En el II milenio A.J.C. una invasión trajo a los Hiperbóreos Kassitas a Asiria. Eran oriundos del Cáucaso y portaban una Piedra de Venus junto al estandarte del águila leontocéfala. El águila con cabeza de león y alas desplegadas, aprisionaba entre sus garras dos moruecos que eran el símbolo del Dios Enlil, Jehová Satanás, adorado en la Mesopotamia por todas las tribus, entre ellas los pastores hamitas o habiros que irían con Abraham a Palestina y Egipto. Este mismo estandarte sería llevado luego, miles de años más tarde, por otros pueblos “bárbaros”, también oriundos del Cáucaso, esta vez de Raza germánica, pero entre las garras del águila ya no se hallarían los moruecos sino el cordero, símbolo de ese Dios de los pastores que intentaba usurpar la milenaria figura hiperbórea de Kristos Lúcifer.
Los Kassitas venían siguiendo los dictados de su Dios Arquero Kus quien había hecho pacto con sus Iniciados a fin de que dicho pueblo participara en la Guerra Esencial. En la Ciudad de Borsippa, al Norte de Nínive, el Rey Nimrod utilizando la técnica numérica de los Zigurat hizo construir una enorme Torre sobre un vórtice de energía telúrica. He aquí lo que se pretendía: “atacar la Morada de los Demonios Inmortales”, es decir, Chang Shambalá. Este propósito, que puede parecer hoy producto de una desenfrenada fantasía, es sin embargo perfectamente posible y la prueba de ello está en el éxito obtenido por Nimrod cuando su Elite de guerreros arqueros hizo blanco y derribó a varios de los “Demonios Inmortales”.
En la Antigüedad, cuando la influencia del Kaly Yuga no era tan importante y en algunos remanentes Atlantes todavía se conservaban los recuerdos de la Sabiduría Hiperbórea y de la guerra contra el Demiurgo, la tarea de fundar pueblos y ciudades exigía el concurso de Iniciados especialmente dotados. Lo mismo para la elevación de ídolos o efigies sagradas cuya utilidad, que no era la mera adoración, hoy se ha olvidado. El elemento más importante que se tomaba en cuenta para tales fundaciones era la ubicación de las corrientes de energía telúrica. En segundo lugar figuraban las coordenadas astrológicas a las que, sin embargo, la ceguera de los hombres suele otorgar preeminencia en algunas Epocas. Justamente el poderío o supervivencia de alguna ciudad dependen de la correcta situación geográfica en que se erijan y si, por ejemplo, ciudades como Roma o Jerusalén han durado milenios es porque están asentadas sobre grandes centros de fuerza. Hace miles de años los encargados de precisar el lugar de emplazamiento de una ciudad eran llamados cainitas, Iniciados sacrificadores que conocían la Magia de la Sangre Derramada. Estos homicidas sagrados, que eran zahoríes, es decir, “sensibles” a las fuerzas de la Tierra, luego de detectar un vórtice conveniente efectuaban el sacrificio humano destinado a “polarizar” la energía telúrica y obtener un fenómeno de “resonancia” con la Sangre de la Raza, de manera de que el lugar se convierta en “amigo” de sus habitantes y “enemigo” de futuros invasores. De tales asesinatos rituales con fines de fundación recordamos por ejemplo a Rómulo que para asegurar la inviolabilidad de las murallas de Roma debió ejecutar a su gemelo Remo, etc.
Haré un breve paréntesis para consultar a la Sabiduría Hiperbórea sobre algunas pautas que es necesario tener en cuenta, a fin de interpretar correctamente la acción de guerra emprendida por el Rey Nimrod.
Puede considerarse con toda propiedad que la potencia de un pueblo para liberarse del yugo satánico de la Sinarquía depende directamente de las condiciones esotérico-hiperbóreas de sus Iniciados. Si hay hombres despiertos, suficientemente capaces de localizar las corrientes y vórtices de energía telúrica, y no desprecian el combate que inevitablemente trae aparejado esta “toma de posición”, entonces la Raza va en camino de la mutación, se ha convertido en un “círculo cerrado” hiperbóreo. Por razones de pureza sanguínea son siempre los pueblos denominados “bárbaros” quienes más cerca se hallan de estas praxis hiperbóreas; pero esos mismos pueblos, en la medida que se civilizan, o sinarquizan, pierden potencia y, entonces, se debilita su posibilidad de mutación. La pureza racial hiperbórea de un pueblo se evalúa en la capacidad de sus hombres para despertar el Recuerdo de Sangre. La potencia racial hiperbórea de un pueblo es su capacidad de oposición a la ilusoria realidad del mundo material. Significa tomar parte activa en la Guerra Esencial y, por lo tanto, supone alguna concepción estratégica hiperbórea. La potencia se evalúa entonces por la claridad de los fines y objetivos estratégicos que son capaces de formular los hombres y por los pasos efectivos que se den en tal sentido. El resultado de la acción jamás se califica por alguna pauta material; más aún: la acción jamás se califica en absoluto. Para la Sabiduría Hiperbórea lo que importa es la Estrategia; esto es: la claridad de metas y objetivos y la forma de obtenerlos, o sea, la potencia. En todo caso la acción se califica a sí misma, independientemente de los “resultados”. El “éxito” o “fracaso” de una acción no tienen sentido en la Estrategia Hiperbórea pues tales palabras remiten a conceptos elaborados a partir de una incorrecta percepción del mundo, de Maya, la Ilusión. Puede ilustrar esto una antigua sentencia hiperbórea que dice: “para los Guerreros Sabios toda guerra perdida en la Tierra es una guerra ganada en otros Cielos”.
Volviendo al concepto hiperbóreo de potencia racial puedo decir que, en general, un pueblo potente es aquel que habiendo identificado al Enemigo pasa a la acción de guerra en el marco de una “Estrategia Hiperbórea”. Y, en particular, que un pueblo de gran potencia es aquel capaz de atravesar el umbral y trasladar el teatro de operaciones al plano de los Inmortales.
Existen muchas maneras de atravesar el umbral. Los hombres dormidos, los “Iniciados” en el satanismo sinárquico, por ejemplo, lo hacen durante su “Muerte Ritual”, arrastrándose abyectamente ante los siniestros “Guardianes del Umbral”, mal llamados a veces “Veladores”, “Vigilantes” o “Egrégoros”. Luego de demostrar su “evolución” mediante juramentos, pactos y alianzas reciben la “iluminación” o sea pierden todo contacto con el Origen y sufren el encadenamiento definitivo al Plan Universal del Demiurgo Jehová Satanás. Entonces pueden atravesar el Umbral y “participar” en mil ceremonias o aquelarres distintos, de acuerdo a la secta o religión que los haya “iniciado”, y que tienen la sorprendente característica de ocurrir solamente en la conciencia del adepto pues se trata de una miserable ilusión. Los “Inmortales” de Chang Shambalá jamás harán participar a nadie en sus reuniones como no sea para destruirlo, sin embargo, no son pocos los imbéciles que creen conocer el sancta sanctorum de la Fraternidad Blanca y a su “Instructor Planetario”, el Rey del Mundo.
Pero hay otra manera de “atravesar el Umbral”, que no requiere de humillaciones ni promesas y que no implica la total confusión sanguínea del hombre como en el caso de la iniciación sinárquica. Es la que consiste en plantarse orgullosamente, con las armas en la mano, ante los Guardianes del Umbral… y destruirlos.
Se dirá entonces ¿pero, dónde está el Umbral? ¿no se trata de un símbolo “iniciático”? No lo es. La Estrategia Sinárquica se basa en confundir, esto es, tornar oscuro lo que debería ser claro. Y una táctica muy utilizada es dar sentido irreal, simbólico, a aquello que se desea ocultar y, por otra parte, exaltar como real y concreto aquello que se desea “revelar”. Así, una realidad como la existencia de las “puertas inducidas” o “dimensionales” es considerada por las gentes sensatas una fantasía y, por ejemplo, utopías como el comunismo, el socialismo, la O.N.U. o el Gobierno Mundial, son tenidas fanáticamente como posibilidades reales.
El Umbral, o sea, la entrada hacia el plano en que moran los Demonios Inmortales, puede ser fijado y abierto si se posee una técnica apropiada. La Sabiduría Hiperbórea enseña a abrir “puertas inducidas”, para su uso en tácticas ofensivas, de siete maneras diferentes. Una es utilizando la tecnología lítica. Otra es Vrúnica. Una tercera aprovecha las energías telúricas. Una cuarta es fonética, etc. Pero todas se basan en la distorsión del espacio, en la intersección de planos, y en el dominio del tiempo.
Abierta la Puerta, por cualquier sistema, debe procederse con energía y decisión a causar el mayor número posible de bajas al Enemigo. Puede producir sorpresa esta posibilidad pero lo cierto es que los “Demonios Inmortales” de Chang Shambalá pueden morir. Estos “Inmortales”, “Maestros de Sabiduría”, Gurúes, Golen, Sabios de Sión, Black in Man, etc., están irremediablemente ligados al Demiurgo. Son Inmortales mientras dure la “Creación” material, es decir en tanto el Demiurgo mantenga su voluntad puesta en la manifestación. Su existencia es la suerte del animal hombre. Pero conviene tener presente que en la “Isla Blanca” de Chang Shambalá, junto con los “Demonios Inmortales”, coexisten, en una mayor jerarquía, los Doscientos Hiperbóreos venidos de Venus que causaron la mutación colectiva en la Tierra y encadenaron a los Espíritus Eternos en los animales-hombres que había creado el Demiurgo. Los Doscientos Hiperbóreos son los Dioses Traidores de la Atlántida y los Señores de la Llama de Lemuria. Ellos son verdaderamente Inmortales pero como han tomado cuerpo físico a fin de copular con la Raza humana, cumpliendo sus absurdos papeles de Manú, pueden ser desencarnados violentamente, acción que, aparte de trastornar sus planes, tiene la virtud de destruir la matriz genética de las presuntas Razas raíces.
Se puede, entonces, matar a los Inmortales, que sólo lo son si no se ejerce violencia contra Ellos pues habitan un pliegue del espacio en el que el tiempo transcurre de un modo diferente, de tal suerte que sus cuerpos se mantienen fisiológicamente estables en una “edad determinada”. Con esta terrible afirmación cerraré aquí el paréntesis doctrinario que abrí más atrás. Se está ya, en virtud de lo expuesto, en condiciones de interpretar la hazaña del Rey Hiperbóreo Nimrod. Por ejemplo, se puede ahora calificar a los Kassitas como gran potencia racial por haber llevado, de acuerdo a la definición anterior, el teatro de operaciones a la Guarida de los Demonios Inmortales. Proseguiré entonces, con el relato.
Repetiré lo dicho al comienzo. Los Kassitas habían pactado con su Dios Arquero Kus para participar en la Contienda Esencial. Eran guerreros temibles, perfectamente capaces de hacer frente a bestias, hombres o Demonios.
Peregrinaron durante años hasta que los Iniciados cainitas decidieron que “la Serpiente de Fuego” más poderosa, esto es: el vórtice de energía telúrica, se hallaba dentro de los límites de la ciudad de Borsippa, que ya existía y estaba habitada por una tribu de pastores habiros. Ello no representó ninguna dificultad para un pueblo decidido a librar combate a Demonios infernales. En breve tiempo los Kassitas dominaban la plaza y sus Iniciados cainitas realizaban los Rituales necesarios para “calmar” a la Serpiente de Fuego.
Inmediatamente después pusieron en práctica una Estrategia adecuada para la inminente ofensiva. De ella debemos destacar dos tareas que demuestran la capacidad de los Iniciados cainitas. La primera consistió en entrenar a una Elite capaz de resistir a la poderosa magia que los “Demonios” emplearían al abrirse “la Puerta del Infierno”. Esta Elite hiperbórea, ancestro lejano de la , tendría la sagrada misión de exterminar a los Demonios, faena alucinante en la que seguramente perderían la vida o la razón.
