Te hice muchas fotos, quiero pintarte en el lienzo, aún blanco, que hay sobre el sofá granate.
De esta manera, también físicamente estarías siempre presente en mi casa.
-quieto, (dijiste satisfecha) vas a acabar haciendo que mi sexo sienta vicio de tus manos.
- Es mi idea.
- ¿Y por que esas intenciones, dime?.
-Por que siento celos de tus pajas.
- ¿Y de otros, no sientes celos?.
- Ni un poquito.
-¡que me estás sorprendiendo! mucho.
- Verás, yo razono que si te gusto yo y yo solo soy yo. ¿De acuerdo?...
-si.
- Pues que tendrá que ser en mis brazos, no podrás abrazarme en otros brazos.
-Cierto, te echaste a reír y me besaste.
- Con las pajas es distinto, siempre podrás encontrar en ellas algo que necesitas y que no esta en mi, por eso siento celos de tus pajas.
- Quieres que te enseñe los secretos de mi placer solitario.
-¡Si!
- Me cogiste la mano tus dedos sobre mis dedos y la llevaste a tu chocho, debilidad mía
- La evadí y agitando mi dedo índice ante tu cara dije: no ahora.
-¡Anda!
- Déjame que te explique
- Tu mismo -respondiste- mientras repartías millones de micro besos por mi pecho.
- Muchísimo más me urge, los asuntos mentales que habitan tus pajas.
Hablaste mucho tiempo, parándote a reflexionar, dejando silencios, precisando, abandonando el pensamiento cuando tus pezones rendidos, se iban en ambrosia por mi boca.
-…más quiero ser perfecta, quiero mi auténtica verdad, por eso yo también tengo un miedo a algo…
Te mire realmente atento, dejándome de juegos.
-,,, tengo miedo de perderme en el camino y no alcanzar mi objetivo de que tu seas mi auténtico vicio. Hiciste una larga pausa, yo espere. Luego proseguiste: Y que no me quieras tanto como yo te quiero.
Nos acariciamos largamente nuestras pieles desnudas, nos besábamos, esta vez besábamos nuestros miedos. El calor de nuestros cuerpos juntos nos había perlado las pieles de rocío.
-bébeme, dijiste mientras suavemente dirigías mis labios y mi cara, por el húmedo recorrido de tu frente, tus ojos, tus labios, cuello, pechos.
El tiempo. Tocaba fluir a otras realidades.
- Ven dijiste, vamos a la ducha y hay que ventilar la habitación huele tanto a nosotros, que si entra aquí alguien carente de sexo, se va a poner cachondo.
-O cachonda
- Tanto da.
Nos enjabonamos mutuamente cada uno con las manos del otro, todos los rincones. Nos secamos, y seguimos hablando a medio vestir. La habitación aún conservaba, un ya tenue olor a sexo, por encima reinaba un perfume a flores. Pensamos que alguna brisa y el aire caliente del verano, nos lo subía de la calle.
Llego la hora de partir, en la puerta, vestida de ejecutiva, esperaste que te pusiese las bragas. Era un capricho que morbosamente te había pedido y me habías concedido. Hecho, acaricie tus nalgas y deje caer mis manos a lo largo del cuerpo, hasta enlazar las tuyas. Apoyamos frente contra frente, las narices respirándose mutuamente descubriéndonos que el olor a madreselvas era el de nuestras exhalaciones.
La música de tus pasos se evadía escaleras abajo, tenían un ritmo vivo, de pisada renovada. Desee que tu corazón fuese lleno, amante amada. |