EL MANICOMIO (4 Febrero 2010)
Recuerdo mi visita de hace unos años.- En el paseo de Canalejas, se hallaba el
manicomio.- Fachada tétrica, ventanas con rejas, se parecía mas bien a una
cárcel, un lugar donde nadie quería entrar y de donde casi nadie conseguía
salir. El pueblo llamaba a la empinada cuesta, donde se ubicaba tal monumento,
“cuesta de los locos”…Como los recursos destinados a tal institución, no eran muchos,
la conservación del edificio, dejaba bastante que desear: cuartuchos infectos, colchones malolientes, paredes adornadas de defecaciones y un sin fin de detalles para taparse
la nariz. Y en esta gloria de hotel, se hacinaban casi cien pobrecitos (mitad pobrecitas
) de mente trastornada…Algo asi como el basurero de la ciudad..¡Que misterios
insondables los del cerebro humano!...Y cuantas locuras transitorias y cuantas per-
manentes y cuantas provocadas y de conveniencia….
En mi visita de entonces, acompañaba a unas autoridades “sociales”, comisionadas
para una especie de inspección. Al parecer, Rosauro, un veterano loco (llevaba mas
de veinte años interno), al fin había podido curarse completamente de su insania…
Y el propio director del centro, en vista de que ya era “normal”, lo nombro cicerone
oficial de la visita…Con Rosauro iniciamos el recorrido de las distintas secciones:
Allí se encontraban los locos peligrosos, vestidos con sus camisas de fuerza…Más allá,
los tranquilos: había una pareja de tortolitos, haciéndose arrumacos. En aquella
otra sala y subido en una alta escalera, un loco de los potables, brocha en una mano,
bote en la otra, pintaba…De pronto, observamos a otro loco fortachón que,
acercándose al pintor, le grita: “Pepe, agarrate un rato a la brocha, que me tengo
que llevar la escalera. Dicho y hecho. La costalada del “Murillo”, fue de campeo-
nato. Con la cara embadurnada, se alejo maldiciendo y renqueante.
Un tanto más allá, observamos a un individuo, en mitad del pasillo, que oscilaba
de manera ininterrumpida. Su tronco semejaba a un péndulo en perpetua oscila-
cion. Lleno de curiosidad, le pregunto a Rosauro: ¿y ese?. Y nuestro guía aclara
“dice que es un reloj, y así se pasa el día”. Al cruzarle, nos interroga:¿Qué hora
es?...Observo mi cronógrafo y la aclaro:” son las siete”---Vaya, replica el reloj
viviente. Ya estoy otra vez retrasado. Y acto seguido, comenzó a oscilar con la velo-
cidad del rayo…
Como quiera que uno de los visitantes, que nos acompañaba, era un fumador
empedernido, salimos al patio del manicomio…Unos locos jugaban al fútbol
con una especie de pelota medio picuda y hecha, al parecer, con trapos.
Pero lo que nos llamo la atención, fue un palo altísimo, especie de cucaña,
instalado en la mitad.. En la parte más alta, estaba colocada una tablilla con una
Inscripción, cuyo texto era imposible leer desde abajo…Sorprendentemente,
y por riguroso turno, muchos locos intentaban subir el palo. Los mas, desistían
en su intento. Había que ser buen escalador. Quien conseguía llegar a la punta,
Leía la tablilla y nos parecía que bajaba la mar de contento. Picados por la
curiosidad, el jefe de nuestra expedición, rogó al conserje joven que nos
acompañaba, que hiciera el favor de ascender hasta arriba del palo y sacarnos
de dudas sobre el intrigante texto de la tabla. Subió con gran esfuerzo y tras
largos minutos, consiguió llegar hasta la tablilla, miro, leyó y bajo…
¿Qué dice la tabla?, le preguntamos. Y el contesta: “dice…aquí termina el palo”.
La carcajada fue mayoritaria y estruendosa…
El tiempo de la comida se nos echaba en cima. Era hora de rematar la visita
a lugar tan paradisíaco. Al atravesar el ultimo pasillo y en su centro, un loco
movía los brazos continuamente, arriba y abajo, como si fueran alas de paloma.
Preguntamos a nuestro guía: “Y ese, ¿qué hace con tales ademanes?...
Y en buen Rosauro, el que acaba de preparar el equipaje para largarse a su
pueblo e iniciar nueva vida, junto a los “normales”, nos contesta con toda la
seriedad del mundo: “Ese dice que es el Espíritu Santo…Pero es mentira…
Si lo sabré yo que soy El Padre Eterno”. Nos despedimos muy agradecidos
Y al salir, felicitamos efusivamente al señor Director, por el magnifico equipo
de siquiatras y sicólogos, con el que, sin duda, debía de contar el Centro.
EMILIOSALAMANCA
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