La otra tarea era quizá la más simple de ejecutar pero la que requeriría mayor destreza en el manejo de la Sabiduría Hiperbórea: construir la “Torre mágica” que, merced a la armonía de sus exactas
dimensiones, su forma y su funcionalidad, canalice la energía telúrica dispersándola en torno al “Ojo de la Espiral” de energía. En la arquitectura de Templos lo más importante, desde el punto de vista de la “funcionalidad ritual”, es el plano de la base, su símbolo. Los más utilizados son: la base circular, en cruz u octogonal, aunque también se han construido con base rectangular, pentagonal, exagonal, etc. Pero en la arquitectura hiperbórea de guerra suelen construirse edificios semejantes a fortalezas cuyo plano de la base casi siempre es un “laberinto”. Debe utilizarse tal figura debido a exigencias técnicas de la canalización de energías telúricas y puedo agregar que la aplicación de la “técnica de los laberintos” es otra de las siete maneras de abrir puertas inducidas. Por supuesto, no cesaré de repetir, que los productos de estas técnicas hiperbóreas no son automáticos, es decir, incluyen en su funcionalidad la participación de hombres entrenados.
El plan de guerra de Nimrod constaba, entonces, de tres pasos: 1ro.) abrir la puerta al plano de Chang Shambalá; 2do.) acceder al famoso Umbral de la iniciación sinárquica; 3ro.) atacar, atacar, atacar...
Para complementar esta colosal Estrategia se contaban una serie de detalles logísticos como por ejemplo la elección de las armas o la posibilidad de emplear las antiquísimas “corazas mágicas” de la Atlántida. Con respecto a las armas los Iniciados cainitas decidieron que los guerreros emplearían flechas construidas según una antigua fórmula: las plumas serían de ibis; las varas, de acacia del Cáucaso; y las puntas, de piedra, serían pequeñas estalactitas perfectamente cónicas recogidas de unas cavernas profundas y misteriosas que una tradición chamán afirma se conecta con el Reino Hiperbóreo de Agartha.
En cuanto a las “corazas mágicas” es fácil figurarse hoy, a la luz de la moderna tecnología electrónica, cómo sería un “campo electrostático precipitador de materia”, envolvente de todo el cuerpo. Sin embargo esta “coraza electrónica”, llamada mágica en la Epoca de Nimrod, era una defensa común en los días de la Atlántida, hasta unos 12.000 años atrás. Los Iniciados cainitas sólo lograron dotar por algunas horas de tal campo protector al Rey Nimrod y a su General Ninurta pues nadie más en el pueblo contaba con las condiciones de pureza necesarias para aplicar la antiquísima técnica. ¡Sólo dos guerreros cuando la Atlántida contaba con ejércitos enteros que empleaban el “abrigo de metal”! Esta técnica sufrió una lenta degradación hasta desaparecer completamente debido a la confusión sanguínea. En un principio, cuando los Dioses vinieron a la Tierra hace millones de años, revistieron su cuerpo físico con una “coraza de fuego”. Luego en la lejana Lemuria, los Iniciados, Reyes y guerreros, materializaban minerales por lo que solían llamarse “Hombres de Piedra”. Y, finalmente, en pleno Kaly Yuga Atlante, los Dioses Traidores materializaban corazas de metal en torno a su cuerpo las que los protegían de golpes de espada o lanza a la manera de nuestras medievales cotas de malla. La coraza atlante de metal materializado es, por otra parte, el origen de la leyenda judía según la cual Nimrod poseía las “vestimentas” que Adán y Eva lucieron en el Paraíso. Las habría obtenido de Cam, uno de los hijos de Noé y, más adelante, luego de luchar con Esaú, otro gran cazador, las habría perdido. Estas leyendas se hallan en los Midrash talmúdicos Sepher Hayashar (Siglo XII) y Pirque Rabli Eliezer (90-130 D.J.C.) y también en el Talmud Babilónico (500 D.J.C.), etc.
Los Guardianes del Umbral cuentan también con corazas y armas poderosas, entre ellas, por ejemplo el “rayo Om” un arma atlante con la que los dulces “Maestros de Sabiduría” de Chang Shambalá suelen desintegrar a los discípulos que se muestran díscolos.
Parece un enemigo terrible el así armado, pero eso es pura apariencia, sólo poderío material. Los guerreros de Nimrod portarían el Signo hiperbóreo de Hk, la Runa de Fuego que ningún “Demonio Inmortal” puede enfrentar. Y mucho menos los Doscientos Hiperbóreos Traidores. Ese Signo representa para Ellos la verdad, el recuerdo inevitable del Origen Divino abandonado. Y, como a la Gorgona, no les resulta posible mirarlo sin padecer grave riesgo.
Cuando la Torre estuvo lista se dispuso, en la torrecilla de la cúspide, una columna metálica de hierro, cobre, plata y oro, rematada con una gigantesca Esmeralda. Dicha piedra había sido entregada a los Kassitas por el Dios Kus cuando los comprometió en la lucha con el Demiurgo Enlil, Jehová Satanás, cuya Morada estaba en Babilonia. Y según contaban los Iniciados entre susurros, la Piedra Sagrada había sido traída de Venus por los Dioses que acompañaban a Kus cuando llegaron a la Tierra, antes que el hombre existiera. Durante las muchas décadas que duró la travesía de los “bárbaros”, desde la ladera del monte Elbruz, en el Cáucaso, la posesión de este “Presente del Cielo” fue el estímulo que permitió afrontar todo tipo de penalidades. Era el Centro en torno al cual se formaba la Raza; era el Oráculo que posibilitaba oír la Voz de Dios y era la Tabula regia donde se podían leer los Nombres de los Reyes. Era también el Signo Primordial ante el cual los Demonios retrocederían aterrados y contra el cual ninguna potencia infernal tenía poder. Por su intermedio se abriría en el Cielo la Puerta del Infierno y podría entablarse el combate sin tregua contra los servidores de quien encadenó el Espíritu Eterno a la Materia. Muchos pueblos han sido llamados “bárbaros” por otros pueblos más “civilizados”, aludiendo a su “salvajismo” e “inconsciencia”. Pero se necesita ser “bárbaro” para pactar con los Dioses y tomar parte en la Guerra Esencial. Sólo la garantía de la pureza sanguínea de unos “bárbaros”, intrépidos e inmunes a las celadas satánicas, puede decidir a los Dioses a poner en el mundo la piedra angular de una Raza Sagrada. En otras palabras, las “celadas”, las tentaciones de la Materia, están tendidas en todas partes y por eso se necesita ser “bárbaro” o “fanático”, pero también ingenuo, “como niño”, o como Parsifal el loco puro de la leyenda artureana.
Finalizada la construcción del Zigurat, se enviaron mensajeros a las restantes ciudades y aldeas Kassitas pues su Reino incluía a Nínive y otras urbes menores, así como numerosos campamentos septentrionales que llegaban hasta el lago Van e incluso alcanzaban las laderas del Ararat. Miles de Embajadores fueron llegando a Borsippa para apreciar la Torre de Nimrod y rendir homenaje a Ishtar la Diosa de Venus y a Kus su Dios racial, esposo de Ishtar. También llegaron del Sur, de Babilonia a la que acababan de conquistar, un pequeño número de sus primos Hititas, con quienes los Kassitas partieron juntos muchas décadas atrás, desde el Cáucaso.
Todo se preparó para el solsticio de verano, el día en que Chang Shambalá está “más cerca” de nuestro plano físico. Ese día el pueblo de Borsippa estuvo reunido junto al gran Zigurat y un contraste de emociones se adivinaba en todos los rostros. Los invasores Kassitas, cazadores y agricultores, es decir, cainitas, demostraban abiertamente su salvaje alegría por culminar una empresa que les había absorbido varias generaciones. Y en esa alegría furiosa latía el anhelo del próximo combate. Dice un antiguo proverbio ario: “el furor del guerrero es sagrado cuando su causa es justa”. Pero si esa sed de justicia le lleva a enfrentar a un Enemigo mil veces superior, entonces necesariamente debe ocurrir un milagro, una mutación de la naturaleza humana que lo lleve más allá de los límites materiales, fuera del Karma y del Eterno Retorno. Leonidas en las Termophilas ya no es humano. Será un Héroe, un Titán, un Dios, pero jamás un hombre común. Por eso el pueblo de Nimrod en su furia santa presentía la próxima mutación colectiva; se sentía elevado y veía disolverse la realidad engañosa del Demiurgo Enlil. Hervían de valor y así purificaban drásticamente su sangre. Y esa Sangre Pura, bullente de furia y de valor, al agolparse en las sienes trae el Recuerdo del Origen y hace desfilar ante la vista interior las imágenes primigenias. Sustrae, en una palabra, de la miserable realidad del mundo y transporta a la verdadera esencia espiritual del hombre. En estas circunstancias mágicas no es extraño que todo un pueblo gane la inmortalidad del Valhala.
Contrastando con dicha euforia guerrera se advertía una angustia terrible retratada en los rostros de numerosos ciudadanos. Eran quienes constituían la primitiva población habiro de Borsippa, pastores y comerciantes, que adoraban desde siempre al Demiurgo Enlil.
Según sus tradiciones, Jehová Satanás había preferido al pastor Abel y despreciado al agricultor Caín lo que es coherente puesto que “pastor es el oficio del animal hombre”, hijo de Jehová, según enseña la Sabiduría Hiperbórea. Por estas razones experimentaban un odio profundo contra el Rey Nimrod y los Iniciados cainitas. Un odio como sólo pueden sentir los cobardes, aquellos que, en todo semejantes a los moruecos y ovejas que apacentan, se autodenominan “pastores”. Ese odio al guerrero es el que disfrazado hipócritamente exalta las “virtudes” del sentimentalismo, la caridad, la fraternidad, la igualdad, y otras falsedades que se conocen muy bien por sufrirlas en esta civilización de pastores en que nos ha hundido el judeocristianismo de la Sinarquía. Y ese odio, que estoy considerando, surge y se nutre de una fuente denominada miedo.
Miedo y Valor: he aquí dos opuestos. Ya se vio el poder trasmutador del valor, cuya expresión es el Furor del Guerrero. El miedo en cambio se expresa por el odio pusilánime y refinado, el que después de múltiples destilaciones da la envidia, el rencor, la maledicencia y toda clase de sentimientos insidiosos. El miedo es pues un veneno para la pureza de sangre como el valor es un antídoto. La exaltación del valor eleva y trasmuta; disuelve la realidad. La exacerbación del temor, en cambio, hunde en la materia y multiplica el encadenamiento a las formas ilusorias. Por eso los pastores habiros de Borsippa murmuraban entre dientes las oraciones a Enlil mientras, como hipnotizados de terror, contemplaban la ceremonia cainita.
A primera hora de la mañana, cuando Shamash, el Sol, recién había despertado, los tambores y las flautas ya estaban electrizando el aire con su ritmo monótono y ululante. En las distintas terrazas de la Torre las Iniciadas danzaban desenfrenadamente mientras repetían sin cesar Kus, Kus, invocando al Dios de la Raza. Los Hierofantes, en número de cincuenta, oficiaban los ritos previos a la batalla instalados en torno al enorme mandala laberíntico construido en el piso de la torrecilla superior con mosaicos de lapislázuli, réplica exacta del laberinto de la base del Zigurat. En todo el recinto predominaba el color azul destacándose con un intenso y titilante brillo la gran Esmeralda verde consagrada al Espíritu de Venus, la Diosa que los semitas llamaban Ishtar y los sumerios Imnina o Ninharsag.
Mientras los Hierofantes permanecían bajo el techo de la torrecilla superior, afuera, en los pasillos laterales el Rey Nimrod y sus doscientos arqueros se preparaban para morir.
El climax bélico iba “in crescendo” a medida que pasaban las horas. Cerca del medio día podía observarse un vapor ectoplasmático color ceniza que se colaba por las columnas de la torrecilla superior y giraba lánguidamente alrededor de éste, envolviendo en sus caprichosas volutas a los imperturbables guerreros. Dentro de la torrecilla, el vapor cubría la totalidad del recinto pero no sobrepasaba la cintura del más alto de los Hierofantes.
