A principios del siglo veinte.
Gran fiesta de bodas donde los Ramirez-Corona y el comienzo del martirio de Zulemita. Viajes demorosos e incómodos. Regreso anticipado de la luna de miel, la niña de dieciseis años, enferma ireconocible, no podìa tenerse en pie. Ensillaron caballos y fueron dos trabajadores a buscar al médico. Después de muchas horas se tomó el acuerdo que la familia de Zulemita la cuidarìa, Ismael el esposo se volviò a su casa y se dedicó a sus pasiones:carreras de caballos, naipes y juergas se acostaba al amanecer. Solo una vez fue a 'saber' de la esposa. Zulemita se sentìa mejor, aunque lloraba en silencio. La levantaban y se sentaba junto a la ventana,confidente de sus sueños en las tardes de bordados. Ella sabìa que nunca amarìa a ese hombre.
-No abuelita,¡No!
-Hijita, los hombres tienen sus debilidades y la mujer se resigna críando los hijos.Así lo hace tu madre, lo hizo la mía y lo hago yo, aunque el abuelo no es tan tarambana. Hay que aprender a vivir,niña.
-¿Qué es vivir? Respirar despierta y dormida, temblando al sentir los pasos del torturador al que me entregó mi padre.
Era muy pesado el yugo de saberse unida a un hombre que luego la llevarìa a su casa, asì como cualqier cosa la enervaba y se sentìa mal.
Cuartos separados, ella estaba aún en recuperación.
Ese dìa Ismael llego temprano a la casa, se sentò a la mesa e hizo retirar los braseros su rostro cambiaba de tonos entre amoratado y la lividez.. Ordenes de ir a buscar al médico y al cura.
Ismael empezó a musitar:-Mi esposa, mí esposa. La abuela cogió la mano de Zulemita y la acercó al agonizante que murmurò: Jureme que no se volverà a casar. Jurelo ya. Les juntaron las manos y la apremiaron.
- Si, juro.
La voz débil pero nìtida, que la mayorìa oyó. A Zulema se la llevaron sus tìas a la ciudad y tendrìa los mejores cuidados.
Y los tuvo, a las dos años se casó con Lucas el médico.
- Gracias abuelita Zulema, el juramento fue obligado, a tí tambien te debo estar en el mundo, llevo tu nombre.
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