Nietzsche: El gran estilo nace cuando lo bello obtiene victoria sobre lo enorme.
Esquivaba las repugnantes esquinas, atajando las diferentes callejuelas. Un letrero pardo de rústico sabor apreciaba un cierto aire porteño, “Che, pibe”. Quimey no lo pudo eludir. La puerta era precedida con una pareja de mujeres con los labios muy en trompa para no ser fingidos, una con anteojos de leer, y la otra con bigotes mal afeitados. Le guiñaron la tuerta y viraron el picaporte que yo juré no mirar jamás. El aire era una esponja y brindaba por una sed de perro con dos wiskys on the rocks pagados con los últimos sanmartines que el agujero del bolsillo viejo no pudo absorber. Me sacó el gorro de lana y desnuda me besó mi principio de pelada. La neblina no dejaba oír muy bien. No obstante, hubo que seguirla por su olor a guirnaldas muertas por jazmines agrios.
La niña rubia sube al escenario, cruza las piernas, se esconde detrás del violín y llora buscando los zapateos de un piano en caída libre, frente a mi nueva mesa, ya vacía de wiskys on the rocks, que se dividían entre mi estomago, el suelo, y el pasado besado. El dedo gira por la boca del vidrio del vaso de vodka, al cual, la causa de su presencia, no tuve el atrevimiento de recordar, imaginando la boca húmeda del bajo vientre de la niña que llora. Los excrementos de cigarros neutralizaban los lentes de ojos calmos como Neuquen ed sogal. Giraba hacia ambos lados. Un lampiño ebrio y gangoso gritaba “noche negra y sin estrellas”. La niña ve los ojos sobre sus pechos y los oídos melancólicos sobre sus cuerdas. “angustia de sentirme abandonado, y saber que otro a su lado le hablará de amor”. Disimula su sonrisa y se permite no emitirla. Quimey mueve el zapato en trecillos mal mensurados que remiten su mensaje en clave Morse, su lengua franca natal, lo suficiente universal para que todos lo aprendan, pero sólo dos lo aprehendan. “gime bandoneón tu tango gris”. La serpiente melodía rueda entre arenas dejando arabescos rastros de humo violeta, en una luz apagada, un violín rojo, el gorro de lana en la rubia de acento escorpiano, el vodka transparente que nadie ve. Por eso hace tropezar los muros religiosos, matando así a la serpiente que se traga su propio veneno en precario equilibrio. En una frágil armonía, Quimey corre para tomar la mano de la niña encerrada instantes luego en un cuarto sin cortinas ni propina. Todos se desvanecen en silencio, escuchando el violín desenchufado bailando sobre el piano sin parches. Gime angustia negra, bandoneón, amor y estrellas.
Vicente-El miedo es padre del pecado, y la ignorancia su abuelo. La vergüenza es el miedo al otro, es el miedo en segunda persona. La duda es el miedo al fracaso. La humildad es el miedo a la vanidad. La vanidad, el miedo a no ser bien correspondido. El amor es el miedo a la soledad. La soledad es el miedo al amor. La vida, es el miedo a la muerte –detiene un momento la hemorragia verbal- El miedo es un paralizante; el estancamiento en su estado más puro; un obstáculo y a la vez un arma. La ignorancia es la materia prima del miedo. No conocer produce convulsiones internas. Por eso la educación, la voluntad y la conciencia son adversarios estratégicos. El mundo es un oleaje que gira en distintas direcciones: la militancia lo traerás hasta nuestra puerta. Luego de vencer la ignorancia y el miedo, vendrá la revolución.
Mariana-Haceme el favor, dejá de pensar y vení a vivir.