La muchedumbre que permanecía petrificada observando la cúspide de la enorme Torre asistió de pronto, atónita, a un fenómeno de corporización del vapor. Al principio, sólo algunos lo advirtieron, pero ahora era visible para todos: la nube adoptaba formas definidas que permanecían un momento para disolverse y volverse a corporizar nuevamente. El “motivo” principal de los misteriosos relieves del vapor lo constituían fundamentalmente figuras de “Angeles”. Angeles o Dioses; pero también Diosas y niños. Y animales: caballos, leones, águilas, perros, etc. Y carros de guerra. Era todo un Ejército Celeste el que se materializaba en la nube vaporosa y giraba lentamente alrededor de la torrecilla. Y al pasar los carros de combate, tirados por briosos corceles alados, los Angeles Guerreros alentaban claramente a Nimrod. También lo hacían las mujeres, pero conviene que nos detengamos un instante en Ellas porque la sola contemplación de su belleza hiperbórea basta para iluminar el corazón del hombre más pasivo y arrancarlo de las garras del Engaño. ¡Oh, las mujeres hiperbóreas! ¡Tan bellas! Lucían una corta falda ceñida en la cintura por delgado cordón del que pendía, al costado, la vaina de una graciosa y temible espada. El arco cruzado sobre el pecho y, a la espalda, el nutrido carcaj. Las trenzas de oro y plata de un cabello que se adivinaba tan suave y ligero como el viento. Y los Rostros. ¿Quién sería capaz de describir esos Rostros olvidados, tras milenios de engaño y decadencia; Rostros que, sin embargo, están grabados a fuego en el Alma del guerrero, casi siempre sin que él mismo lo sepa? ¿quién osaría hablar de esos ojos centellantes de frío coraje que irresistiblemente incitan a luchar por el Espíritu, a regresar al Origen, ojos de acero cuya mirada templará el Espíritu hasta el instante anterior al combate pero que, luego de la lucha, milagrosamente, serán como un bálsamo de Amor helado que curará toda herida, que calmará todo dolor, que resucitará eternamente al Héroe, aquel que se mantiene tenazmente en el Sendero del Regreso al Origen? ¿y quién, por último, se atrevería a mencionar siquiera sus sonrisas primordiales ante las cuales palidecen todos los gestos humanos; ante cuyos sonidos cantarinos se apagan las músicas y rumores de la tierra; risa trasmutadora que jamás podría resonar entre la miseria y el engaño de la realidad material y que, por eso, sólo puede ser oída por quien también sabe escuchar la Voz de la Sangre Pura? Imposible intentar esbozar la imagen purísima de aquellas mujeres hiperbóreas, eternas compañeras de los Hombres de Piedra, cuya proyección en el vapor ectoplasmático se producía gracias a la poderosa voluntad de los Iniciados cainitas. Sólo agregaré que dichas imágenes eran enormes. Mientras las otras figuras giraban a cierta distancia de los guerreros Kassitas, Ellas se desprendían para abrazarlos y acariciarlos, y entonces podía apreciarse su tamaño. Doblaban en altura al Rey Nimrod, el guerrero más alto de Borsippa.
El pueblo veía claramente estas efusiones y, aunque era evidente que las Diosas hablaban a los guerreros en tono imperativo, mientras señalaban hacia el cielo, nadie, de entre ellos, hubiera podido oír si realmente aquellos fantasmas emitían algún sonido pues el ritmo frenético de las flautas, tambores, tímpanos y arpas, era ensordecedor. Pero tal vez las mujeres hiperbóreas estuviesen hablando directamente al Espíritu, tal vez sus voces se dejasen oír dentro de cada guerrero como dicen que sienten los Augures...
Envueltos en ese frenesí, pero momentáneamente pasmados de asombro por las alteraciones de la blanca nube, los ciudadanos de Borsippa no advirtieron cuando una de las Iniciadas abandonó la danza. Subió corriendo los pisos que faltaban para llegar a la torrecilla, pero antes de entrar el vapor tomó la forma de una multitud de niños alados que revolotearon en torno a ella derramando sobre su cabeza etéricos líquidos de no menos etéricas ánforas. Sin embargo tales manifestaciones sobrenaturales no la detuvieron. Ungida de pies a cabeza por los graciosos querubes avanzó resueltamente e ingresó a la torrecilla. Los cincuenta Hierofantes, al advertir su irrupción, cesaron todo canto, toda invocación, y volviéndose hacia ella la miraban fijamente. Al fin la Iniciada detuvo su ligero paso adelante de la entrada al laberinto y, sin decir palabra, tiró de un cordón y dejó caer su túnica, quedando completamente desnuda... salvo las joyas. Estas eran sumamente extrañas: cuatro pulseras de oro serpentiformes, que llevaba arrolladas una en cada tobillo y una en cada muñeca; un collar semejante a las pulseras; una tiara tachonada de piedras lechosas y opacas; dos pendientes y dos anillos serpentiformes y una piedra roja en el ombligo.
De todo el conjunto lo que más impresionaba, por el exquisito diseño y la habilidad de los orfebres, eran las pulseras. Cada una daba tres vueltas; las de la pierna y brazo izquierdo con la cola de la serpiente hacia afuera y la chata cabeza hacia el interior del cuerpo; las pulseras enrolladas en la pierna y brazo derecho mostraban a la serpiente como “saliendo” del cuerpo; en el collar, la serpiente apuntaba con su cola hacia la tierra y la cabeza, extrañamente bicéfala esta vez, quedaba justo bajo la barbilla. Todas las serpientes tenían unas pequeñas piedras verdes incrustadas en los ojos, y el cuerpo labrado y esmaltado de vivos colores. Al ver estas maravillosas piezas de orfebrería nadie habría sospechado que eran en realidad delicados instrumentos para canalizar energías telúricas. La muchacha es de una belleza que quita el aliento. Se la puede observar mientras recorre con paso seguro el laberinto, que parece conocer muy bien pues casi no se distingue el piso, bajo la densa nube de vapor ectoplasmático. Si llegase a equivocar el camino, si diese con una valla, sería tomado como un mal augurio y debería suspenderse la operación hasta el siguiente año. Pero la Iniciada no vacila, tiene abiertos los Mil Ojos de la Sangre y ve allá abajo, en la base de la Torre, cómo la energía telúrica, cual irresistible serpiente de fuego, también recorre el laberinto resonante. Y todos confían en Ella, en la terrible misión que ha emprendido, que comienza allí pero se prolonga en otros mundos. Confían porque es una Iniciada maga, nacida quinta en una familia de zahoríes, de sangre tan azul que las venas quedan dibujadas como árboles tupidos bajo la piel transparente. Todos piensan en ella mientras recorre el laberinto cantando el himno de Kus.
Los Hierofantes contienen la respiración mientras las esbeltas piernas de la Iniciada recorren con destreza los últimos tramos del mosaico-laberinto: ya está por llegar a la “salida”. ¡Ha triunfado!
Pero ese triunfo significa la muerte, según se verá enseguida. Justo al final del laberinto se halla la columna de piedra y metal adonde refulge con raro brillo la Esmeralda hiperbórea. La Iniciada se detiene frente a ella y, elevando los ojos al cielo, asciende los tres peldaños que conducen a la base de la columna, la cual es de baja estatura pues la Esmeralda apenas llega al nivel del pubis. Cosa curiosa: la Esmeralda ha sido tallada en forma de vagina, con una hendidura central, la cual es posible ver pues se halla en la faceta superior, la que se encuentra enfrentada con el techo del templo. Por el contrario, a la Iniciada, a pesar de hallarse desnuda, no es posible observarle sexo porque un pliegue de carne le cubre el bajo vientre, absolutamente lampiño. Esta característica física, que hoy en día sólo conservan las mujeres bosquimanas, es la prueba más evidente de su linaje atlante-hiperbóreo. Las mujeres cromagnón poseían una “pollera natural de piel” y las antiguas egipcias de las primeras dinastías también, como puede comprobarse en numerosos bajorrelieves.
La Iniciada ha recorrido el laberinto, ha “guiado” a la serpiente hasta el templo superior y la ha conducido a través de la columna de piedra y metal. Ahora su ígnea cabeza comienza a presionar bajo la Esmeralda hiperbórea encendiéndola mágicamente y bañando de luz verde el enorme recinto y a todos sus ocupantes. Afuera el retumbar de tambores y flautas ha adquirido un ritmo tan rápido y una intensidad tal que resulta imposible pensar o hacer otra cosa que no sea contemplar el Zigurat, la torrecilla de la cima rodeada por Nimrod y sus arqueros. Estos últimos, mientras tanto, observan a través de las columnas la escena interior, invisible para el pueblo reunido en la base del Zigurat.
E
s ya el medio día, el momento preciso en que Shamash se halla en lo alto. La voz grave de uno de los cincuenta Hierofantes se dirige a la bella Iniciada, hablando con frases cortas, pronunciadas con la cadencia de una oración ritual:
–Oh Princesa Isa:
La suerte de la Raza está en tus manos.
Hemos recorrido muchas tierras
y atravesado incontables países,
para llegar hasta aquí,
buscando dar la Batalla Final.
Años de caminos y penurias
desde que abandonamos las montañas sagradas
adonde nacimos dos veces
y en cuya cima Kus nos reunía
y nos hablaba de los Tiempos Primordiales.
Conocimos en esos lejanos días
que no somos de aquí.
Y, luego de recordar nuestro Divino Origen,
¿Cómo podríamos permanecer allí,
engañados por El, el “Anciano” Enlil?
Sí, todo se envileció ante nuestra vista.
Los campos se agostaron súbitamente.
Las flores tornaron horrible su perfume,
y el calor de Shamash ya no nos pareció bueno.
De pronto vimos las espigas raquíticas
y hasta las montañas perdieron su imponente altura.
Todo eso ocrurrió cuando miramos el mundo
luego de que el Sabio Kus
nos hablara del Cielo olvidado
llenándonos el pecho de nostalgia.
Entonces fue cuando decidimos
emprender el Sendero de Regreso al Origen.
Y cobrar cara la traición de los Demonios
que nos habían engañado con su magia.
Muchos fuimos los que partimos
desde la montaña sagrada,
hacia distintas direcciones.
Y muchos son los Reyes
que con sus pueblos hiperbóreos
buscan desde entonces
el camino del Cielo.
Pero Kus nos había advertido
que algunos no llegarían pronto
si volvían a ser engañados
por los astutos Demonios.
Mas a nosotros nos dirigió certeramente
porque no tenemos otro fin
que conquistar el Cielo.
Nos guía el invencible Nimrod
a quien El teme
porque su Sangre es Pura
tan azul como el mar
y tan roja como el amanecer de Shamash.
Somos un pueblo valeroso como el león
y volamos alto como el águila,
pero nuestro ojo es agudo
y nuestras garras despedazan al Enemigo.
Somos un pueblo duro
que no conoce el perdón
y no da tregua en la lucha.
Nos conduce Nimrod
arquero como no hay otro en la Tierra.
Las estrellas lo dibujaron
cazando en el cielo.
Llevamos con nosotros
la Piedra Verde de Kus
para que no volvamos a perdernos
¿qué más podemos pedir?
¡Apártense, Demonios infernales!
porque hay aquí un pueblo despierto
a quien no podrán atemorizar
ni engañar jamás.
¡En guardia, Demonios malditos!
porque se ha levantado una Raza indómita
que Os presentará combate a muerte.
Hoy el camino ha llegado a su fin.
Atrás ha quedado el gran mar Kash
y el país de Kashshu;
sepultados en las rutas holladas
permanecen nuestras mujeres y niños,
nuestros ancianos y los mejores guerreros.
Muchos han caído por la gloria de Kus
y por seguir al heroico Nimrod,
el jefe que nos conducirá a la victoria
en éste o en otros cielos.
En Borsippa hemos acampado.
Para construir la Torre más alta del mundo
y domar la Serpiente de Fuego.
Como nuestro Zigurat no hay otro
ni en Babilonia ni en Assur,
ni en el lejano Egipto,
ni en la tierra de los arios.
Desde que el Diluvio cubrió la Tierra
y castigó a los Demonios
que habitaban las islas de Ruta y Daitya
no se ha visto otra Torre igual.
Los Dioses se alegran por nosotros
y los Demonios nos temen.
¡Cuánto hemos trabajado para construirlo!
Oh Isa, este esfuerzo no debe ser en vano.
La Iniciada se hallaba en el mismo sitio, parada frente a la Esmeralda de Kus, guardando respetuoso silencio mientras sus ojos, bellamente rasgados se mantenían fijos en el Hierofante.
Este continuó con su monólogo:
Hemos venido aquí a morir luchando
y tú, dulce Princesa
has elegido morir primero
para abrirnos la Puerta del Cielo.
¡Castigaremos a los Demonios
y vengaremos tu muerte, divina Isa,
hija de la Serpiente de Venus!
