La mente humana… qué peligrosa herramienta. Peligrosa, ante todo, para quien sea el portador de tamaña obra de arte. Pues claro, cada vez que estemos bien se debe a una serie de infinitas condiciones que convergen en algún momento, que van a la par con la mente… esta muñeca percibe, interpreta, siente y da pie a un estado de ánimo basal con el que un ser humano cualquiera puede abordar situaciones cualquieras que vengan al encuentro. Del mismo modo, aquellas ocasiones tristes, angustiosas, deprimidas… en fin, bajas, como yo les digo generalmente, parten de la misma lógica.
En conclusión. La mente, la mollera, el cerebro… única causal directa y, más que eso, controlable de alguna forma (supongo yo).
Entonces; depende del individuo y no del ambiente.
Aún así, puta que cuesta domesticar nuestra cabeza… debe ser el ente más rebelde de la tierra.
Supongo que parte de la interpretación tiene que ver con las expectativas… pero por más que las bajo… por más que las bajo…
Basta una pequeña chispa, una ilusión mísera y entonces… suben como espuma de cerveza mal servida. Además creo que no se puede vivir con las expectativas tan bajas… en el fondo lo sé cada vez que lucho por mantenerlas a raya… y la mente sigue rebelándose contra la voluntad… y la voluntad sigue peleando con la señora mente.
¿Estará todo eso tan sólo en el cerebro?... un misterio ese trozo de carne, neuronas y vasos sanguineos…
“Si el cerebro humano fuese tan sencillo que lo pudiéramos entender, entonces seríamos tan estúpidos que tampoco lo entenderíamos”. (Jostein Gaarder – El mundo de Sofía)
¿Significa acaso que la conformidad es lo que sigue? ¿Y no sólo lo que sigue, sino que lo que siempre debió ser?... la mente, el cerebro, me vive metiendo en líos en donde puedo estar horas seguidas pegada mirando el techo, y aún así no consigo nada. Más de alguna vez he tenido algún insight, más de alguna vez me he quedado pensando en la inmortalidad del cangrejo por horas (inclusive días)… pero cuando se tiene tanto tiempo para pensar como son las vacaciones, me doy cuenta de lo enloquecedor que puede volverse esa costumbre. El cerebro se desboca, es como mil noches de desenfreno de sexo, drogas y alcohol. Se vuelve loco. No para de pensar. Entonces NECESITO moverme, hacer alguna cosa que distraiga mi cabeza de materias existenciales o experienciales… demasiado meterme en mi vida, demasiado pensar en mí, demasiado pensar que pienso demasiado en mí… quiero actuar, y actuar con y para alguien más. Es verdad, el ser humano no está hecho para vivir solo, somos seres de sociedad, andamos en manadas, necesitamos afecto, comprensión, un lugar al que llegar y alguien en quien confiar. Si lo pienso un poco (así como para variar, pensando) hay cierto espacio en ese lugar donde debiera ir la confidencialidad con la familia, las caricias, los abrazos, mi espacio fijo, doméstico, constante, pasado a mí… vivo una vida de nómade y me gusta vivir así… pero también lo necesito. Mis amigos son grandes pedazos de mi vida, grandes afectos, grandes personas a las que les debo mucho, grandes formas que intento calzar con ese espacio que nunca veo muy bien (tal vez porque no quiero). Por eso, pelear con un amigo es fatal, casi una tragedia para mí… o tal vez para mi mente. No es algo que escoja, claro está, no es que sienta curiosidad por explorar los límites de una relación, pero a veces uno comete errores. Eso pasa en todas las vidas humanas, a menos que no lo sean, claro, y sean algún extraño ser perfecto de otro planeta. Soy humana y cometo errores. Sé que es más duro cuando no ha sido premeditado. Son accidentes que tienen consecuencias que asumir, lamentablemente, pero de otra forma no se aprende. No me jacto precisamente de tener aprendizaje vicario.
Estoy buscando las causas de mi estado de ánimo, no puedo seguir huyendo, me he decidido a pensar escribiendo… una fórmula de “menos, más, menos”: menos cansador, más entretenido, menos tiempo. |