Su destino hoy está tan enquistado con el del nuevo gato que faltaría que Lupino use bigotes.
Acostumbra acotar la novia: Están viviendo tan pegoteados que a lo mejor tengamos Beduinos.
Sin dejar de lado que es un hombre muy sociable, preocupado por el tema de la inseguridad, nadie se explica el porque de esta alarmante situación medio confusa. No hace tres meses que adquirió la mascota que ya parece que manejara un títere.
Pero Lupino, apodado el lobo ingles, cuando hace las compras en el almacén del barrio, mete al gato en la bolsa para que no moleste, y encima para no escucharlo maullar le propina dulces caricias con las manos metidas dentro entre la mercadería.
Su apodo se corresponde principalmente, de verdad, por adorar al imperialismo de occidente, ahora que los ingleses irán a explotar petróleo en las Malvinas, hace un paso de comedia con el animal como burlándose de la patria. Pero ha de ser una charlatanería, puesto que cuando juega la selección de su pais no hace más que vitorear los goles del conjunto de Maradona.
Suele contar por la madrugada el dinero en efectivo que irá a gastar el día siguiente, en este sentido es tan arto meticuloso que hasta plancha los billetes al son de la agonizante luna para que se vean mejor con el radiante sol del mediodía.
Ahora Lupino se encuentra en una casa de repuestos Subaru intentando adquirir un embreague original.
Una mujer que inicia una discusión sobre la soberanía, dejando inconcluso el misterio de cuanto cuesta una caja de velocidades, a merced de una tremenda ira propia de una ametralladora, enfrenta a Lupino cuando este, incontinente, se mete y como broche de oro termina por acotar con la frase: Que es ingenuo pretender que los demás pidan permiso para usar lo propio. Entonces ayudada por un paraguas le clava en los testículos la punta de metal, para luego continuar con la compra de su interes.
Lupino, doblado, con dificultad mete las manos en la bolsa, a la vez que suelta un sonido de bisagra oxidada, mientras extrae el dinero para pagar y se retira caminando en tres patas.
Aunque en la puerta lo esperaba el marido de la agresora quien le arremete con un planchazo en la nuca.
Cuando Roberto Lupino regreso al hogar fue presa de unas convulciones, teniendo por urgencia que soltar la bolsa con el disco. Alli fue que su gato asustado escapó para nunca más regresar. |