Palideció visiblemente la hermosa Iniciada cainita; sin embargo sus ojos brillaron fieramente mientras de su boca brotaban estas valientes palabras:
–El Constructor de Mundos de Ilusión,
el infame Enlil,
se ha hundido en un sueño eterno,
mientras su cuerpo fecundado
nace y renace en todo lo existente.
El se ha aliado con los Demonios
que habitan en Dejung,
la ciudad mil veces maldita,
la ciudad del Horror y del Engaño,
cuya Séptima Muralla
posee una entrada oculta
en el país de los hombres amarillos.
El ha confiado en los Demonios
para que prosigan su obra perversa.
Y Ellos nos han encadenado
y nos impiden regresar al mundo de Kus,
adonde se encuentra el Palacio
del verdadero Dios HK,
cuyo Nombre no puede ser pronunciado sin morir.
Pero aunque Dejung está lejos,
sus Puertas están en todas partes.
Siete Puertas tiene Dejung,
y Siete Muros la circundan.
La Demonia Dolma posee las llaves
pero sólo los locos se dejarían guiar por Ella.
¿Cómo pondrán sitio entonces
los valientes Kassitas
a la fortaleza de Dejung?
¿Si los Demonios ya saben
de nuestros santos propósitos
y si su ojo está clavado en nosotros
desde la torre Kampala?
Lo haremos como nos enseñó
nuestro Dios Kus, el Señor de Venus,
despertando del sueño
al miserable Enlil y obligándolo
a abrir la Puerta del Cielo
y a tender el puente
sobre las lúgubres murallas
de Dejung Kampala.
Iniciados Kassitas: ¡Ved todos
que Enlil ha despertado!
El Dios Que Duerme es idiota,
gusta de flautas y tambores,
de danzas y de cantos
y que adoren Su Nombre,
pero también desea sangre
pues padre es de sacerdotes,
de sucios pastores y sacrificadores.
Sólo la Sangre Pura
hará brotar al monstruo
de las profundidades.
¡Proceded Hierofantes!
¡Que Isa está dispuesta
a morir en la guerra,
de todos, la primera!
Viajaré por los mundos
donde los muertos velan
los Demonios acechan
y los Dioses esperan.
Me acompañará Kus
a quien todos respetan.
Y en nombre de Nimrod
obligaré a la Bestia
a que abra las Puertas
en bien de nuestra gesta.
¡Proceded Hierofantes
que Isa está dispuesta!
En ese momento tres cosas sucedieron simultáneamente: el Sol llegó a su zenit; la música cesó de golpe, inundando los oídos de silencio; y de una puñalada certera el Hierofante segó la vida de la bella Princesa Kassita. El cuchillo de jade degolló limpiamente el cuello níveo por encima del collar bicéfalo. Dos Iniciados sostuvieron el cuerpo exánime mientras la sangre caía a borbotones sobre la brillante gema y se introducía en su hendidura uterina, convertida ahora en ávida garganta. Entonces comenzaron a ocurrir las cosas más maravillosas que ojos humanos hubieran contemplado desde muchos siglos atrás.
Quienes se hallaban dentro de la torrecilla pudieron contemplar una escena terrorífica: al caer la sangre se apagó por un instante la luz que emanaba de la Esmeralda, pero luego, como una saeta, una columna de fuego se elevó raudamente del piso de la torrecilla envolviendo al pedestal y a la gema. El cuerpo de la Princesa yacía en el suelo, imposible de ver bajo impenetrables nubes de vapor geoplasmático que, a cada instante, se hacían más densas. Sin embargo una imagen espectral, con su misma belleza desnuda, podía observarse claramente junto a la columna de fuego entregada a una especie de forcejeo. El portento ígneo, que en un primer momento no superaba el espesor de una pata de elefante, era ahora tan ancho como un círculo de seis hombres. Inicialmente había serpenteado fieramente semejando un infernal ofidio, pero luego, al expandirse, fue adoptando lentamente la inconfundible figura del Dragón. Era un Dragón flamígero cuya espantosa imagen se hacía a cada instante
más nítida, en la medida en que aumentaba el forcejeo con el fantasma de la Princesa Isa.
Conviene aclarar que sólo habían transcurrido unos minutos desde que la Princesa expirara hasta el momento en que se materializara el monstruo de fuego. Conviene aclararlo porque a partir de allí todo sucedió demasiado rápido... o quizá los testigos perdieron la noción del tiempo.
De pronto las fauces de aquella bestia primitiva, aquel Leviatan, Rahab, Behemoth, o Tehom-Tiamat exhalaron un rugido terrible, al tiempo que una enorme llamarada barría la estancia consumiendo y carbonizando a numerosos Hierofantes. Sólo los sobrevivientes pudieron observar el increíble espectáculo de aquella bestia de fuego jineteada por la Iniciada muerta. La Princesa Isa, su fantasma, había trepado a la cabeza del monstruo sentándose entre las aletas triangulares del escamado lomo. Esa audaz acción hizo que el monstruo emitiera el infernal rugido y la mortífera flama. No obstante tal reacción y las feroces sacudidas de la bestia, la Princesa repetía imperturbablemente estas palabras:
–Espíritu de Enlil, de El, de Yah y de Il
que fecundas la Tierra
y produces la vida
y engañas a los hombres
con tu falsa opulencia
y esas ilusorias riquezas que ofreces.
Dios que alguna vez estuviste en lo alto
pero que ahora has caído
y te has vuelto completamente idiota,
no nos encadenes también a nosotros
en este Universo infernal
que has construido
imitando el verdadero Cielo.
Nosotros nos iremos
porque ya estamos hartos de ti,
de todas tus trampas,
y de los Demonios que te secundan.
¡Abre la entrada del antro infernal
donde moran tus cobardes secuaces!
¡Te conjuro a hacerlo El
en nombre del verdadero Dios,
padre de Kus
a quien tú traicionaste!
¡Por HK!
¡Te conjuro a abrir la Puerta
en nombre de HK!
Al oír este Bendito Nombre la fiera se replegó instantáneamente hacia el piso de la torrecilla, enrollándose en torno a la columna de piedra y metal. Su cabeza, sin embargo, se balanceaba amenazadora sin que este alarde afectara la prestancia de la espectral Iniciada, quien se mantenía firmemente tomada de su lomo. El Dragón telúrico no demostraba intenciones de obedecer, actitud que llevó a la valerosa Princesa a obrar de manera drástica. Inclinándose estiró la mano haciendo el gesto de tocar su propia sangre en la cuenca repleta de la Esmeralda hiperbórea. Acto seguido dijo:
Esta sangre que hoy ha sido derramada
y hacia la cual te has precipitado,
Señor de todas las cosas,
es mi sangre: una sangre sagrada
del linaje de los Dioses de Venus.
En ella está el recuerdo
de nuestro Origen Divino
y del verdadero Dios HK.
Con su substancia he untado mis dedos
y ahora trazaré en tu frente
el Signo del Origen.
Ante él no existe defensa.
¡Te conjuro a que abras la Puerta
Enlil, rey de los Pastores,
por el Nombre de HK
y el Signo Sagrado!
La Princesa dibujó rápidamente su símbolo en la frente del monstruo y he aquí que el prodigio mayor aún no había sido alcanzado. La horrible criatura de fuego se disparó hacia arriba, como un resorte, atravesando el techo de la torrecilla y llevando en su testa a la bella jinete.
Quienes estaban afuera, en los pasillos del Zigurat y alrededor de su base, aún hacían silencio pues sólo habían transcurrido unos minutos desde que cesara la música y porque los terroríficos rugidos que emitía el monstruo, invisible para ellos, bastaban para silenciar cualquier garganta. En el momento que la Princesa dibujaba el Signo primordial y el Dragón se elevaba, un grito de espanto brotó de todas las bocas. Justo sobre la torrecilla, a no mucha distancia de su techo, el Cielo se corrió como si se hubiera rasgado una tela.
Una negra abertura era ahora claramente visible para todos los que presenciaban el extraño fenómeno. Y lo más curioso y anormal era que el tenebroso agujero ocultaba totalmente al Sol, a pesar de que éste, por hallarse mucho más alto, debería verse desde algún ángulo lejano. Sin embargo nadie vio más al Sol, aunque su luz seguía iluminando el medio día como si estuviera en su zenit. Es comprensible que sometidos a tan intensas emociones nadie se preocupara por la suerte del Sol pues, en tanto que el terror había paralizado a los cobardes habiros, los Kassitas aullaban de furia elevando los puños hacia el cielo. Es que el espectáculo era impresionante y justificaba cualquier distracción. El monstruo de fuego, luego de que la Puerta del Cielo se abriera, se había transformado totalmente. En un primer momento pareció como si la espantosa cabeza se hubiese introducido en la tenebrosa abertura ya que sólo era visible un cilindro resplandeciente, como un haz de fuego, que surgía de la torrecilla y se internaba en las alturas. Pero pronto fue evidente que una metamorfosis estaba ocurriendo y al cabo de unos segundos un nuevo prodigio se ofrecía a la azorada vista de los habitantes de Borsippa. Primero se tornó bulboso y se cubrió de protuberancias, mientras cambiaba de color y se teñía de marrón; luego, muy rápidamente, los bulbos se extendieron hacia afuera y se transformaron en afiladas ramas cubiertas de agudas púas y de algunas hojas verdes; apenas unos segundos después era un gigantesco árbol de espino el que se erguía, insólitamente, sobre el Zigurat del Rey Nimrod.
Desde la base de la Torre sólo se veía parte del tronco y del follaje superior, pues la copa parecía perderse adentro de la Puerta del Cielo mientras que la raíz permanecía oculta a la vista, en el interior de la torrecilla. Pero lo que vale la pena destacar es que, no bien se completó la metamorfosis, desapareció todo vestigio de fuego, energía o plasma, y el fenómeno se estabilizó no produciéndose más cambios. Parecía entonces como si el árbol espino hubiese estado siempre allí... si no fuera por la siniestra rasgadura del Cielo que sugería atrozmente todo tipo de anormalidades y alteraciones del orden natural.
Pero nadie dispuso del tiempo suficiente como para horrorizarse. No bien se hubo abierto el Cielo dos figuras corrieron velozmente hasta la última rampa, la que conducía a la terraza de la torrecilla, y, ya allí, tensaron los arcos apuntando hacia el Umbral. Eran Nimrod y Ninurta, el Rey y el bravo General, los únicos guerreros que poseían la coraza de metal y que, por eso, avanzaban primero, protegidos por la Elite de arqueros.
El Rey y el General apuntaban sus arcos hacia las tinieblas de la abertura tratando de distinguir un blanco cuando, súbitamente, dos figuras emergieron blandiendo sendas espadas. Los Demonios, con aspecto de “hombre de raza blanca”, de cinco codos de alto, parecían flotar en el aire, pero de alguna manera obtenían punto de apoyo pues lograron descargar sus espadas sobre los heroicos arqueros. Las hojas relampaguearon al surcar el espacio pero rebotaron sin penetrar en las corazas de Nimrod y Ninurta. Sin embargo el impacto hizo a éstos rodar aturdidos por el techo de la torrecilla que hacía las veces de última terraza.
Una lluvia de flechas se abatió entonces sobre los “Demonios Inmortales” y, aunque muchas de ellas rebotaron en sus corazas, otras tantas penetraron acribillándolos. Cayeron los gigantes malheridos junto al Rey Nimrod quien rápidamente los decapitó, enarbolando sus enormes cabezas ante la enfervorizada muchedumbre.
Mientras el Rey Nimrod hacía esto y luego arrojaba hacia la multitud el sangriento trofeo, el General Ninurta, acompañado por parte de la Elite guerrera, comenzó a trepar por el árbol Enlil que unía el Cielo con la Tierra. ¡Por primera vez en miles de años un grupo de Guerreros Sabios se aprestaba a tomar por asalto a Chang Shambalá!
Le ruego, Dr. Siegnagel, me permita hacer un breve alto en el relato para que pueda expresar en un poema lo que pasa por mi Espíritu al evocar la última gesta maravillosa de aquel pueblo hiperbóreo que sabía lo que hacía, en medio de un mundo que era pura confusión. Luego retomaré nuevamente el relato en el preciso momento en que los guerreros de Nimrod se aprestaban a invadir el Umbral de la iniciación sinárquica.
¡Valerosos guerreros Kassitas!
Su hazaña iluminará eternamente
a todos los pueblos hiperbóreos
que decidan tomar el Cielo por asalto
y regresar al origen primordial
del que Jehová Satanás los ha privado.
