Era una calurosa tarde de junio y por la mañana acababan de hacer el último examen del curso. Estaban muy contentos, habían pasado ya los nervios y los agobios. No sabían si tendrían muchas asignaturas pendientes para septiembre o no, pero eso les daba igual: la suerte estaba echada y ya no pasarían la tarde en casa viendo por la ventana como un montón de niños jugaban felices en el parque.

Iban en el tren, sentados uno frente a otro al lado de la ventana, mirando el paisaje. Estaban aún un poco mareados. Después del examen se habían quedado a comer cerca de la facultad con unos compañeros de clase y luego habían hecho un botellón. No habían comprado demasiada bebida, pero Miguel y Paloma tenían mucho de que hablar y el tiempo se les pasaba más despacio si lo acompañaban con vodka. La verdad es que eran muy diferentes. Paloma era una chica guapa, destacaba de las demás por sus ojos verdes. Era fría y a todo el mundo le daba la impresión de ser borde. Miguel en cambio era un chico del montón que no destacaba más que por ser un soñador y estar pensando siempre en imposibles y cuentos de hadas.

-¿Qué te pasa? – Preguntó Miguel. Paloma había comenzado a llorar, se le había metido algo en el ojo.
-Nada. – Contestó ella.

Miguel acercó sus manos al rostro de Paloma y ésta se aparto rápidamente. A Miguel le molestó mucho la bofetada en la mano y enseguida preguntó

- ¿Confías en mi?

El tiempo se detuvo para los dos. Ella le miró y en sus ojos había un mensaje que Miguel no supo interpretar. De hecho él estaba en otro mundo. Se creía Aladdín en su alfombra mágica en el balcón de Jasmine. Estaba allí, dentro de la película de dibujos animados, cogiéndola de la mano para entregarle el mundo sin apartar sus ojos de los de ella y preguntándola “¿confías en mi?”.

El tiempo pasó y el tren no llegó a ninguna parte. Otra vez vino junio y los exámenes y allí estaban de nuevo Miguel y Paloma, sentados en la cafetería haciendo tiempo antes del último examen. Hacia varios meses que no se veían pero eso no les importaba demasiado. De la boca de Paloma salió solo una pregunta antes de levantarse e irse sin una respuesta que ya sabía

- ¿Confías en mi?

Miguel se quedo petrificado y roto. Su mente volvió a aquel tren y volvió a verse vestido de Príncipe Alí, en aquel que seguramente fue el día más feliz de su vida, solo que esta vez no tenía alfombra mágica. Esta vez los ojos de Jasmine miraban a otro, y esta vez quería dejar de soñar.