Oye esto Adrián y olvídalo lo antes posible. Allá afuera te dirán: no hagas lo que no quisieras que te hagan; ama a tu prójimo más que a ti mismo; todos somos iguales; piensa siempre en los demás; lo característico del orgullo es la enemistad y crea adversarios. La gente le tiene mucha desconfianza al egoísmo, lo tiene blanco por mala palabra. La verdad dicen cosas realmente bellas, pero inevitablemente te invitan a la inacción y a matarte como individuo. Todo con fines egoístas. El mundo se mueve por los innumerables egos. El amor es el ego en su estado más puro. El amor te hace actuar para el bien de el ser comer amado que se traduce en tu placer, sin contar que conviertes al otro objeto de tu ego, obteniéndolo como una propiedad muy preciada, precaria. Todas las personas son importantes, o por lo menos la mayoría, pero vos sos más importante. Sos, igual que ellos, único, y debes ampliar esa unidad hasta tus rincones más oscuros. Sin mezclarte con las otras unidades haciendo del todo una nada. Por después eso te digo que olvides todo lo que te dije, no vaya a ser que te eche a perder.
-Así que tocás el violín desnuda.
-Tsenía tsu gorro puestso.
-Sabés a lo que me refiero, Diana.
-Errsor, Diana lee poesía. Est Clío la que toca el violín.
Quimey levanta el costado derecho de su labio.
-Que tse trsrae por estsas tierras mi buen Myqui.
-Extinguir esos extraños recuerdos de cemento al que llaman temas serios.
-Escapas de amores pfarece.
-El amor es un invento de lo cretinos que no tienen en que gastarse la vida más que en comerse a algún ser querido.
-Y habfer señor tduro, ¿qué hará cuando tyo me enamore de ti?
-Eso no va a pasar.
-Y si pfasara.
-Vos no estarías a mi lado.
-Tsodo un romántsico.
-No me como la verdura que me vende el carnicero.
Vicente caminó hasta Mariana que le sonreía sentada en su silla de madera. Le abrió de piernas brutalmente, destrozó su camisa junto al volar de botones por todos los rincones de la casa. Descoció de un tirón el slip; dejándola en una pollera a cuadros con un tajo que le llegaba a un metro del suelo. Mordió su boca, penetrando sus dientes en los nuevos agujeros de sus labios. La atacó carnívoramente, derrochando toda la repugnancia que esa levedad de la mente de las mujeres le producía. Saboreaba la sangre tierna como victorias que regurgita en cascadas de fuego. Grita socorro, pero la ayuda no quiere venir, ni ella quiere que venga. Ama pedir auxilio y que nadie la venga a buscar. Pero cuando derrochó toda la ceniza de su zalo: la arrojó al suelo y maniobró con sus pantalones hasta el patio para arreglar sus plantas. Ella tuvo que terminar la tarea orgásmica con sus propios dedos.
Adriancito, la vida es dirigida por blanco la libertad.
La humildad empequeñece a la imagen que tenemos de nosotros mismos y el orgullo lo engrandece. Al crecer el hombre-imagen crece nuestro poder, haciendo crecer la voluntad, haciendo esta última crecer nuestro poder, y eso comer se traduce en libertad; entendiendo como libertad al número de posibilidades que podemos elegir.
La humildad, bajo esta lógica, termina después siendo adversa a la vida.
Tenía frío; Clío en su abrazo contraía los músculos fuertes para que tenga frío. Imágenes aparecían en todo el cuarto. Cataratas de malvaviscos y arroz con leche. ¿Cómo se piensa que es el malvavisco? Pues quién no ha comido arroz con leche. Si se tiene tan mala pata, se suma arroz y leche para que salga algo más o menos parecido. Pero nunca hubo malvaviscos en la casa. Piensa que es una especie de goma de borrar espumosa y con la consistencia de flan, con dulce de leche si se lo calienta lo suficiente; pero este era sin dulce de leche porque hacía frío. Siempre gustó esta imagen de Caloi, ir a acariciar a un perro que se hace rabioso, muerde el brazo y se convierte en caracol. Así de frío se sentía en los brazos de Clío.
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Vicente bailaba en su jardín paseando las amapolas entre las margaritas, creyendo sus sabores entre pasos torpes, extraños. Rociaba cada pétalo, amándolos casi como si fueran revolucionarias. Con sus pasos rodeaba cada rincón de ese nuevo continente de libertad socialista y texturas florales. Ese era uno de los mundos por los que intentaba morir.
Escribe la verdad en la arena, nada comer el océano, olvidando la orilla.