Porque Ellos combatieron a los Demonios
y despertaron del Gran Engaño.
Pero hasta ahora nadie ha logrado
igualar la gloria de Nimrod, “el Derrotado”.
Por eso los que aquí quedamos
debemos intentarlo nuevamente
Junto a Kristos Lúcifer “el Enviado”.
El Dios de los que “pierden” durante el Kaly Yuga,
y los Dioses Leales al Espíritu del hombre
que esperan el momento designado
en que doce hombres
de la Sangre más Pura
y un Siddha
se reúnan al final del Kaly Yuga
en suelo Americano.
Entonces el Gral será encontrado
y luego de mil años de traiciones
caerá la venda de los ojos, despertando;
la Puerta nuevamente será abierta
y Chang Shambalá con sus Demonios
será definitivamente aniquilado.
Pero hasta ahora nadie ha logrado
igualar la gloria de Nimrod, “el Derrotado”.
Es cierto que pocos lo intentaron:
algunos iberos, algunos celtas
troyanos, aqueos, dorios o romanos,
muchos godos y muchos germanos.
Pero nadie hasta ahora ha logrado
igualar la gloria de Nimrod “el Derrotado”.
Tal vez en Montsegur los Cátaros
o los Caballeros teutones
de Federico II Hohenstauffen,
o el más grande de todos,
nuestro Führer, con su Eje mágico
y un pueblo valeroso que ante nada retrocede;
acaso El como nadie lo ha buscado. Y así muchos la eternidad ganaron
y de este Infierno se han marchado.
Pero no definitivamente
pues una Batalla Final será librada
y volverá Nimrod
Junto a los grandes Héroes del pasado.
Odín, Wothan, y Wiracocha,
Heracles, Indra y Quetzacoatl,
desde el Valhala llegarán cantando,
rodeados de Walkirias primorosas
y música de antaño.
Y Ellos levantarán Ejércitos enormes
de Vivos, Inmortales y Resucitados.
Una sola virtud será exigida:
se llama honor y dignifica al hombre
que del Engaño ha despertado.
La Guerra será Esencial
y el Demiurgo y sus huestes, derrotado,
liberará al fin a los Espíritus Eternos
que de Venus llegaron
para que regresen adonde Dios espera,
en un Mundo que no se ha creado.
¡Y al partir del Universo de Materia,
de la locura, del Mal y el Gran Engaño,
los que regresan cantarán a coro
las hazañas de Nimrod, “el Derrotado”!
Proseguiré ahora con el relato. El árbol Enlil poseía ramas espaciadas y rectas, que en realidad eran enormes púas, de modo que podía treparse por ellas como si se tratase de una gigantesca escala. Esto fue justamente lo que hicieron los valientes Kassitas preparándose a ascender por el árbol y sitiar la “Puerta del Cielo”. No bien el General Ninurta y cincuenta guerreros hubieron trepado lo suficiente comprobaron que se hallaban frente a la entrada de una caverna, o a la imagen de ella. Saltaron audazmente del árbol, sin saber aún si podían hacer pie en el misterioso mundo al que entraban por la “Puerta del Cielo”, y se hallaron en un suelo claramente rocoso. Algunos se volvieron para mirar y vieron al árbol que se perdía en insondables alturas; y también el borde de un abismo, a pocos codos de donde estaban parados, por el cual se distinguía, a muchos pies de distancia: el techo de la torrecilla de donde emergía el gigantesco tronco; el Zigurat; los hombres del pueblo reunidos en torno; y el perímetro amurallado de la ciudad de Borsippa. Contrastando con la intensa luz exterior, adonde todavía seguía siendo medio día, una suave penumbra reinaba en aquel sitio. Sin embargo había suficiente luz como para distinguir los detalles de la siniestra caverna: se veían siete escalones de piedra y, a partir del último, un pasadizo que se perdía en la distancia. Pero sobre la entrada, siguiendo la curva de su arco, estaban clavados siete estandartes triangulares. Cada uno llevaba escrita una misma leyenda, en otras tantas lenguas diferentes. En su propio idioma kassita pudieron leer:
No oséis poner los pies en este umbral
si antes no habéis muerto a las pasiones
y a las tentaciones del Mundo.
Aquí sólo se llega para renacer
como Iniciados en la Fraternidad Blanca,
pero para obtener tal privilegio
es necesario morir primero.
¡Adeptos: si aún estáis vivos,
si la llama del deseo primordial
aún arde en vuestros corazones,
si conserváis el recuerdo
y alimentáis el propósito,
entonces huid, mientras estéis a tiempo!
Evidentemente se trataba de una maniobra estratégica. La leyenda, aparentemente destinada a presuntos adeptos a la iniciación, tenía por objetivo desconcertar y provocar la duda a los intrusos. Sin embargo, lejos de lograr estos fines, el mensaje arrancó instantáneas carcajadas en los guerreros Kassitas.
Por el árbol espino venían ya trepando Nimrod y Ninurta seguidos por otra escuadra de arqueros. Pronto estuvieron reunidos y como nada ocurría se dispusieron a ingresar en la infernal caverna.
–¡Isa, Isa! –comenzó a llamar a gritos el Rey Nimrod, alarmado por la ausencia de la Iniciada a quien nadie había vuelto a ver desde que el Dragón se elevara hasta el Cielo. En ese momento alguien notó que los estandartes habían borrado su tentador mensaje y se reescribían solos, persistiendo en aquella táctica de dirigirse a los guerreros con palabras engañosamente espirituales:
–Viajeros Kassitas,
en este lugar sólo hallará la locura
quien no posea un Corazón justo
y un Alma dulce y devota
capaz de adorar al Gran Arquitecto del Universo
y servirle en su Gran Obra.
Vosotros no poseéis totalmente estas virtudes.
Sin embargo ¡Sois afortunados, Kassitas!
Aunque equivocados en vuestro propósito
el haber sabido llegar hasta aquí os favorece
y es por ello que os haremos una oferta
por esta única vez, ahora y para siempre:
os ofrecemos servir, junto a Nosotros,
a El Uno, Señor del Gran Aliento,
Creador de la Tierra, del Cielo y de las Estrellas,
de incontables Mundos semejantes a éste,
y de otros lokas tan extraños y sutiles
que resultan inconcebibles para cualquier mortal.
Sois valientes y puros, Kassitas,
pero habéis sido engañados por el Demonio Kus
quien os mostró un Paraíso inexistente.
Debéis abandonarlo, y aceptar el Plan de El Uno.
Os ofrecemos ahora pasar las pruebas
y servir al Dios Uno a Nuestro lado.
Pensadlo bien Kassitas,
habéis matado a dos de nuestros Hiwa Anakim
los Sagrados Guardianes del Umbral
y eso es grave falta por la cual deberéis purgar.
Sin embargo aún os ofrecemos servir,
en las filas de la Fraternidad, al único Dios.
Si os decidís ahora, si aceptáis el trato,
debéis dejar las armas en el Umbral
y despojaros de toda intención agresora,
y de los signos malditos que portáis.
¡Hacedlo pronto Kassitas!
porque es oportunidad única la que os damos.
Hacedlo y podréis atravesar sin peligros
el pasillo que está ante vosotros.
Pero tened presente que debéis cruzarlo
con el arrepentimiento en el Alma
porque enseguida arribaréis a un lugar Muy Santo
llamado “El Templo de la Sapiencia”,
adonde seréis Iniciados en los Misterios de El Uno.
Se miraron vacilantes Nimrod y Ninurta; esperaban hallar enemigos formados para el combate pero allí sólo había estúpida magia. Los estandartes, con las palabras que se han visto, habían atraído misteriosamente la atención de los Kassitas. Entre los guerreros, algunos no sabían leer, pero, extrañamente, el mensaje llegaba igual a sus mentes. Y, aunque no entendían muchos de los conceptos empleados, sabían perfectamente que se intentaba comprarlos, toda vez que se les proponía una oferta; sobornarlos para que abandonasen la lucha y se rindiesen sin presentar batalla. ¿Los Kassitas derrotados, desarmados con “palabras”? ¿Y cuál sería el precio cobrado por tan cobarde claudicación? Nada menos que servir al odiado Enlil... Un murmullo se elevó desde la Elite guerrera: se intentaba engañarlos y aparte se había insultado a su Dios Kus. La sangre hervía en las venas de los heroicos Kassitas. Pero el mensaje proseguía:
Si aceptáis Nuestra generosa oferta
os convertiréis en los Guerreros de la Rosa,
aprenderéis la Doctrina del Corazón
y, merced a esta Sabiduría,
descubriréis en vuestro propio Corazón
a El, a Aquel por quien sois todo,
al Anciano de los Días,
al Señor de los Eternos Veranos,
al Kumara Sanat.
Si aceptáis, lucharéis siempre por El
y por su Pueblo Elegido Habiro,
cuya simiente se halla muy cerca de vosotros.
Si aceptáis regresaréis al mundo
como Adeptos Iniciados
en el Misterio de la Kâlachakra
la Ciencia más poderosa de la Tierra.
Y gracias a sus secretos
seréis los hombres más fuertes,
no habrá enemigos que se os puedan enfrentar.
Seréis Magos respetados,
Generales victoriosos,
Reyes invencibles,
hombres riquísimos,
depositarios de un Poder
como nunca se ha visto.
Compartiréis la gloria de reinar en el Mundo
Junto al linaje elegido por El
en el día no lejano en que El,
como YHVH-Sebaoth
se presentará ante unos pueblos numerosos,
adoradores de la Materia,
y los conducirá con brazo firme
desde la Sinarquía de Su Poder...
–¡Nooo! –Resonó como un trueno la voz de Nimrod–. ¡No miréis el maldito estandarte! Su voz está afuera, en el Mundo del Engaño. ¿Qué os dice vuestra Sangre Pura, guerreros Kassitas? ¿No aprendimos de Kus, el Hiperbóreo, que intentarían comprar nuestras armas? ¿Y no nos dijo Kus, allá en nuestras montañas lejanas, que ceder a los Demonios sería nuestro fin?
Desenvainó su espada y con un rápido movimiento se infligió una herida en la mano izquierda.
–Escuchad –prosiguió– Yo, Nimrod, quien os ha guiado victoriosamente en mil batallas, os digo que debemos combatir hasta la muerte a estos viles Demonios que no se atreven a enfrentarnos. Os digo que mienten y que con sus promesas sólo buscan perdernos –levantó su mano, de la cual manaba abundante sangre– ¡Aquí está mi sangre, que es la más pura del mundo! Con ella trazaré el Signo HK en este estandarte infernal y luego entraremos a matar a los Demonios. ¡Nuestro Signo es invencible!
Con su dedo pulgar derecho, embebido en sangre, dibujó el Signo del Origen e instantáneamente pareció como si un fuego consumiese a los siete triángulos encantados.
–¡Matemos a los Demonios! –gritaron a coro todos los guerreros.
Sin embargo no alcanzaron a ingresar al túnel. Aún humeaban en el suelo los restos de los estandartes cuando los Demonios de Shambalá, que observaban ocultamente la reacción de los Kassitas, se dispusieron a emplear una de sus terribles armas atlantes: el “cañon OM”. Primero fue un sonido suave, penetrante y agudo, como el cantar de la cigarra. Luego comenzó a subir de tono y de volumen hasta hacerse irresistible.
–¡Isa, Isa! –gritaron a dúo Nimrod y Ninurta. Efectivamente, descendiendo de lo alto por las espinas del árbol Enlil, estaba a la vista el espectro de la princesa Kassita. Los miraba fijamente y parecía hablar enérgicamente pero, en un primer momento, nadie oyó nada, pues el monosílabo de El emitido intensamente había aturdido a casi todos. Sin embargo era impresionante la fe que los Kassitas sentían por la Iniciada de Kus y quizá esta confianza hizo que pronto oyeran, o creyeran oír, sus instrucciones.
–¡Poneos atrás de Nimrod y de Ninurta! Observad fijamente el Signo de HK que tienen grabado en sus espaldas y dejad que fluya en vosotros la Voz de la Sangre. Su rumor apagará cualquier cosa que os perturbe. Y vosotros, valientes Jefes: tenéis un arma poderosa; veréis que ella os protege. Miradme a mí y confiad, que pronto cesará vuestro dolor.
