Estamos solos; dijo sirviendome una copa.
Mezclé la profundidad hasta lograr el rojo uniforme. Lo encendí, lo dejé reposar y comencé a aceptarlo en tibios sorbos. Otra vez sentí el ardor sediento en el pecho.
Servime otro ! ...Servime otro !, estas sorda ?; carraspié en vano.
Estrellé la copa en el suelo. Multiples cristales en multiples reflejos de lo ausente. Tomé las botellas y derramé la miseria en gotas. Me corté a lo bonzo para comprobar que todo seguia siendo rojo uniforme.
Un tanto más espeso, me vampiricé.