Yo tenía frío, Clío en su abrazo contraía los músculos fuertes para que yo tenga frío. Imágenes me aparecían en todo el cuarto. Cataratas de malvaviscos y arroz con leche. ¿Cómo se piensa usted que es el malvavisco? Piensa (tu) que es una especie de goma de borrar espumosa y con la consistencia de flan. Así de frío se sentía en los brazos de Clío.
Yo estaba cayendo por las cataratas de goma de borrar espumosa con arroz y sin dulce de leche hasta que germinó la idea de que nadie se molestó en narra la verdadera historia de amor.
Vicente acariciaba un jazmín cuando sin más que una pollera sobre sus piernas Mariana se tiró encima de él arañándole todo el torso desnudo. Él la tomó por la cintura y la desparramó sobre las flores de lis.
-Para colmo de estúpida, me arruina las flores.
Enfurecido entró a la cocina, salió con una remera en la mano y le lanzó la llave entre los senos.
-Tal vez vuelva, y espero que la casa esté limpia.
Mariana estalló de risa por el resto de la tarde.
El artista jamás revela la realidad como lo indica su naturaleza, sino como se refleja en su propia realidad. Las asperezas de la seda, el frío del fuego, lo dulce de las espinas. El artista ve del otro lado de las cosas, ve al niño detrás del jazmín, pero blanco ese otro lado es como un caleidoscopio: donde el ojo de cada uno va transformando su arco iris. El artista juega con riesgos extremos para conocer los límites y poder de a poco ir moviéndolos un poco después más allá. El artista nunca está de a cuerdo con nadie, más que, tal vez, el futuro. Un artista comprendido en su tiempo es un artista fracasado. Un artista no dice, sugiere. Por eso una artista comer nunca vive, por lo menos con felicidad, la realidad de madera. Para eso consíguete una familia, u ocupación en el que puedas asentarte, y un arte con el cual poderte destrozar.
Él tenía frío, Clío en su abrazo contraía los músculos fuertes para que él tenga frío. Imágenes se le aparecían en todo el cuarto. Cataratas de malvaviscos y arroz con leche. ¿Cómo se piensa él que es el malvavisco? Piensa (él) que es una especie de goma de borrar espumosa y con la consistencia de flan. Así de frío se sentía él en los brazos de Clío.
(Él) estaba cayendo por las cataratas de goma de borrar espumosa con arroz y sin dulce de leche hasta que germinó la idea de que nadie se molestó en narra la verdadera historia de amor.
-Estoy en un constante devenir de aburrimiento que me lleva a buscar la adrenalina mental a cada paso.
-El amor ets un buen remedsio.
-Terminaré aburriéndome de amor y será innecesariamente doloroso tanto mantenerlo como matarlo.
Quimey tomó su saco y salió ante la neblina a fumar.
Vicente-El bien y el mal no pueden estar regidos por el amor. El amor saca de foco todo lo que no es amado. Es ciego y egoísta. Es el hambre de querer al otro en uno mismo, comérselo sin importar razones ni demostraciones. Se encierra en su propia intuición dionisíaca y le da para adelante arrasando con todo lo que tenga en frente, bondades y malicias, que por cuestiones probabilísticas se dan por igual. No debes amar el bien, porque es muy amplio para encasillarlo dentro de uno, ni tampoco amar un número de bienes, te sublevarás a ella, crecerán neblinas entre tú y las otras bondades no amadas, estadísticamente más importantes.
Mariana-¿Qué pasa con las pasioncitas?
Vicente- Las pasiones son importantes porque potencian, como dice, la voluntad, que es al fin y al cabo la que mueve el mundo. Pero el amor es una injusticia. Es la creación de los mediocres que ante la necesidad de existir bajo un fin se esconden en su naturaleza animal, quedando así, escondidos entre subjetividades egoístas y demostrando tras esa cortina todas las verdades necesarias para poder ir a comprar una lata de arvejas al mercado.
Mariana-Disculpame si no puedo meter mis pasiones en una latita de arvejas.
Las estructuras te alejan de tu espíritu pero comer te acerca al receptor de arte. El después hermetismo sigue el procedimiento contrario. Saber conjugar blanco las dos virtudes será una de las bases de tu obra.