Dando un salto hasta el Rey y el General la Iniciada puso sus manos en las cabezas de aquellos Héroes produciendo la exaltación de una como aura brillante en torno de sus cuerpos. Esta operación produjo evidente alivio pues un segundo después ambos estaban maldiciendo, aunque no lograban aún oír sus propios juramentos.
Mientras en el Cielo ocurrían los sucesos que acabo de narrar, abajo, junto al Zigurat, el resto del pueblo vivía curiosas experiencias. Cuando Nimrod arrojó las cabezas de los Demonios la algarabía fue muy grande y poco tiempo después las mismas pendían ensartadas en sendas lanzas. Estas cabezas eran bastante más grandes que las de un hombre normal, aunque no llegaban a doblarla en volumen. Los cabellos rubios y largos enmarcaban un rostro cuadrado, de ojos rasgados y negros y enorme nariz ganchuda. La boca era de labios carnosos, detalle que se apreciaba perfectamente pues los Demonios carecían de barba.
Las picas fueron clavadas ante la imagen de Kus mientras las Iniciadas transportaban los enormes cuerpos para proceder, ante el Dios de la Raza, a arrancar el corazón de los Demonios. Una Iniciada hizo la abertura en el blanco pecho y extrajo el corazón, que curiosamente se hallaba en el lado derecho. Luego quitó el órgano al otro Demonio y elevó las sangrientas vísceras en sus manos para que el pueblo las viera. Y aquí ocurrió un enésimo prodigio pues, al contacto con el aire, los corazones se transformaron en flores, con el consiguiente espanto por parte de la muchedumbre integrada por hombres y niños. Eran dos rosas rojas con un trozo de tallo espinoso cada una, pero nadie las reconoció como tales pues todavía no existían las rosas sobre la tierra, y es probable que aquellas eran las primeras que veían ojos humanos desde el hundimiento de la última Atlántida. La Iniciada las arrojó despectivamente a los pies de Kus y todos regresaron junto al Zigurat donde, en ese medio día interminable, se erguía el gigantesco espino.
La Elite de doscientos arqueros habían ya trepado por el espino Enlil y penetrado en la negra abertura. Quedaba alrededor del Zigurat el resto del Ejército Kassita: la infantería, los zapadores, los lanceros y auxiliares, y numerosos arqueros que no pertenecían a la Elite. También estaban varias escuadras de guerreros de otras ciudades que habían venido a Borsippa como escoltas de Embajadores y Nobles. Y todos levantaban el puño hacia el Cielo y gritaban: –¡Kus, Nimrod; Kus, Nimrod! –alentando a su, ahora, invisible Rey y deseando íntimamente recibir la orden de trepar por el espino para colaborar en la lucha. Varios Príncipes y Jefes militares estaban junto a las tropas, pero nadie se hubiese atrevido a dar ninguna orden sin recibir antes señales de Nimrod o de Ninurta.
Acompañaba a la gritería de las tropas un coro de mujeres y niños, que componían el resto del pueblo. Pero los pastores habiro, por supuesto, continuaban atemorizados, invocando en voz baja a Yah, El, Il, Enlil, su amado Demiurgo. Y las Iniciadas, que tímidamente primero, y luego con cierta urgencia, habían subido a la torrecilla superior para indagar sobre la suerte corrida por los Hierofantes, comprobaban que todos habían perecido. Y por eso lloraban a gritos y maldecían al siniestro espino. Pues los Iniciados que no murieron cuando la terrible lengua de fuego abrasó la torrecilla estaban ahora ensartados en gruesas y largas púas que cubrían la totalidad del recinto azul. ¡El pueblo Kassita había perdido a la Elite de Iniciados cainitas; su suerte estaba ahora solamente en manos del Rey Nimrod!
Pero entonces, el sonido del cañón OM comenzó a invadir el ámbito de la ciudad y pronto se hizo tan insoportable que muchos cayeron al suelo desmayados de dolor. Una nueva nube de vapor geoplasmático, ahora brotando del suelo de Borsippa, se propagó rápidamente. La niebla subió hasta una altura igual a la mitad de un hombre y cubrió a los que se desplomaron sin sentido. Los primeros en rodar, casi instantáneamente, fueron los habiros; hombres y mujeres; niños y ancianos; todos caían en el acto, fulminados por el penetrante sonido. Y a continuación ocurrió, quizá, el penúltimo gran fenómeno de ese día glorioso.
De pronto, tan misteriosamente como se había formado, la niebla comenzó a disiparse dejando al descubierto a numerosos hombres y mujeres que yacían tendidos en el suelo o que intentaban levantarse. Pero el prodigio era que los habiros, en su totalidad, habían desaparecido. Y el sonido diabólico, el monosílabo de El, también cesó en ese momento.
Los Kassitas, al comprobar que los habiros no estaban a la vista pensaron que habían huido pues muchos de ellos eran sus esclavos o sirvientes y esta presunción aumentaba su furor. Pero los habiros no habían huido: toda su comunidad experimentó los efectos selectivos del cañon OM cuyo sonido, convenientemente afinado, tiene la propiedad de producir la teletransportación. En lugares distintos, a muchas millas de distancia, se “encontraron” los pastores habiros al recobrar el conocimiento y si bien al principio maldecían a Nimrod y a su “magia”, atribuyendo a ésta la culpa de sus involuntarios viajes, al tener noticias de la suerte corrida por Borsippa, agradecieron a su Dios Yah por haberlos salvado. Muchos despertaron en Nínive o en Assur, pero otros fueron a parar a sitios tan lejanos como Ishbak, Peleg, Serug, Tadmor o Sinear. De hecho, muchas familias tardaron años en reunirse, separadas por distancias de doscientas o trescientas millas, lo que contribuyó a difundir, de manera distorsionada, la hazaña de Nimrod en el Oriente Medio. A todo esto, en Borsippa, un arquero se asomó por la negra abertura del cielo y gritó:
–¡Guerreros, al ataque! ¡Nimrod vence!
Este llamado era anhelado por el pueblo Kassita y causó que, un instante después, miles de guerreros se lanzaran al asalto del Cielo.
C uando Nimrod y Ninurta se convencieron de que el rayo sónico OM no podía contra ellos se aprestaron a invadir el Umbral. El pasillo era lo suficientemente ancho como para que pudiesen avanzar de a cinco a la par, cosa que hicieron a la carrera. Al frente iba la espectral figura de la Princesa Isa, seguida por Nimrod, Ninurta y el resto de los arqueros, menos una docena que quedaron de guardia a la entrada. Aquella caverna, construida con el fin de atemorizar a los aspirantes a servir al Demiurgo, tenía las paredes cubiertas de bajos relieves monstruosos y leyendas misteriosas e impías. También existían puertas laterales que daban a ciertas “cámaras” en donde la Demonia Dolma suele presentarse en su lasciva desnudez, rodeada de una corte de Sacerdotisas prostitutas. Ella es la encargada de “guiar”, y “hechizar” a los adeptos que ignoran los peligros de la magia sexual.
Estas y otras muchas trampas alucinantes, destinadas a confundir y someter la voluntad de los ingenuos aspirantes que suelen aventurarse a atravesar el Umbral, se hallaban montadas, acechantes, en toda la interminable longitud del siniestro pasillo. Pero ninguno de tales trucos podía detener a los que estaban más allá de los sentidos; a los que sólo oían la Voz de la Sangre Pura; a quienes su determinación los había llevado a luchar al Cielo.
La vanguardia Kassita llevaba recorrida una longitud de dos estadios cuando el túnel concluyó abruptamente dando lugar a tres salas, una a continuación de la otra, en cuyas entradas grandes inscripciones en varios idiomas permitían saber que se hallaban en el “Templo de la Ignorancia y del Aprendizaje” o en el “Templo de la Fraternidad” o en el “Templo de la Sapiencia”. La primera sala se hallaba vacía, salvo un altar con los odiados símbolos de Enlil. La segunda poseía dos altares y dos enormes columnas de basalto a su entrada. La tercera ostentaba un suntuoso altar con un ataúd y, grabados en paredes y techos, los símbolos más obscenos y malditos que nadie podía concebir sin perder la razón. Y en todas las salas había ricas alfombras y tapices cubriendo pisos y paredes; y sahumerios aromáticos que impregnaban el espacio, suavemente iluminado por varias lámparas de aceite. Las tres salas, tan curiosamente decoradas, constituían sin duda un espectáculo inusitado para aquellos hombres aguerridos que minutos antes se encontraban en una humilde ciudad del desierto. Sin embargo, estos extraños ambientes no pudieron ser debidamente apreciados por los Kassitas pues la lucha comenzó tan pronto ingresaron en la primera sala. Allí un grupo de los “Guardianes del Umbral”, Hiwa Anakim, semejantes a los que Nimrod decapitara momentos antes, les cerraban el paso.
A pesar de poseer aspecto fiero, y de ser bastante grandes en tamaño, esos engendros de la magia negra no son muy efectivos para la lucha. Han nacido de la cópula entre los Dioses Traidores y las hembras del animal hombre en la ceremonia del Sabbat, que es antiquísima, de la Epoca en que dichas prácticas destruyeron a la Atlántida. Muchos millares de tales seres demoníacos viven en Chang Shambalá (o Kampala o Dejung, etc.), son totalmente imbéciles y sirven en los “Ejércitos” de la Gran Fraternidad Blanca. Empero, hay personas más imbéciles que los Hiwa Anakim:, son quienes al verlos los toman por “Angeles” o “extraterrestres”.
Los Guardianes rodeaban a un anciano calvo, semidesnudo, de raza amarilla, que parecía un habitante de las lejanas montañas Kuen Luen. Tenía en sus manos un Dordje o Cetro de Poder, esto es, un transductor poderosísimo que permite operar a modo de “llave” o “gatillo” en toda la gran maquinaria resonante que es el Universo material. El Cetro, una vara con cabeza esférica de piedra, emitió un rayo bermejo que golpeó secamente el pecho del General Ninurta arrojándolo fulminado en el piso. Pero el Enemigo no tuvo tiempo de alegrarse de este golpe pues una certera flecha atravesó el corazón del Demonio amarillo provocando, tan extraordinaria respuesta, gran confusión entre los Hiwa Anakim. Ahora el choque se hizo inevitable; mientras unos Demonios arrastraban el cadáver del viejo hasta el “Aula del Aprendizaje”, otros se dirigían, espada en mano, hacia los guerreros Kassitas. Una lluvia de flechas mágicas cayó sobre ellos, pero en ambiente tan reducido pronto la distancia se acortó y hubo que pelear cuerpo a cuerpo. Ya habían caído varios Demonios acribillados y algunos más no tardaron en seguirlos por el efecto de las espadas Kassitas. Nimrod abrió un claro entre los atacantes y, seguido de su escuadra, pasó a la siguiente sala. Allí la lucha se hizo encarnizada y se vio que el número de Demonios era elevado.
Pero Nimrod estaba enfervorizado. Había distinguido, a través de la segunda sala, a un personaje resplandeciente, que dirigía el ataque. Se asomaba por momentos al Templo de la Sapiencia desde una puerta que parecía dar a un amplio patio, pero luego de gritar órdenes se apartaba para dar paso a otros torpes Hiwa Anakim. Era un Nefilim, uno de los “Dioses Traidores”, pero Nimrod, impresionado por su aspecto Divino y sus grandes alas blancas, le tomó por el mismo Enlil. Apuntó cuidadosamente y disparó cuando la imagen del Nefilim se dibujó en la puerta. La flecha trazó una suave curva en el espacio y fue a dar directamente al pecho del Demonio, rebotando como si hubiese pegado contra una roca.
–¡Perro Nimrod! –gritó el Nefilim con el rostro desfigurado por el odio–. ¿Así respondes a nuestra oferta? Ahora morirás, tú y todos los tuyos. Serán pasto de nuestros Hiwa Anakim que, por cierto, tienen buen apetito.
Dicho esto se apartó de la puerta, mientras un tropel de Demonios irrumpían hacia Nimrod mientras éste observaba horrorizado cómo muchos Hiwa Anakim se entregaban a devorar ferozmente a los guerreros caídos. Esta visión arrancó un grito de espanto al Rey Kassita y mientras su espada mantenía a raya a los atacantes, observaba que las bajas eran terribles entre su Elite de arqueros. Ese fue el momento en que dio la orden de buscar refuerzos. Unos momentos después miles de guerreros irrumpían en los malditos Templos de la iniciación sinárquica.
