosal
 
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