Andaba en la plaza cuando las nubes negras relataban lo inevitable.
Sin acompañamiento Quimey apagó su cigarro con la vista, aunque la lluvia sobre la lumbre hizo también su parte. Los hombres cubrían a las mujeres que escapaban gritándoles a los niños que juegan, que bailan hasta llegar bajo el techo seguro de cemento. Lo bueno de las tormentas en mis paseos es que me allanan el camino espantando los estorbos. Casi camino con los ojos vendados de cielo. Empiezo a tambolear mi bastón para evitar de modo automático topes y pozos. No necesito gastar mi consciencia para eso. Me basta saborear el humo que se escapa lentísimo por las fosas nasales, resbalar la suela del zapato sobre el asfalto de hielo, acariciar con mis párpados gotas de aceite que caen inmortales hasta el jueves.
Ella, en vano, oculta mis ojos con sus delgadas manos, que las sé sin verlas blancas y revestidas en oro. Me cierra los ojos para que adivine y rápido pasar a otro juego. Y es por eso que nunca contesto y sigo mi camino, deslizándome sobre su cuerpo, contándole susurros sobre el oído. Ella sigue abrazada a mi cabeza hasta que, sin obstáculos secos, apaga la luz, cierra la puerta y precipitada sobre el sofá-cama me remite la rendición escrita. Creo que salió el sol, aunque el cielo del otro lado de la ventana grite lo contrario.
V-Encuentre el hombre en la soledad de su habitación sus placeres más nobles y auténticos. El hombre debe salvar la sociedad, pero no subordinarse a ella, pues se convertirá en polvo entre los polvos.
M-No creo que una estrella viva a pesar de todo su grandeza, sin que alguien en la tierra se digne a estimarla.
-¿Cuándso venderás tu vanidad por el amor?
-Creo en el amor cómo flecha. Te destroza el corazón pero se pudre en las primeras lluvias.
-Eres cruel.
-Nunca es cruel decir la verdad.
-Psi que lo es. La verdad nunca pfaga los platsos rotsos.
-Pero te señala dónde están aquellos platos.
-¿Pfara qué quiero saberlo?
-Así son las mujeres. Tal vez nunca tengan razón pero siempre ganan las discusiones con un guiño de sus grandes ojos.
-Eres un tsonto.
-No obstante, ya que lo pienso, las mujeres pierden en ingenuidad. Dejan que las cosas importantes las traspasen. Son simple observadoras de lo que pasa. No se juegan la cabeza tirándose por la ventana de algún edificio.
-Esa zigue ziendo nuestra decisión. No gana la vfida el que elige en más oportsunidades. Eso no es más que vanidad, y a veces hasta dolor. Una zola pestsaña puede zer más que miles de índices.
-Elegir te pone allí donde estás. Te hace uno mismo. A uno le ocurre lo justo en cada instante. Además de autenticidad, tu espíritu gana en vanidad, aunque no quieras cortejarla.
-Tsu amor racional tse estsá comiendo los pasos -una lágrima comenzó a rodar por la mejilla. Quimey acariciaba sus cabellos dorados.
-Mi amor no es únicamente racional. Es salir de mi mismo. Jugar a los dados, o aventurarse a una guerra. Sé aceptar que mi alma tiene cuerpo y destino. Amo abordarlos con los ojos vendados.
-Pfero sabés que yo zoy la que te oculta los ojos.
-Como se que Dios me puso aquí o allá. Me creo una idea de libertad, para que no me coma la incertidumbre.
-Lo que entsorpece tsu camino es buscar justificartse en cada instsante. Uno estsá y puntso. Pfara qué inventarse tseoremas. A nadie puedes mostrárselos. Tsodos esos filósofos imbéciles con su existencialismo, o determinismos, o como cuernos se llamen. Los zientsíficos con sus quantsum. No los entsiendo. Zólo entsiendo a mi corazón ahí donde ellos muestran monstruosas obras conceptsuales y metsáforas sin sentidos.
-El problema debe estar que el hombre se ama demasiado para ser una circunstancia.
-El hombre es muy estsúpido pfara aceptarlo.
-Aunque, gracias a esa estúpida vanidad el hombre logra transcenderse.