Pronto los Hiwa Anakim fueron sobrepasados y Nimrod tuvo tiempo de reunir a sus arqueros sobrevivientes. Quedaban menos de la mitad pero los refuerzos llegados eran impresionantes, al extremo que amenzaban saturar los tres Templos que ya habían sido tomados. Había que intentar una salida hacia el patio exterior. Nimrod espió por la puerta en que viera al Nefilim y comprobó que daba al patio de un enorme Palacio, en medio de una ciudad ciclópea. Un cuadro que quitaba el aliento.
Es que estaban en el corazón de Chang Shambalá, muy cerca del Palacio del Rey del Mundo. El conjuro de los Iniciados cainitas había sido tan efectivo, apoyado, desde luego, por el Misterio de la Sangre Pura, que la Serpiente de Fuego les había allanado las Siete Murallas. El túnel de la iniciación sinárquica las atraviesa, para que los discípulos del Demiurgo puedan llegar hasta los Maestros de Sabiduría. Pero conviene que haga algunas aclaraciones. A pesar de todo lo que se ha visto hacer a los Iniciados cainitas y a Nimrod, no se trata de magia la clave para llegar a Chang Shambalá, sino de Estrategia. De nada valdría que alguien pudiera “abrir la puerta” si su Espíritu se encuentra dogmatizado o es víctima de cualquiera de las tácticas psicológicas que emplea la Fraternidad Blanca para lograr la Sinarquía Universal. Por eso la verdadera hazaña de Nimrod fue atravesar el túnel y los tres Templos con las armas en la mano, lo que habla, y hablará para siempre, de la Sangre Más Pura de la Tierra. Porque esos lugares son las cámaras de engaño más poderosas que existen en el mundo. Nada se les puede igualar, ni los tratamientos con drogas que puedan emplear los Servicios Secretos de Occidente, completados con hipnosis, ni cualquier otro sistema de “programación psíquica”. Quienes van a parar allí, personas útiles a la Sinarquía, Jefes de Estado, religiosos, Reyes, personas ricas e influyentes, presidentes de corporaciones, etc., “retornan completamente hechizados, dispuestos a trabajar de lleno para cumplir su misión”. Son los “Iniciados” de la Sinarquía, han “muerto” y “vuelto” a “nacer”; pero lo que en realidad ha muerto en ellos es el Espíritu, el Recuerdo de Sangre, que ahora, sumidos en una total confusión estratégica, ya nunca sentirán.
En el patio exterior al Templo de la Sapiencia, donde se habían atrincherado los valientes kassitas, toda una legión de Hiwa Anakim espada en mano y varias escuadras de Sheidim, los enanos de piel terrosa, esperaban inquietos. Estos enanos, de enorme cabeza, son el producto de la cópula ritual entre los hombres y ciertos animales, durante las orgías de magia negra atlante. Transportados en masa a Chang Shambalá, luego de la hecatombe, habitan en lóbregas cavernas y realizan toda suerte de tareas para los “Maestros”. Ultimamente han sido “re-descubiertos” en Occidente como acompañantes de tripulantes de O.V.N.I.S., pero, en verdad, se trata de una especie terrestre milenaria. Dominan un arma antipersonal paralizante que da sensación de frío y puede producir desmayos pero que no es mortal. Se muestran agresivos y son de temer si no se les conoce y no se poseen los conocimientos necesarios para neutralizarlos. Pero cuando llevan las de perder son cobardes y huyen en desbandada. Son feroces carnívoros pero no gustan la carne humana como los feroces Hiwa Anakim. Ellos son los responsables del robo de reses mutilaciones de animales y succiones de sangre, así como los Hiwa Anakim suelen desayunarse con desprevenidos ciudadanos que jamás vuelven a “aparecer”.
La vista del patio exterior no podía ser más espeluznante, pero Nimrod deseaba enfrentarse al cobarde Nefilim y vengar las horrorosas bajas producidas entre sus hombres por los gigantes antropófagos. Para ello trazó una simple Estrategia. Enviaría a la infantería en horda seguidos de una vanguardia de lanceros. Atrás quedaría la Elite de arqueros protegiendo la retaguardia y disparando permanentemente a los blancos más seguros. En la confusión Nimrod intentaría llegar hasta el Nefilim.
El Emin Nefilim cuyo nombre era Kokabiel, uno de los doscientos Dioses Traidores que vinieron de Venus, siguieron el Sendero de la Mano Derecha y fundaron la Fraternidad Blanca o Jerarquía Oculta de la Tierra, se hallaba dirigiendo a sus huestes de pesadilla escudado tras una enorme fuente de surtidor. Su aspecto era deslumbrante pues estos Demonios son orgullosos y sienten placer por mostrar una apariencia bella, tratando vanamente de competir con Kristos Lúcifer, Señor de la Belleza Increada.
Nimrod dio la orden de atacar y una horda de guerreros Kassitas se precipitó contra la cerrada formación de los Demonios. Los enanos dispararon sus armas de “cinturón” y produjeron algunos tropiezos entre los primeros guerreros, pero pronto se vio que el ímpetu que llevaban haría imposible detenerlos de ese modo. Comenzaron a llover docenas de flechas al tiempo que chocaban las dos vanguardias generándose una tremenda refriega. En ese momento Nimrod, que se había dirigido aparentemente en sentido contrario, cayó de dos saltos sobre Kokabiel intentando degollarlo con un filoso puñal de Jade. Esa arma, procedente de China, la había recomendado Isa como muy efectiva para abatir a los Demonios Rodando en mortal abrazo dos Hiperbóreos enemigos, el blanco Nimrod y el tenebroso Kokabiel, jugaban sus inmortales e ilusorias vidas tratando de apuñalarse mutuamente. Era algo que no se veía desde 8.000 años atrás.
Pero sus cuerpos pertenecían a dos Razas distintas. Kokabiel era enorme, casi el doble de tamaño que el valeroso Nimrod, y esa ventaja física, sumada a su odio que constituía una energía casi palpable, abrasadora, ponían en aprietos al Rey Kassita.
–¡Muere, Perro Nimrod! –gritó el Nefilim mientras presionaba el cuello del Rey Kassita, sorprendido en mortal llave de lucha.
–¡Muere y regresa al mundo infernal de los humanos mortales! –comenzaron a crujir los huesos del infortunado Rey.
–¡Imbécil Nimrod! ¿Querías conquistar el Cielo? El castigo será terrible. Te encadenaremos de tal forma que regresarás a la conciencia mineral o, peor aún, al mundo elemental de las larvas etéricas. Y tardarás milenios en quitarte la rueda del Karma, maldito Nimrod. Y con tu pueblo haremos un escarmiento definitivo. ¡Será borrado de la faz de la Tierra! Pero tu derrota será recordada siempre por el linaje habiro de YHVH. –¡Crack!, sonó lúgubremente el espinazo de Nimrod al partirse.
–Ja, Ja, Ja, –reía cínicamente Kokabiel–. Sí que te va bien ese nombre: “Nimrod, el Derrotado”. Así serás recordado, perro Nimrod. Ja, Ja, Ja. ¡Ahhaha! –aulló horriblemente el Nefilim al advertir que el cuchillo de jade había penetrado hasta la empuñadura en su cintura.
En todo momento de la lucha había tratado Nimrod de hundir el arma pero ésta resbalaba en la coraza electrostática con precipitación mineral que lo protegía. Al fin, cuando se sintió morir, difundió su conciencia en la Sangre, a la manera hiperbórea, y dejó que el último esfuerzo de su brazo fuese guiado por los impulsos primordiales. Y entonces la mano, temiblemente armada, se disparó directamente a un punto de la cintura del Nefilim, justo sobre el hígado, adonde un vórtice de chakra generaba un punto débil en la armadura.
Ahora Kokabiel estaba muerto, y nunca más viviría en este Universo, tal es el misterio que tratan de ocultar los Demonios Nefilim de Chang Shambalá. Pero Nimrod agonizaba junto al gigantesco cadáver…
Al caer Kokabiel un súbito desconcierto se generó entre las huestes demoníacas. Sin embargo las voces de otros cobardes Nefilim los incitaban a luchar sin retroceder. La matanza era terrible y la sangre cubría ya gran parte del patio, sembrado con cientos de cadáveres. Una escuadra de zapadores comenzó a incendiar los corredores adyacentes y pronto ardió el Palacio que se hallaba, evidentemente, evacuado. En medio de la confusión, algunos guerreros sentaron al Rey arquero contra la rumorosa fuente y le vieron sonreír mientras el titilar de las voraces lenguas de fuego proyectaba sombras danzantes sobre su rostro. También le vieron hablar con el espectro de Isa. Algunos hasta pudieron oír con claridad lo que decían:
–Oh, Isa. ¿Dónde has estado Princesa?
–Muy lejos, Valeroso Nimrod –respondió la Iniciada muerta–. El monstruo de fuego Enlil me transportó fuera del mundo terrestre, hasta la Casa de su Amo Shamash, el Sol. Allí vi una Ciudad de Fuego, con los Demonios más infernales que nadie puede imaginar. Había once “Dioses” semejantes a Enlil. Y uno, Oh Nimrod, que no puede ser descripto por ningún mortal sin correr el riesgo de perder la cordura. El monstruo más espantoso y abominable que imaginarse pueda en una eternidad de locura. ¡Y habitaba en Shamash! ¡Y todo, Oh Nimrod, todo lo existente, todo cuanto vimos aquí, en este Infierno, y en otros muchos mundos que atravesó el monstruo, todo estaba vivo, palpitaba, y era parte de El!
Pero debes alegrarte, Oh Nimrod, porque ni El pudo con el signo primordial de HK. –¡Tórnate árbol! –le ordenó Shamash al Dragón Enlil– y confunde en la gnosis primordial de tus frutos a ese Signo que nos recuerda al Incognoscible!
–De pronto, intrépido Nimrod, me hallé en la copa de un árbol espino, un Manzano, un Rosal, un Almendro, un árbol que los era todos a la vez, un árbol cuyos frutos contenían el Secreto de la Serpiente, la Sabiduría del Creador Enlil, el Conocimiento que cuidan los Demonios porque es la heredad de los animales hombres y de los Pueblos Elegidos por El. Ese árbol colgaba de negros abismos y llegaba hasta Shamash. Comencé a descender y muchas criaturas infernales me acechaban, pero todas huían al comprobar que portaba el Signo. Me encontraba muy preocupada pues debía cumplir la misión de hallar el Sendero de Regreso al Origen, tal como nos fue encomendado por los Sabios cainitas. Toda la esperanza de la Raza estaba puesta en mí y no podía fracasar. Y para colmo de apremios percibía la Voz de Shamash que hablaba al Perro del Cielo y decía:
–¡Oh Sirio! ¡Oh Sión! ¡Oh Divino Can! Tu nunca mancillada Faz debe contemplar como los seguidores de Kristos Lúcifer, el enviado del Incognoscible, se alzan contra el Plan de El Uno, desafían las leyes cósmicas y buscan abandonar el Universo de los Soles. ¿Permitiremos nosotros, los Arquitectos de Todos los Mundos, que los Espíritus esclavos se liberen del yugo de los ciclos, de los manvantaras y de los pralayas? Responde, Oh Tú, que vives en la Paz del Uno. Dinos si podemos aceptar que el ungido Lúcifer, el Kristos, revele el Misterio del Vril a los Espíritus atados a la evolución de nuestras Santas Voluntades. Pues he aquí que El Enviado se ha instalado en nuestra Mansión, y desde allí alienta la Redención de la Sangre Pura. Ilumina el interior de los hombres con un nuevo Sol que nadie ve, un Sol Negro que recuerda al Origen Divino del Espíritu y despierta la Nostalgia del Regreso. ¿Permitiremos esta abominación, Oh Sirio? Si ellos descubren el camino de Regreso a los Mundos Increados ¿qué será de nuestras cadenas planetarias, confiadas al desenvolvimiento dudoso de las mónadas? ¡Debemos impedirlo! ¡Oh Sirio-Sión, Perro del Pastor Uno que cuidas del Rebaño Cósmico, hunde tus dientes en la Serpiente Redentora y líbranos de la amenaza de liberación espiritual para que continúe eternamente la esclavitud de aquellos que son semejantes al Incognoscible sin saber qué son!
