Me he mirado en el espejo,
(el mismo espejo complaciente de nuestro fuego),
estoy vieja
tengo ya... más de ochenta años,
en mis manos seniles yace este libro.
En un cajón del armario
he guardado mil hojas
- sé que no te gustaba
te hiciera parte de los versos-
hojas que no se imprimieron,
historias de fe
que un día se fueron.
Encontré tus ojos color miel,
llevabas la mirada triste...
en las paredes estaba
la sombra de tus manos sabias
invitando a volar,
invitando a tocar el piano
que más tarde aprendí.
Nunca pude alcanzar tus quince
años de ventaja,
he logrado el sueño del psicoanálisis,
también resolví.
Mi médico de cabecera
(mi hija)
logró sus metas
puse todo mi esfuezo a sus pies
estoy completa.
Tuve un amor del que nunca te hablé,
el amor de toda una vida
que jamás logré.
Me autodenominé Resuelta
luego de tu llegada al claustro de mi
historia.
Hoy abrí este libro
escrito hace más de cuarenta años,
encontré tus pasos subiendo la escalera.
Yo, tras la puerta
ansiosa de tu brecha
lista
dispuesta
ciega
intensa...
Cómo me gustaba tu perfil...!
como una niña miraba solapada
tus virtudes que tanto adoraba;
mi piel incípida
se reconfortaba ciegamente
con la presencia de tu piel morena,
me hacías volar alto, tan alto
que se elevaban todas las razones
que venían de tu arrogancia.
Me quedaba,
admitía tus íntimas
similitudes con mi fuego.
Tu aroma me atrapó
como un pecado deseperado,
mis manos querían andar
junto a ti los nuevos caminos,
mi piel ingenua encendía todas las
luciérnagas,
moldeaba mis caderas al paso
de la ilustre quimera
de la magistral luna llena.
Me faltó tu beso
me faltaron tus ojos sin miedo a insinuarlo,
tu boca en mi boca
gastándome el alma,
ahogando la piel
con la sola mirada.
Sin embargo,
mi carne fue de ti
la carne de una fiera que se amansa
con tu estrella,
que armó para ti
las velas tras la puerta,
que enlazó las piernas
al son de tu silueta
que te tuvo inserto
hambriento
sediento
prisionero de mi tierra.
Ahora camino despacio,
miro al cielo y reconozco
el deambular de nuestro vuelo.
Desde ese instante,
-aunque prohibiste los versos-
nuestro fuego irrepetible
ha sido mi hogar,
un libro iniciado
con la ciencia del azar...
(Escrito a los 83 años que algún día tendré)
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