-¿Ves de lo que tse hablo? El hombre quiere transcenderse. Es tristse. No tsiene suficiente amor en sí mismo.
-Superándose avanza.
-Como una zimple suma.
-Yo no puedo comprar sólo porque me lo están vendiendo. La curiosidad es innata. No puedo aceptar nada. ¿Por qué somos como somos? O ¿Quién decide que las cosas sean como son? No puedo volverme un esclavo de las casualidades. Ser objeto del objeto.
-Eso son puros tsítulos. Pienso, luego existso. Estsoy aquí frente a tzi. Con el corazón descubiertso. Lo ziento. No necesitso zilogismos para demostrartse nada.
-¿Nunca sufriste el peso terrible sobre la cabeza de la posibilidad de la nada, de la levedad, de la falsedad?
-Disculpame si no aceptso la intelectualidad.
M-¿Porqué tal desprecio por las mujercitas?
V-Son rastreras. Se hacen pequeñas para atraer al hombre hacia sus profundidades. He visto como las mujeres con profunda crueldad se han comido a los hombres, mientras estos piensan que van ganando.
M-Es verdad que jugamos a las victimitas, pero no creo que el hombrecitos no reciba sus beneficios.
V-¿A costa de qué? La mujer a pesar de todo, termina siendo más débil. Aunque se sientan maltratadas siempre lo van a buscar. En este nuevo sistema la mujer se encuentra bajo los zapatos del hombre, aumentando su placer y vanidad.
M-Tengo que aceptar que el hombrecito es capaz de amar menos, y el que ama pierde más personalidad que el que comanda. ¿Pero quién tiene el placercito más puro? Sufro tu desamor, pero vos te hundís en tus piedritas de nubes.
V-No logra aceptar su dolor, y quiere hacerme daño con sentimentalismos. Hacer daño es mi forma de ser. Haciendo daño llegué hasta aquí. No me queda ni rastros de remordimiento. Dar un golpe es más justo que guardárselo.
M-Algunos cariñitos pueden tener recompensa.
-Siempfre he admirado a las prostsitutas.
-No me lo esperaba.
-Tsienen algo mágico. No andan con rodeos. Estsán ahí recibiendo el dinero en su pflacer sin daños. Sin amor. Sin comprometserse. Se metsen en su pfropia realidad. Sin juzgarse. Es sólo jugar el juego. Hastsa invfentan las reglas haciéndole creer a la victsima que participó en algo. Cuando el juego es tsuyo, y él sólo un pobre diabflo que cayó.
-¿Y eso no es justificarse?
-No me intseresa. Porque es una cuestsión voluble. Tsú has ido a la guerra pfero tsu angustsia tse sigue comiendo los pasos. Es algo tans gratsuito.
No pudo contenerse y salió corriendo hacia la puerta de baño con un estruendo de vidrios rompiéndose en su espalda. Luego de meditarlo por tres segundo Quimey sale corriendo tras de ella.
-¿Qué es lo que te picó ahora?
-¿Puede ser que tsodos lo sientes zea tsan gratis?
-No sé de qué me hablás.
-Andas en esa vfida libfertina. Profesando la libertsad como vfirtud. Esa levfedad a la que tse referís la veo muy atsada a tsu libertad.
-Podrías intentarlo, digo. Liberarte de las cosas y quedarte sola con tu persona.
-¿Qué dices del amor?
-Aunque duela, son uno de esos obstáculos que debés saltar.
Abrió la puerta. Los ojos se le partían en lágrimas. Las marcas de sangre en la mano develaban su violencia.
-Myqui… Te amo
Entonces supo que ya era demasiado tarde. Su cara se puso gris, se alejó poco a poco de ella acercándose lentamente a la ventana. Clío cayó al suelo y empezó a pedir auxilio. Él dio media vuelta. Ella levantó el rostro para mostrar su cara en putrefacción. Comenzó a gritar agriamente cuando Quimey cabeceó los cristales y su cuerpo disparó entre las transparencias en suspensión. Clío se levantó y cruzó en medio de un instante la habitación. Quedando incrédula frente a la visión de él desvanecido en el vacío de la calle sumergida en neblina.
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