–¡Oh Nimrod, no temas! –exclamó la Princesa al comprobar que el rostro del moribundo Rey Kassita se ensombrecía–. ¡Hemos triunfado, Oh Tú, el vencedor de Kokabiel! Mientras los Demonios hacían oír sus blasfemas voces por todo el orbe yo trataba de cumplir con la misión de la Raza y hallar el Sendero de Regreso. Para ello concentraba mi atención en el Sol Negro, pues ésa es la única manera de conservar la ventaja estratégica obtenida por la pureza de sangre, cuando una luz vivísima partió desde atrás de ese Centro Racial. Era un rayo verde, de una pureza inefable, que atravesaba el Centro Increado y revelaba, para nuestra Estirpe, la Puerta Original de las Mansiones Perdidas. ¡Oh Nimrod, en un instante todo se tornó claro, toda confusión se disipó! Ya no podría perderme jamás porque ahora sabía que nunca nos habíamos extraviado, ni confundido, ni pecado, ni caído. Ni siquiera nos habíamos movido nunca. ¡Oh, Nimrod! Al disiparse la totalidad del Gran Engaño he tenido la certeza de que ya no tendríamos que regresar porque estábamos allí sin saberlo. ¡Hemos conquistado la Libertad del Espíritu, Valiente Nimrod! Y la posibilidad absoluta de ser nosotros mismos nuestra propia creación, de ser nosotros la matriz de nuestro propio parto. ¡Es la Voluntad del Incognoscible, Divino Nimrod, que lo podamos todo!
Pronunció las últimas palabras la Princesa Isa, acompañando el suspiro final del Rey Hiperbóreo: –Ya poseía el Secreto del Regreso al descender del espino, cuando os vi en la entrada de la infame caverna iniciática, pero era bueno para dar prueba de la pureza alcanzada por el linaje de Kus que se librara la Batalla Final entre los Kassitas de Nimrod y los Demonios de Chang Shambalá. Para que perdure en la memoria racial de los hombres aún encadenados el recuerdo de esta hazaña y sea evocada al fin de la Era del Pez, cuando los Trece Dioses recuperen la Corona de Lúcifer y despierten definitivamente a los pueblos hiperbóreos. Entonces caerá Chang Shambalá con sus Demonios, y en un Holocausto de Fuego sin fin sucumbirá la maldita obra del Demiurgo Jehová Satanás.
Nimrod yacía muerto en Chang Shambalá. Junto a él, con una mueca de horror indecible en el crispado rostro, estaba el cadáver del Nefilim Kokabiel, quien había sido Maestro de hechiceros y magos. Su Ciencia había resultado inútil ante la tenaz decisión de los puros Kassitas y dicho fracaso demostró que para el hombre, trasmutado en Hombre de Piedra, siempre es posible luchar contra los Demonios y vencer. Claro que esa victoria espiritual puede ser también una derrota, si es medida con la vara del animal hombre. Porque, de hecho, es considerado como “derrota” toda victoria que no trae aparejado un éxito material comprobable con las pautas morales de las sociedades “sinarquizadas”. Pues la moral de una sociedad es función de su Cultura y, ya se vio, “la Cultura es un arma estratégica” para la Sinarquía. Por eso quienes luchan contra las fuerzas satánicas, los hombres despiertos, serán siempre tildados de “derrotados”. Y por eso el Gran Ser que ilumina el Sendero Interior de los hombres, Kristos Lúcifer, es llamado el Dios de los Perdedores: porque todos sus seguidores siempre “pierden” durante el Kaly Yuga.
Yacía pues Nimrod, el Derrotado, muerto en Chang Shambalá. Sus bravos Kassitas habían sido completamente exterminados en una vasta área de la Ciudad Maldita, hasta donde los condujo su furor guerrero. A la luz reverberante de los últimos fuegos podía observarse el osario espantoso en que se tornaron los Templos y los patios. El primer Palacio, llamado “Mansión de los Manúes”, adonde se depositaban los anales de las Razas Raíces y que era utilizado por los Maestros de Sabiduría para entrenar a sus enviados, fue reducido a cenizas. Un enorme Monasterio y varios templetes dedicados a “divinidades menores”, siempre destinados a entrenar “enviados” o sea a engañarlos tácticamente, también sufrieron los efectos del fuego. Comparado con estas importantes pérdidas, la resistencia ofrecida por los Demonios había sido mínima. Sólo arriesgaron su pellejo el vil Kokabiel y el Maestro Chino que empleó el Dordje, limitándose a enviar contra los guerreros Kassitas legiones de gigantes Hiwa Anakim y de enanos Sheidim. Como se diría ahora, utilizaron una “masa táctica” compuesta de “robots” o “androides”. Es que ellos no pueden arriesgar sus vidas pues son muy pocos. Hace millones de años eran doscientos. Nimrod liquidó a uno… Seguramente cueste creer que tan pocos sean capaces de tanto. Pero debe pensarse que Ellos poseen el “apoyo” de miles de “Maestros”, o sea de “Iniciados” animales hombres, Almas de grado evolutivo superior, y cuentan con el dominio estratégico de la conciencia planetaria.
Aquel “medio día” interminable permaneció inalterado durante toda la Batalla de Nimrod y se puede considerar su extensión aproximada como de unas doce horas. En el momento en que el Rey Kassita expiraba y se extinguía el combate en Chang Shambalá, el último prodigio sacudía a Borsippa. Habían ya subido al Cielo todos los guerreros disponibles, más de cuatro mil, incluyendo algunos visitantes, y la ciudad presentaba entonces un extraño aspecto. Con esa muchedumbre compuesta mayormente por mujeres y niños que no cesaba de gritar, superponiéndose sus protestas a un fondo de música guerrera tañida por la Iniciadas cainitas. Y esa torre imponente, erguida hasta el Cielo en abierto desafío. Y ese árbol espino en su cúspide, ese árbol rosáceo que simboliza la sublimación de la materia por parte de El y su encaje en las Jerarquías Cósmicas cuyo supremo regente es aquel que se autodenomina “Uno”. Y ese medio día interminable, sin la imagen de Shamash... ¡Verdad que Borsippa presentaba un raro aspecto en ese, su último día!
Ya no había esclavos en Borsippa; el linaje de Yah, la sangre de Abram, los pastores habiro, serían salvados. Pero tampoco había cobardes para huir cuando la lenteja plateada apareció en el cielo. Todos quedaron mudos de asombro mientras el gran ojo de plata emergía de una sospechosa nube. Y todos murieron en sus puestos cuando el rayo atómico dio de lleno en la Torre de Nimrod. El calor desarrollado fue tan tremendo que la arena se fundía y chorreaba como el agua. Un huracán mortal, un círculo expansivo de fuego, partió de Borsippa matando a cualquier ser viviente en diez millas a la redonda.
Se empleó otra de las armas tácticas atlantes dando así cumplimiento al ruego que Enlil y Shamash hicieran al Perro del Cielo, Sirio-Sión, y que la Princesa Isa presenciara. Y una vez consumado el ataque, la lentícula de plata desapareció de toda vista física para retornar al centro de donde había sido proyectada, en Chang Shambalá.
Al disiparse el humo sólo se sostenía en pie la séptima parte de la Torre de Nimrod; Shamash continuaba su viaje hacia el Occidente y el árbol espino y la Puerta del Cielo ya no existían. La pesadilla había terminado: el Umbral estaba a salvo para continuar prestando sus servicios a las iniciaciones sinárquicas y los Hijos del Sol de Medianoche habían fracasado nuevamente.
Sólo quedaría el recuerdo racial de la gran hazaña de Nimrod y los restos calcinados de su Torre, tal como pueden verse aún hoy en la Torre de Borsippa, con la arena vitrificada por el calor nuclear adherida todavía, tras los milenios, a sus muros. Y también perdurarían las calumnias inventadas por los pastores habiros y recogidas por la tradición árabe y judía. En el Talmud y en diversos escritos rabínicos puede leerse, convenientemente alterada, parte de esta historia. Se menciona allí a la Torre de Nimrod “desde la cual sus arqueros disparaban flechas al Cielo”, el “orgullo luciférico” del Rey Kassita, su Torre “confundida” con la de Babel, etc. También se han hallado tablillas de arcilla grabadas en escritura cuneiforme, que cuentan más objetivamente los hechos, y numerosos Kudurros, piedras grabadas que solían colocarse en Templos o como límites territoriales, con referencias a la hazaña de Nimrod.
Quizá de todas las falsificaciones hechas en torno a esta gesta hiperbórea, la más insidiosa sea la referencia de H.P. Blavatsky en la Doctrina Secreta, adonde se escribe que “una élite de sacerdotes asirio-babilónicos descubrió la manera de escapar al Plan de Evolución del Logos Solar y abandonó la Cadena Planetaria, junto con su pueblo, rumbo a las ‘estrellas’, donde continúan su evolución”. Es decir que la mencionada agente de la Sinarquía pretende capitalizar la hazaña de Nimrod en favor de las teorías sinárquicas.
El resto del pueblo Kassita continuó dominando durante un tiempo pero finalmente se fundió con sus primos Hititas pues, ya se ha dicho, “una Raza que pierde sus Iniciados cainitas es una Raza moribunda” y, junto con Nimrod, habían partido para siempre la Elite de Iniciados cainitas. Sin embargo la expansión Hitita llevó a habitar nuevamente Borsippa, la cual fue en parte reconstruida, pero nadie se atrevió a tocar las ruinas de la terrible Torre.
En Chang Shambalá siempre está presente la historia de Nimrod y con la consigna de evitar futuros intentos de ese tipo es que muchos “enviados” se han ocupado durante siglos de eliminar pruebas al respecto y de confundir sobre la metodología táctica empleada en el ataque. Bera y Birsa han sido dos de los Inmortales de la Fraternidad Blanca que más han trabajado en este sentido. Sin embargo varios pueblos hiperbóreos imitaron, en mayor o menor medida, la hazaña de Nimrod: uno de ellos fue el pueblo vikingo de Groenlandia, que “abrió la Puerta”, cerrada luego por Quiblón-Colón. Otro, más reciente, es el pueblo alemán del Tercer Reich que contaba con la Sabiduría Hiperbórea de la Elite de Iniciados cainitas de la Orden Negra el Führer de Alemania pudo así, con perspectivas de éxito, emprender nuevamente la mutación colectiva de la Raza e intentar la conquista del Cielo. Pero los resultados de esta nueva gesta hiperbórea seguramente aparecerán, a quienes se hallan bajo los efectos de la Magia Sinárquica, como una “derrota”.
Para concluir este resumen de la historia de Nimrod diré que el Rey Kassita, su bravo General Ninurta, sus Iniciados, y todo el pueblo que murió en Borsippa, emprendieron el definitivo Regreso al Origen guiados por la indómita Princesa Isa.
Mientras tanto los Demonios idiotas Hiwa Anakim devoraban sus cuerpos en Chang Shambalá y el Rey del Mundo pronunciaba su Oración vespertina, retrasada doce horas ese día por la hazaña imborrable de Nimrod.
En un Museo de La Plata, en Buenos Aires, se halla el famoso Kudurru de Kashshu, descubierto en Susa, donde formaba parte del botín del Rey elomita Shutruk-Nakhunte del siglo XII A.J.C. En él está grabada la regia figura de Nimrod pisando a la Luna y al Sol, y con una estrella de ocho puntas, símbolo del planeta Venus, sobre su cabeza. A su lado, un Zigurat, recuerda a su famosa Torre. Abajo de esta imagen hay dos columnas de escritura cuneiforme en lengua Hitita adonde se menciona la muerte del Rey y se advierte que nadie debe olvidar su hazaña. Transcribiré parte de dicho texto según la erudita versión del Profesor Ramirez de la Universidad de Salta, considerada universalmente como la más exacta:
La Muerte de Nimrod
Desde una famosa Torre
cuyas ruinas aquí están
el Rey Nimrod al Cielo ha partido.
¡Un día volverá!
Mas él no ha ido
a los Dioses su rodilla a hincar.
Con el arco tensado ha subido
dispuesto a matar.
Sus flechas a Shamash han herido
mas pronto ha logrado sanar.
Pero Nimrod se ha ido
aunque algún día volverá.
Una Diosa lo guía,
Isa se llama,
es la misma Ishtar,
y un pueblo lo acompaña,
son los bravos Kassitas
que junto a él lucharán.
Pues Nimrod ha partido
y con nosotros ya no está
aunque dicen las leyendas
que un día volverá
con su arco tensado
dispuesto a matar.
|