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MEMORIAS DE UN AMOR ADOLESCENTE

¡Oh, Dimitri!... Mi amado… Mi adorado Dimitri. Paje de mis sueños, príncipe de mi alma, rey de mis entrañas; no desesperes, que ya la fina lámina del destino guía mi mano.

¡Oh querido mío! Cómo desearía que estuvieras aquí y arrancaras con la vehemencia de tus besos, las frías agujas del desconsuelo.

¡Oh, Dimitri!... Cómo quisiera acariciar tus cabellos de irrisoria rigidez, y abandonarme contigo al ensueño de la ternura.
¡Ah, si sólo te dejaras ver por un instante!... ¡Sólo por un instante! Abriría mis piernas al indecoro, al sutil y placentero vaivén de mi corazón… al regocijo de la vida.
Mas las nubes de la tristeza, nublan mi espíritu.

¡Ay, mi venerado! No te entristezcas, que ya el momento llega, que ya la dinastía de las palabras entregan su corona al tumultuoso verbo y su acción; que ya lo escrito en nuestras almas se manifiesta en el telón de nuestro porvenir.

¡Cómo dejarte! Si mis sentidos te llaman a través de mis suspiros enamorados.
¡Cómo olvidarte! Si tus manos anidaron en mí las mariposas del deseo.

Solo añoro nuestros encuentros en la plaza frente al colegio, donde escondidos tras el canto de los árboles, uníamos nuestras bocas ardorosas en fugaces minutos de placer.

¡Cómo olvidarlo! ¡Cómo olvidar el primer día que nos encontramos!

¡Ah! Si no hubiese sido por la desmesurada adicción de Marta, ¡nunca te hubiera conocido! Y si bien tu actitud había sido la de un vulgar vendedor de drogas, muy pronto cambiaste de actitud, e incluso, tuviste el arrojo de enfrentar mis progenitores; de rechazar tus pares; y por último, abandonar tus patrones y su submundo.

¡Ah, si mis padres hubieran comprendido tu leal sacrificio! ¡Si aquella organización ilícita hubiera comprendido los argumentos del amor, y no te hubieran destrozado tu hermoso rostro con aquellas balas asesinas!
¡Qué felices seríamos hoy mi amado Dimitri!

¡Pero no te impacientes tesoro mío! Que ya la tina se acicala de púrpura mientras recuerdo tu risa de niño caracoleando en mis oídos, y poco importa que hayas venido desde lejos para endulzar con tus vocablos de difícil dicción, mi espíritu inocente, ni que parte de tu rostro se haya ido por entre la bruma de la tragedia. Pues yo sé, amado mío, que en algún lugar del purgatorio, me estarás esperando con tu afable sonrisa y tus delicados susurros de amor.

¡Oh, Dimitri!... Mi amado. ¡Mi adorado Dimitri! Paje de mis sueños, príncipe de mi alma, rey de mis entrañas; no desesperes, que ya falta poco…muy poco…

FIN
Mario Panterita Aracena

Texto agregado el 04-02-2010, y leído por 113 visitantes. (0 votos)


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